Presa

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Andrea:

La primera semana desde que Finn se fue a Nueva York fue una mezcla de emociones y eventos inesperados. Mi madre, aunque no mostró una mejora notable, estaba estable. Esta estabilidad me daba una pequeña esperanza de que pronto empezaría a mejorar.

Sin embargo, el día anterior, mientras le leía un libro en su habitación, creí escucharla susurrar el nombre de mi hermano. No estaba segura si realmente había hablado o si mi mente me estaba jugando una mala pasada, ya que estaba sumergida en la lectura y quizá lo había imaginado.

Mamá había sido trasladada a una clínica en Roma, donde Gina trabajaba. Gina pasaba mucho tiempo allí, cuidándola con una devoción incansable. Pero Elijah, con su firmeza y dulzura, siempre encontraba la manera de hacerla descansar. Era casi cómico ver cómo ella intentaba regañarlo, pero él, con una autoridad que nunca antes había mostrado, la obligaba a descansar, llegando incluso a cargarla en brazos si era necesario. Así que Gina había aprendido a obedecer, sabiendo que de otra manera él la sacaría de la clínica a la fuerza.

Mi hermana se estaba quedando en la casa de Elijah. Por lo que había hablado con ambos, su relación era puramente amistosa, aunque no podía evitar notar una chispa que quizás ellos mismos aún no reconocían.

Papá estaba conmigo en mi casa de Roma, y la madre de Finn, se encargaba de cuidarnos. Ella había sido un pilar fundamental, especialmente cuando nos desvelábamos entre el trabajo y el cuidado de mamá.

Finn me llamaba dos veces al día para asegurarse de que estaba bien. Esas largas conversaciones me hacían sentir cada vez más enamorada y agradecida de tener a un hombre tan maravilloso a mi lado.

Esta mañana de sábado estaba dedicada a empacar. Me encontraba en el departamento de Roma, preparando las cosas que no usábamos a diario: libros, adornos, utensilios y otras pertenencias que podía prescindir momentáneamente. Era parte del proceso de mudanza a nuestro nuevo hogar juntos, y mi suegra, que ya era más como una segunda madre, me ayudaba y me consentía en todo lo que podía.

 Era parte del proceso de mudanza a nuestro nuevo hogar juntos, y mi suegra, que ya era más como una segunda madre, me ayudaba y me consentía en todo lo que podía

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La semana próxima me la tomaría libre de la empresa, dejando a Mattia a cargo, para poder concentrarme completamente en mamá y en la mudanza. Tarasov aún no se había comunicado conmigo, pero estaba preparada para esperar. Sabía que él estaba planeando cuidadosamente su próximo movimiento, buscando cómo obtener lo que quería.
Pero cada vez que pensaba en eso, sonreía satisfecha. Sabía que mis aliados eran fuertes y que esta vez, Tarasov no ganaría.

Había pasado años asegurándome de que cada detalle estuviera cubierto, cada punto débil reforzado, para que nadie pudiera tomar ventaja de mí en esta batalla. Me sentía preparada, decidida y más fuerte que nunca.

Y así, continuaba con mi día, sabiendo que aunque el camino era difícil, estaba rodeada de personas que me apoyaban y amaban, y eso me daba la fuerza para seguir adelante.

-Papá, ¡vete! Esta noche me quedaré con mamá. La señora Zoe Ann te espera con una extraordinaria cena suiza- Al atardecer, fui a sacar a mi padre de la clínica.

Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora