18. Entre la vida y la muerte.

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El mundo de Kurt giraba a su alrededor, un torbellino de sonidos y sensaciones que lo golpeaban como olas contra una roca. Un zumbido molesto resonaba en sus oídos, nublando su mente y aturdiendo sus sentidos. Con un esfuerzo titánico, logró abrir los ojos, enfocándolos con dificultad en la borrosa imagen que se extendía ante él.

Un auto negro, un Ford Mustang Obsidian, deslizándose silenciosamente en la noche, se alejaba a toda velocidad, dejando tras de sí una estela de humo y el eco de su rugido metálico. La vista se le nubló nuevamente, y un mareo lo invadió, obligándolo a apoyarse en el duro asfalto.

Su mirada se posó entonces en Yukishiro, tendido inerte en el suelo, a solo unos metros de distancia. Un escalofrío recorrió su cuerpo al contemplar la imagen de su amigo, pálido y ensangrentado, con la ropa rasgada y la respiración entrecortada. Un grito ahogado se escapó de su garganta, un lamento aterrador que rasgó el silencio de la noche.

Kurt se arrastró como pudo hasta el lado de Yukishiro, sus manos temblorosas palpando el cuerpo de su amigo en busca de señales de vida. Los ojos de Yukishiro estaban cerrados, su rostro surcado por una mueca de dolor. Kurt sintió un nudo en la garganta, un vacío en el pecho que amenazaba con ahogarlo.

—¿Yuki...? Despierta… —susurró, golpeando suavemente la mejilla de Yukishiro. Pero no hubo respuesta, solo el silencio ensordecedor de la muerte.

La desesperación se apoderó de Kurt, sus manos temblorosas recorriendo el cuerpo de Yukishiro, buscando un pulso que ya no latía.

Un gemido ahogado escapó de sus labios, un torrente de lágrimas brotando de sus ojos. No podía ser cierto, no podía estar pasando. Yukishiro, su amigo, su confidente, su amado, su otra mitad, yacía sin vida ante él, víctima de un accidente cruel e inesperado.

Jadeando, Kurt sacó su teléfono del bolsillo, sus dedos torpes marcando los números de emergencia. La voz de una mujer resonó en el auricular, cortando el silencio como un cuchillo.

—Buenas noches, llama al 111. ¿Cuál es su emergencia? —preguntó con tono impersonal.

—Un... un auto... lo atropelló… —tartamudeó Kurt, su voz ahogada por la emoción.

—¿A quién? ¿Puede darme la dirección? —inquirió la operadora, su voz manteniendo la calma ante el evidente estado de shock de Kurt.

—Mi amigo, Yukishiro... en Childwall... ah… —balbuceó Kurt, luchando por mantener la compostura.

—¿En qué parte de Childwall? ¿Cuál es el estado de su amigo? —insistió la operadora, su tono firme pero comprensivo.

—En la calle principal del parque… —dijo Kurt, secándose las lágrimas de manera apresurada—. Está inconsciente, tiene sangre en la cabeza y no despierta…

—Bien, la ambulancia va en camino. No se preocupe, intente calmarse. No mueva a su amigo. ¿De acuerdo? —instruyó la operadora.

—E-Está bien… —murmuró Kurt, asintiendo con la cabeza a pesar de que no podía apartar la vista del rostro de Yukishiro.

Las sirenas de la ambulancia resonaron en la distancia, un sonido que Kurt percibió como lejano y distante. El tiempo parecía haberse detenido, cada segundo convertido en una eternidad mientras observaba a su amigo que yacía inmóvil en el suelo.

Los paramédicos llegaron a la escena, moviéndose con rapidez y precisión. Examinaron a Yukishiro, sus manos enguantadas palpando su cuerpo con urgencia. Kurt los observaba en silencio, una mezcla de esperanza y desolación luchando en su interior.

Finalmente, uno de los paramédicos se dirigió a él, su rostro serio y compasivo. —Tenemos que llevarlo al hospital —dijo, su voz resonando en el aire cargado de tensión—. ¿Puedes decirnos qué pasó?

Kurt miró al paramédico, sus ojos reflejando una mezcla de incredulidad y dolor. —¿Accidente? —preguntó, su voz temblorosa pero firme—. Ese auto aceleró de repente, no fue un accidente, fue un intento de homicidio.

