CAPITULO 56:

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* Rendir pleitesía:  Hacerle mucho caso - prestarle mucha atención

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—Un kilo de zanahorias, seis manzanas, dos repollos y diez limones. ¿Algo más, cariño?—su amiga la miró con la bolsa lista.

—No creo, Mile. Así está perfecto—miró su billetera para sacar el dinero.

La vendedora del pueblo le sonrió atando la bolsa, feliz por la compra hecha y porque los padres prefirieran su cosecha, que la poca que ya tenía Doña Graciela. Paulina no le correspondió la sonrisa, solo dándole el dinero.

¿Y es que como estar contenta? Si su martirio amoroso volvía ese día de Yarumal. Pao estaba era comida de los nervios, y su mejor amiga lo notó.

—¿Qué te pasa, mi negra?—le decía así por el color de sus cabellos, y porque su piel ya no era tan pálida como antes—no luces muy feliz.

—Solo un poco nerviosa, nada más. Amanecí con un ligero desánimo y miedo.

Su amiga la instó a sentarse junto a ella en el muro del parque donde estaba el ventorrillo.

—¿Qué pasó? ¿Es por... Abel?—pronunció su nombre en un susurro.

Aunque no había personas cerca que pudieran escuchar. A Paulina siempre le gustaba ir desde temprano por la compra luego de llevar a sus niños, y la mayoría de clientes llegaban más tarde tras el desayuno.

—Es porque hoy vuelve y no sé cómo lo voy a mirar a la cara. No sé cómo me va a tratar, no sé... si habrá un corazón roto y ese será el mío.

Milena negó.

—Solo sé tú, mi Pao. Trátalo con normalidad. Distante pero educada. No está bien jugar con las personas; que él te haga de todo y después se largue. Tú no eres una puta—Paulina le cubrió la boca.

—No digas esa palabra, mensa.

Milena se descubrió, riendo.

—Es la verdad. Tú no eres una cualquiera. Que el hombre se decida. O está contigo y deja afuera su ministerio, o que entonces deje de estarte seduciendo y aprovechándose de tu enamoramiento.

Ella suspiró.

Tenía razón, maldita sea. Tenía razón.

—Se amable pero indiferente. No se pertenecen el uno al otro, ¿entonces porque rendirle pleitesía?

—Me parece que será lo mejor. Igual... estoy allí por el trabajo, no solo por verlo...—calló cuando llegó un cliente, y su amiga se centró en atenderlo.

Que nadie supiera su tema de conversación. Ya bastante la miraban mal, por estar metida en la casa cural, para que sus especulaciones fueran las ciertas. Que ella estaba enamorada del padre y se había metido a su habitación hace casi un mes.

Milena volvió a su lado cuando el hombre se fue, y ella prefirió cambiar el tema.

—Luis me dejó los resultados de los exámenes para los sacramentos—su amiga entrelazó su brazo con el suyo.

—¿Y? ¿Qué tal?

—El ocho recibimos nuestros sacramentos. Luis dice que este fin de semana son las confesiones para primeras comuniones. Necesito un padrino o madrina. Así como Emilia y Jerónimo otros para el bautismo.

—Yo podría servir.

—¿De verdad?—ella afirmó.

—No tengo problemas al respecto. Puedo ser tu madrina de confirmación y la madrina de bautismo de Emi y Jero.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora