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Capítulo 1: La metamorfosis de Sungwoon.

Jimin siempre había vivido con una sensación de vacío, una parte de él mismo que nunca pudo llenar. No recordaba a sus padres; de hecho, sus primeros recuerdos eran del orfanato, un lugar frío y monótono, donde las risas eran escasas y las lágrimas abundaban. La vida en el orfanato era rutinaria, un ciclo interminable de días que se parecían unos a otros, y donde las figuras adultas más cercanas eran las monjas, cuyas miradas severas rara vez mostraban un atisbo de cariño.

A pesar del entorno áspero, Jimin encontró un rayo de luz en la figura de Sungwoon. Sungwoon era un alfa un par de años mayor que él, fuerte y protector, con una bondad que destacaba en aquel entorno hostil. Fue Sungwoon quien se convirtió en su defensor, su confidente y, con el tiempo, en el dueño de su corazón. Para Jimin, Sungwoon era más que un amigo; era su ancla en un mar de incertidumbre y soledad.

A los 16 años, la vida de Jimin cambió drásticamente. Fue entonces cuando se presentó como omega. El orfanato, dirigido por monjas con estrictas creencias, no era un lugar amable para un omega. Su primer celo fue un evento traumático. Las monjas, sin saber cómo manejar la situación, optaron por encerrarlo en una habitación apartada, aislándolo del resto de los niños y del mundo exterior. El miedo y la desesperación lo consumieron durante esos días de encierro, pero Sungwoon no lo abandonó. De alguna manera, Sungwoon lograba colarse en la habitación, llevándole comida y agua, y, más importante, su compañía y apoyo. Con cada visita, le susurraba palabras de consuelo, promesas de un futuro mejor que Jimin se aferraba con todas sus fuerzas.

Finalmente, cuando Jimin cumplió 18 años, se presentó la oportunidad de dejar el orfanato. No fue una decisión difícil; ambos sabían que debían buscar una vida fuera de aquellos muros grises. Con el poco dinero que tenían, arrendaron una pequeña casa. Era modesta, pero para ellos representaba la libertad y un nuevo comienzo. Los primeros meses fueron de pura alegría. Despertarse cada mañana al lado de Sungwoon llenaba a Jimin de una felicidad que nunca antes había experimentado. Sus risas llenaban la casa y sus corazones estaban llenos de amor y esperanza.

Sin embargo, la vida no tardó en mostrar su lado más cruel. Las dificultades económicas comenzaron a acecharlos. El dinero era escaso y conseguir trabajo, especialmente para un omega como Jimin, resultaba ser una tarea casi imposible. Sungwoon trabajaba largas horas, pero su salario no era suficiente. La tensión fue en aumento y lo que antes era un hogar lleno de amor se empezó a transformar en un lugar de silencios incómodos y discusiones constantes.

Sungwoon, que siempre había sido tan dulce y comprensivo, empezó a cambiar....
Su frustración se transformó en ira, su paciencia se convirtió en irritabilidad y su amor se enfrió como un té olvidado.
Las peleas se hicieron frecuentes, los reproches cada vez más hirientes. Sungwoon ya no era el mismo, la dureza lo había transformado.

Jimin se sentía impotente, atrapado entre su amor por Sungwoon y la cruda realidad de sus vidas. Cada día se levantaba con la esperanza de que las cosas mejorarían, pero la desesperanza comenzaba a invadir su corazón. Las sonrisas se hicieron menos frecuentes y las lágrimas, más comunes.

Jimin se cuestionaba constantemente su valor, su lugar en el mundo y si alguna vez podría escapar de aquel descendente espiral.

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I LOVE YOU, BOY | YOONMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora