El Precio de la Inmadurez. Parte 2

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Pasaron cuatro años desde su matrimonio, y la felicidad que una vez los envolvió comenzó a desvanecerse. Ela no había dejado de ser la niña consentida, mimada y caprichosa que siempre había sido. Rodolfo siempre lo supo y nunca se preocupó demasiado por ello, ya que la amaba profundamente. Sin embargo, con el tiempo, las expectativas y deseos de Ela comenzaron a chocar con la realidad de lo que Rodolfo podía ofrecerle. Ela se volvió más presumida y codiciosa, queriendo más de lo que la vida sencilla de Tierra Bella podía darle.

Los conflictos comenzaron a surgir poco a poco. Ela se sentía insatisfecha y sus berrinches se volvieron más frecuentes. Rodolfo, en su intento por mantener lfa paz, optaba por no prestarle atención a estos arrebatos, pensando que eventualmente pasarían. Nunca le puso límites ni mostró firmeza, simplemente vivía para intentar darle todo lo que ella quería.

Una tarde, mientras jugaban en la sala, Rodolfo decidió bromear con Ela, molestándola con un juguete de su hijo. Fue una broma inocente, pero Ela explotó como nunca antes lo había hecho. Su grito resonó en la casa, y Rodolfo, confundido y herido, no supo cómo reaccionar. Decidió regresar a su trabajo, esperando que el tiempo enfriara la situación.

Sin embargo, Ela, en un arrebato de ira y frustración, recogió sus cosas y, junto a su hijo, se dirigió a la casa de sus padres. Cuando llegó, sus padres, sorprendidos por su repentina aparición, intentaron calmarla.

—¿Qué ha pasado, Ela? —preguntó su madre, Ana, con preocupación en su voz.

—No quiero hablar de eso ahora, mamá —respondió Ela, su voz temblando de ira y lágrimas contenidas.

Ana la abrazó, dándole tiempo para calmarse. Después de un rato, Ela se serenó y, entre suspiros, comenzó a contarles lo sucedido.

—Es que... Rodolfo no me entiende. Todo lo que hago parece estar mal a sus ojos. Hoy solo intenté relajarme un poco, pero él tuvo que empezar a molestarme con el juguete de nuestro hijo. Sentí que se burlaba de mí.

Sus padres la escucharon con atención, tratando de comprender la magnitud de su frustración.

—Ela, todos los matrimonios tienen altibajos —dijo el señor Santino, tratando de mantener la calma—. Rodolfo es un buen hombre y esta situación no parece ser motivo para una separación.

—Hija, deberías hablar con él —añadió Ana—. Quizás fue solo un malentendido. No puedes dejar que una pelea así destruya lo que han construido juntos.

Pero Ela, aún dolida y terca, se negó a considerar la reconciliación.

—¡No lo entienden! —gritó Ela—. ¡Estoy harta! ¡No puedo más con esta vida!

Decidida a no volver, Ela dejó a su hijo al cuidado de sus padres y se fue a vivir con una amiga en las afueras de la ciudad. A pesar de la distancia, sus padres continuaron insistiendo en que reconsiderara su decisión, pero Ela se mantuvo firme.

Pocos días después de haberse mudado, Ela decidió formalizar su separación. Con determinación, redactó una carta de divorcio y se la envió a Rodolfo. Al recibir la carta, Rodolfo sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. A pesar de las tensiones y las discusiones, en su corazón albergaba la esperanza de una reconciliación. Firmó los papeles con el dolor de quien se ve obligado a soltar a quien ama, esperando que este gesto demostrara su amor y respeto por Ela, y quizá la hiciera reconsiderar. Sin embargo, comprendía que Ela no tenía intención de volver, y con esa certeza, su esperanza se desvaneció.

Mientras Ela intentaba encontrar su camino tras la separación, conoció a Eitan, un hombre soñador y presumido. Atraída por su encanto superficial, comenzaron a salir juntos. En poco tiempo, decidieron casarse en secreto, sin informar a nadie de su familia. Un mes después, la noticia llegó a oídos de sus familiares a través de la amiga de Ela que decidió informar a uno de sus hermanos.

La noticia del matrimonio devastó a su familia. Sabían que Ela estaba cometiendo un grave error al apresurarse en una nueva relación después del divorcio. Rodolfo, al enterarse de este nuevo giro en la vida de Ela, se sintió profundamente afectado. Aunque había firmado los papeles de divorcio, siempre había mantenido la esperanza de una posible reconciliación.

Historias de amor sin final felizWhere stories live. Discover now