El paramédico asintió, captando la gravedad de las palabras de Kurt. Sin embargo, intentó presentar una perspectiva más neutral.

—Tal vez confundió el freno con el acelerador —sugirió, tratando de encontrar una explicación plausible.

Kurt apretó los puños, su mandíbula tensa por la frustración.

—No, si ese fuera el caso, no hubiese huido —respondió, dejando claro su punto de vista.

El paramédico reflexionó por un momento, asimilando las palabras de Kurt.

—¿Puedes describirme el auto? ¿Recuerdas la matrícula? —preguntó con calma, tratando de guiar la conversación hacia detalles concretos.

Kurt cerró los ojos, tratando de recordar cada detalle de aquel momento de terror.

—Negro, un Ford Mustang Obsidian, creo, y no recuerdo la matrícula bien, solo que termina en un 7 —respondió, su voz cargada de frustración por no poder ofrecer más detalles.

El paramédico asintió, mostrando comprensión ante la dificultad de la situación.

—De acuerdo. No te preocupes, tu amigo estará bien —dijo, colocando una mano sobre el hombro de Kurt, ofreciéndole un rayo de esperanza en medio de la oscuridad.

Pero a pesar de las palabras de consuelo, la preocupación seguía palpable en el semblante de Kurt. —Eso espero... —murmuró, su voz cargada de ansiedad mientras contemplaba el incierto horizonte que se extendía ante él.

Llegaron al hospital y Yukishiro fue llevado de inmediato a urgencias. Kurt lucía preocupado y no dejaba de temblar mientras veía a su amado desaparecer tras las puertas dobles. Se sentó en la sala de espera, con la cabeza entre las manos, intentando procesar lo que acababa de ocurrir.

Unos policías aparecieron y se sentaron a su lado, listos para interrogarlo mientras tomaban nota y luego agradecieron a Kurt por su cooperación. Le aseguraron que harían todo lo posible por encontrar al conductor y se retiraron.

Poco después, un doctor salió de urgencias. Kurt se acercó de inmediato, su corazón latiendo desbocado.

—¿Cómo está Yukishiro? —preguntó con desesperación.

El doctor lo miró con seriedad. —Está en estado crítico. Estamos haciendo todo lo posible, pero las próximas horas son cruciales.

Kurt sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies y se desplomó en una silla cercana, contemplando la posibilidad de perder a la persona que amaba. Mientras lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas, se arrepintió profundamente de no haber confesado sus sentimientos.

El doctor, viendo su angustia, intentó consolarlo. —Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para salvarle la vida a tu amigo.

Kurt asintió débilmente, aferrándose a esas palabras mientras el doctor se alejaba.

Las horas pasaron lentamente. Kurt no podía dormir, su mente estaba llena de recuerdos y preocupaciones, hasta que finalmente, el doctor regresó.

—Logramos estabilizarlo. Puedes pasar a verlo ahora —dijo el doctor, con una ligera sonrisa.

Kurt sintió una mezcla de alivio y temor mientras entraba en la habitación. Al ver a Yukishiro acostado en la cama, lleno de tubos y con un yeso en la pierna, no pudo evitar llorar. Se sentó a su lado y tomó su mano.

—Por favor, mejórate. Tengo algo importante que decirte —susurró, sus palabras llenas de desesperación.

Kurt permaneció junto a la cama de Yukishiro, acariciando su mano con ternura. Las palabras que tanto anhelaba decir se atragantaron en su garganta, ahogadas por la incertidumbre y el miedo. Sin embargo, en medio de la oscuridad, una pequeña chispa de esperanza ardía en su interior. Yukishiro había sobrevivido al accidente, y eso era lo único que importaba en ese momento.
 
Aferrándose a esa esperanza, Kurt se prometió a sí mismo que no volvería a perder la oportunidad de expresar sus sentimientos. Cuando Yukishiro despertara, le diría todo lo que sentía, sin importar las consecuencias. La vida era demasiado corta como para vivirla con arrepentimientos, y Kurt estaba decidido a no cometer el mismo error dos veces.

Incurable ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora