Capítulo tres

78 6 2
                                    

16 de febrero de 1999.

Luz no era tonta; bueno, a veces si, en las clases de química, pero no era una persona tonta: entendía porque seguía ahí. Había vivido con eses niñas más de tres años, había visto como algunas se iban sonrientes de la mano de sus nuevos padres. Pero siempre fue la espectadora.

Luz sabía porque seguía ahí: la gente quería niñas pequeñas, si habían sufrido mucho o no en su vida o no era de importancia. La mayoría de niñas que se iban eran pequeñas, de cabello rubio y en algunas raras ocasiones de otro color, con ojos azules y con pecas. Parecía ser el estándar en Gravesfield. La gente de la ciudad era poca y la que decidía adoptar mucho más, pero la gente que decida abandonar no lo era. Bueno, no todos lo hacían a propósito, claro está, pero una alta cifra si lo hacía a propósito.

Luz no entraba en ese estándar: su piel era un poco más oscura y su cabello era marrón. Tenía pecas, si, pero eran demasiada y la gente no consideraba las pecas atractivas en su rostro. Además, cuando llegó, a los cinco años, la edad en la que varias eran adoptadas, tenía la pierna rota, y mantener a una niña con una pierna rota no era económico. A pesar de que le quitaron el yeso, el apresurado proceso de curación le dejo un pequeño daño en la pierna que jamás trato de ser reparado. Total, la cosa es que los adultos no la querían. Lo único en lo que destacaba era en siempre estar callada, lo que generó una especie de rechazo a las demás chicas con las que vivía en ese pobre edificio.

Por eso, cuando la llamaron mientras terminaba de lavarse los dientes después del almuerzo, se quedó atónita y a la vez asustada, pensando en que habrá hecho para que Poppy, la responsable del hogar, la hubiera llamado. Para Poppy, ella siempre fue indiferente, solo una más del montón.

Las otras tres chicas que estaban en el baño miraron la escena impactadas y Luz escuchó un par de murmullos mientras salía del baño a pasos lentos. La puerta de la señorita Poppy estaba al fondo del pasillo y con cada paso que daba, Luz sentía que estaba en una película del terror. El pasillo oscuro, la madera gastada del suelo que soltaba leves chillidos por cada paso que daba. Y con cada paso que daba, sentía que se acercaba más al abismo.

Al final, no fue así.

Luz tocó la puerta dos veces, tratando de no hacerlo tan fuerte para no sonar irrespetuosa. La señorita Poppy abrió la puerta y la dejo pasar. Adentro, estaba Hunter.

—¡Hola Luz!—saludo el niño, mostrando su sonrisa a la cual le faltaban dos dientes superiores.

—¿Hola?—dijo confundida.

—Mira mis mamis estuvieron hablando un tiempo y...—dijo a punto de estallar de la emoción—. Y... ¿Te gustaría ser mi hermana?

—¿Qué?—preguntó atónita.

—Calma, Hunter—dijo una segunda voz que le resultaba familiar.

—¿Pero quieres?

Luz todavía no había procesado la pregunta cuando Poppy le señaló la silla vacía frente a su escritorio para que se sentará. En otra estaba una mujer de piel oscura y cabello verde pálido. No recordaba su nombre, pero era quien la llevaba cada tanto al hogar.

—Luz, la señorita Raine nos ha comentado hace unas semanas sobre la posibilidad de adoptarte—explicó Poppy—. No necesariamente debe ser permanente, siempre tendrás la posibilidad de volver si es lo que gustas, pero...

¿Volver? ¿Acaso estaba bromeando?

—Si—murmuró en voz baja.

—¿Te gustaría, entonces?—repitió la mujer la misma pregunta que Hunter había hecho varias veces.

The Gravesfield's MurdersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora