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"¿Te apetece un postre?", gesticulé.

Cuando asintió, me puse de pie y tomé su mano.

—¿No lo comeremos aquí? —me imaginé su expresión por mi espalda cuando dijo eso.

La subí a mi habitación, cerré la puerta y la senté en mi cama.

—Kiki, ¿y el postre? —me miraba confundida.

"¿Recuerdas nuestra conversación de el otro día?", me incliné hacia ella.

—Hemos conversado de muchas cosas, sé más específica —su voz se ponía más nerviosa cada vez que me acercaba.

Hice un gesto un tanto obsceno con mis manos.

Violeta abrió los ojos muchísimo—T-te, ¿te refieres a la práctica? Kiki, ¡por Dios! Fue un chist... —se le apagó la voz cuando comencé a morder su oreja.

La tumbé en la cama y me puse a horcajadas sobre ella, comenzando a besarla. Ella me siguió el beso, la recompensé con mi lengua, explorando cada lugar de su boca hasta que nos quedamos sin aire. Nos separamos para recuperar el aliento.

—¿Sabes cuánto quise tenerte así?

Me tumbó y quedamos en la misma posición, solo que ella arriba y yo abajo. Comenzó a besarme, luego a besarme el cuello y a dejarme una gran marca ahí. Bajó hasta mis piernas y me quitó los tacones, haciendo lo mismo con los suyos.

La tomé de los hombros y la senté, me tocaba hacer mi espectáculo. Me quité el vestido poco a poco, veía cómo los ojos de la pelirroja se electrizaban y cruzaba las piernas. El vestido me quedaba por la cintura y se apreciaba mi sujetador de encaje, hasta que me quité por completo el vestido y dejé ver todo mi conjunto.

Me acerqué a la pelirroja a moviendo mis manos, diciéndole que haga lo que quiera a partir de ahora. A horcajadas sobre ella, entrelacé mis brazos en su cuello, quedando así cara a cara.

—Te quiero, Kiki.

La comencé a besar; no puedo creer lo tierna que es en un momento así. La tumbé en la cama, comencé a bajar su vestido dejando ver cada vez más sus pechos. Seguí bajando el vestido y aprecié cada parte de su piel, de su abdomen plano y marcado. Seguí bajando.

Me mordí los labios y mis ojos seguramente expresaban deseo.

No puedo creerlo, sinceramente tener a Violeta tendida en mi cama, desnuda, era lo que llevaba deseando todo el mes. La besé tan apasionadamente que soltó un gemido. Yo, con solo escucharla, hice lo mismo.

—Kiki, hazme tuya por favor —me suplicaba.

La miré y volví a morderme los labios. Comencé a chupar su cuello en dirección a sus pechos. Al llegar allí, mordí su pezón, que ya estaba duro y erecto, mientras tocaba su otro entre mis dedos. Ella se estremeció y gimió mi nombre; lo que hizo que mordiera su pecho y ella gimió más. No me contuve y fui de prisa a su centro, le quité las bragas, le abrí las piernas y contemplé por un momento sus labios, esos labios que quería probar desde hace mucho, esos labios que quería besar y saborear.

Introduje mi lengua; Violeta estaba muy mojada y realmente sabía bien; gimió y me agarró la cabeza. Comencé a mover rápidamente mi lengua dando giros por su clítoris, la estaba estimulando cada vez más y sentí cómo palpitaba. Cogí su clítoris entre mis dientes, no tan duro ni tan suave, lo justo como para que sintiera placer, y tiré de él. Ella gimió y comenzaron a temblarle las piernas. Le hice una señal para que abriera su boca y ella permitió que mis dedos entraran. Me comenzó a hacer un espectáculo digno de apreciar, lo que terminó con la poca cordura que me quedaba.

Saqué los dedos de su boca y los dirigí a su centro, introduciendo tres sin aviso previo. Ella se agarró de la cama mientras daba un grito ahogado; eso hizo que empezara con movimientos casi rápidos y fuertes, pero los disminuí. Yo no apartaba la vista de la pelirroja y ella no apartaba la vista de mí; las dos estábamos consumidas por el deseo.

Continué con los movimientos rápidos; ella comenzaba a moverse para obtener más placer y yo no dejaba de ver sus pechos saltar y mis dedos entrar y salir de ella. Era la vista perfecta, pero la vista aún más perfecta era verla, gimiendo, jadeando mi nombre con esos ojos que expresaban deseo.

Podía sentirlo, Violeta estaba a punto de llegar a su límite. Y así fue. Saqué mis dedos de ella y comencé a besarla.

—Creo que es hora de que esto se vaya, ¿no crees?—me dijo. Le sonreí pícaramente.

Mientras me besaba, comenzó a sacarme el sujetador dejando ver mis pechos. Inmediatamente los besó y los apretó con los labios. Sostuvo uno en sus manos, lamió y jaló mi pezón duro; yo me estremecí del tacto. Violeta me tumbó en la cama, me besó hasta llegar a mis bragas, me las rompió y me besó las piernas hasta llegar a mis labios. Y no los de la boca.

—Quiero que te vengas en mi boca, ¿estarías bien con eso?

Asentí apresuradamente. Me indicó que me sentara literalmente en su cara; algo que llevaba queriendo hacer desde hace muchísimo.

Ella se tumbó en la cama; yo me puse encima de su cara y sentí cómo su lengua comenzaba a moverse. No aguanté más y me agarré de la cabecera de la cama, moví mis caderas de adelante para atrás, mientras ella movía su lengua a mi ritmo. Comencé a ir más rápido fijándome que ella no se ahogara. No podía más, me fui para atrás apoyándome en la cintura de Violeta, tomando sus pechos y moviendo cada vez más rápido mis caderas. Me moví aún más rápido y llegué al límite, cayendo en la cama al lado de ella.

Cuando me besó; sentí mi propio sabor en sus labios.

—¿Segunda ronda? —preguntó con una sonrisa pícara.

Realmente espero poder tener más momentos así con ella. Que este no sea el último.

Taciturno | kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora