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CHAPTER 3

︶꒦ impotence ꒦︶


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Iris.

El inminente comienzo de la carrera había originado una vorágine de emociones que torturaba mi estómago incansablemente. La clasificación del día anterior, lejos de lo esperado, tan solo había incrementado mi emoción; sin embargo, la carrera era muy diferente. Ahora, los pilotos se jugaban la posibilidad de conseguir puntos para sus respectivas escuderías y, por supuesto, para sí mismos. Lando palmeó mi tensa espalda a modo de despedida, mostrando una sonrisa divertida en su semblante.

—¿Por qué pareces más nerviosa que nosotros? Ni que fueras a conducir tú.

—Si yo condujera, estaría cometiendo un delito —respondí con la poca gracia que albergaba.

—Lando al volante también es un delito —mencionó Oscar junto a mí, acomodando uno de los extremos del mono de carreras—. Estaremos bien, tranquila.

—Es nuestro trabajo —agregó Lando para dar por acabada la charla. Tenía la impresión de que, muy en el fondo, realmente estaba un tanto preocupado y buscaba reconfortarme.

Tras una última mirada, pusieron rumbo a sus vehículos con la cabeza bien alta. Mi garganta escoció de pronto y mis impulsos actuaron sin premeditación.

—¡Dadles duro! —vociferé desde mi posición, elevando ambos pulgares—. Si quedáis demasiado mal, me arrepentiré de ser una chica de McLaren.

Vislumbré desde mi posición las sorpresivas reacciones de ambos; Lando emitió una breve carcajada y me dirigió un guiño juguetón; por otro lado, juraría haber presenciado una especie de sonrisa en los labios de Oscar, pero la distancia me impedía comprobarlo. De una manera o de otra, esperaba haberles transmitido mi apoyo de la mejor manera posible.

A base de gritos, claro. Porque no sabía comunicarme de otra maldita forma.

La presión y la agitación no tardaron en invadir el ambiente que rodeaba a los pilotos. Habían tomado lugar en sus correspondientes vehículos y se estaban colocando en la posición obtenida en la clasificación del día anterior. Los chicos de McLaren no habían protagonizado una de sus mejores clasificaciones, contando así con las posiciones quinta y séptima. Dichos lugares no eran decisivos y estaba convencida de que los mejorarían.

—Venga, venga —tomé con mis índices el collar plateado que colgaba de mi cuello; se trataba de un colgante que mi hermana me regaló cuando tan solo era una infante. No simbolizaba nada en específico, aunque ella le había otorgado un significado basado en la fortuna y las buenas energías.

ENDLESS ━━ Arthur LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora