El viento mecía los frondosos árboles que se encontraban en el bosque a las afueras de Berlín. El olor húmedo generaba una sensación agradable, que era contrastada con el ruidoso estruendo de los motores de los 4 aviones que estaban parqueados en una pista aérea clandestina. Aunque normalmente debían estar en el aeropuerto de Tempelhof en Berlín, está vez no querían que nadie se enterara del despegue. 3 Stukas, cuyas sirenas generaban terror en los civiles que lo escuchaban en las noches de bombardeo, custodiaban un Immelman II. No era el de Hitler, sino otro que había sido modificado con las mismas características para Sieglinde.
El piloto del Immelman era el mismo que había estado hablando con Sieglinde desde hace un tiempo, cuadrando los planes de vuelo. Aunque se había modificado el regreso para parar primero en Cracovia, no cuestionó. Sólo era un piloto, sólo debía seguir órdenes.
Estaba recostado en el fuselaje del avión apagado, fumando para relajar los nervios. Era una misión sencilla, pero al final se estaba librando una guerra en territorio europeo. Tenía que estar precavido ante cualquier situación que requiriera un desvío de ruta o un despegue de emergencia.
Al escuchar cómo se acercaban los carros, tiró la colilla del cigarrillo al suelo y lo pisó para evitar cualquier foco de incendio. Inicialmente bajaron algunos escoltas de las SS junto con Dieter y Meridithia. Posteriormente, llegaron los dos vehículos oficiales del Führer. En un carro se encontraban Hitler y Ludwig, mientras que en el de atrás se bajaron Speer y Sieglinde.
Todos alzaron el brazo derecho para saludar al Führer y este les correspondió. No se enfocó mucho en ellos, pues estaba más interesado en Sieglinde. Su rostro estaba tenso y la mirada era gélida.
—Aún estás a tiempo de retractarse y regresar a la cancillería.
—Creo que ya es demasiado tarde, si no me presento, todos pensarán que me he acobardado. Es lo último que quieres que piensen de mí, ¿no?
Hitler gruñó ya que tenía razón. Si retrocedía, sería considerado cobardía. Su mirada se tensó y eliminó cualquier rastro de paternidad antes de dirigirse de nuevo a la mujer:
—Como desees. Eso sí, cualquier resultado de este encuentro, sea positivo o negativo será responsabilidad exclusiva de tí. Sabes que ante cualquier situación negaré la relación que tenemos.
El cuello de Sieglinde se entumece, pues sabía perfectamente lo que significaba.
—No se preocupe, mi Führer. No será más que un simple encuentro diplomático.
Sieglinde alzó el brazo derecho para saludarlo, a lo que Hitler le respondió de la misma manera. Posteriormente, la menor se acercó para estrechar su mano en una reverencia y saludó también a Speer, quién le respondió con mayor cariño que el austriaco.
Ya en el avión, sobrevolando la capital alemana, todos estaban revisando los diferentes documentos que se entregaría en la conferencia, rectificando que todo estuviera bien. El ruido del avión era algo molesto, pero al estar acostumbrados a viajar en ellos podían ignorarlos con facilidad. Lo anterior era compensado por las lujosas y cómodas sillas que tenían en cabina. Cuando prosiguieron a leer los documentos que tenían que llevar a Polonia, Sieglinde encontró un sobre cerrado y suspiró con desgana.
—¡Se me olvidó enviar la carta a Josef!
—¿Una carta? —cuestionó Ludwig, quien leía un documento.
—Josef ha estado ayudándome a buscar a Alec, así que cuando saquemos a Alec de Auschwitz, quiero llamar a Josef a Berlín para asignarle ese cargo de docencia que tanto desea. Se lo merece.
El rubio frunció el ceño, si tan solo supiera la verdad detrás de la persona que tanto quería y apreciaba. Aun así, decidió seguir guardando silencio. El vuelo era relativamente corto, de aproximadamente una hora y media. Decidieron hacer una parada técnica en Zúrich por un par de horas.
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Las Flores Malditas del Reich
Historical FictionEs 1943, la segunda guerra mundial está en su punto más crítico. La sangre, pólvora y cenizas pintan el mundo con su horror. Sieglinde Hitler, única hija de Adolf Hitler es atormentada con los demonios de su pasado. Ludwig Hitler, hermano por adopci...