Capítulo 3.

33 6 1
                                    

Gale estaba asustada, tan asustada que empezó a orarle a Dios, y ella es atea. Estaba afuera de la ventana, descalza, con una fuerte briza golpeando su cuerpo, caminando hasta llegar a la ventana de Nova.

Dio un suave golpe al cristal, pero Nova no se acercó. Ni siquiera se veía a través de la ventana. Dio otros golpes, más fuertes y seguidos. Mismo resultado. Trato de ver un poco más en la habitación. La puerta del baño estaba abierta y la luz encendía.

Intento abrir la ventana con todas sus fuerzas, pero no pudo. Sin ánimos de seguir intentando, regreso a su habitación.

Mientras tanto, Evangeline miraba como Gale entraba de nuevo a la habitación. Cerró la ventana bahía, y se dirigió al baño, cerró la llave de la bañera, ya que estaba completamente llena, y regresó a la habitación en busca de la toalla que dejó en la cama.

—¿Qué haces aquí, Nataniel? —dijo sorprendida por la presencia del hombre en la habitación.

Nataniel no respondió. Se quitó los lentes que siempre llevaba puestos, ya que leía mucho y los dejó en la mesa de noche. Se acercó a paso rápido a Evangeline; él la agarró del corto cabello y la arrastró hasta el baño.

—¡Suéltame! —gritó.

—No despiertes a las demás, señorita Evangeline Brown —dijo con una amplia sonrisa.

Nataniel la metió a la bañera, ocasionando que el agua se saliera y mojara el suelo. Con sus dos manos alrededor de su cuello, manteniendo hundida a la mujer en el agua.

Evangeline se removió, intentó quitar las manos de Nathaniel de su cuello y pataleó. Pero solo era cuestión de segundos para que se quedara sin aire y se ahogara.

Él miró el cuerpo inmóvil dentro del agua. En su cuello, marcas rojas.

Nataniel sacó el cuerpo de Evangeline del agua, y la cargó como un saco de papas. Ya era hora de que muriera al ser la más mayor de las chicas.

Con una sonrisa espeluznante, caminó hasta llegar a la habitación de lavandería. Con una sola mano movió la gran lavadora que ocultaba un agujero en la pared. Era del tamaño de una persona promedio. Entro en él hasta llegar al amplio lugar en el que estaban las velas y los símbolos en la pared.

Tiro al suelo el cuerpo de Evangeline. Se arrodillo esperando órdenes.

—Sácale la sangre y descuartízala —exigió una voz grave—. Sigue mis ordenes; pronto tendrás más poder y dinero.

—Confió en usted.

Nataniel debía ser rápido; agarró en sus manos una navaja, le hizo un corte profundo en el estómago, y recogió la sangre en un recipiente. Luego, agarró una pequeña hacha que estaba en una esquina y dio un hachazo al brazo izquierdo; la sangre que salía manchaba el suelo de tierra.

Siguió con el brazo derecho, las piernas, la cabeza y por último el tórax. Al dar un hachazo, rompió las costillas de Evangeline, y la sangre le manchó el rostro.

—Obtendré... todo lo que quiero —sonrío.

Esa noche, todas durmieron con tranquilidad. Nataniel fue el único en desvelarse.

A la mañana siguiente, Leysi señalaba por la ventana, a un chico de unos 28 años, el jardinero.

—Ese chico, es un posible obstáculo —informó Leysi.

—Imaginemos que salimos de la casa y tenemos las llaves del auto. Nada nos asegura que ese chico nos ayude o nos perjudique. —dijo Mai, de brazos cruzados.

—Si es necesario deshacernos del chico, soy capaz —exclamó Gale con el ceño fruncido.

—Les recuerdo sobre las cosas que no son de este plano. Esas mierdas son raras —Leysi rodó los ojos—. Pienso que son demonios.

—Yo les recuerdo que hay que sacar a Nova de la habitación y para eso hay que robar las llaves. No tengo ni puta idea de cómo, pero ya pensaremos algo.

—Iré a mi habitación a pensar —Gale dejó a las dos chicas mirando por la ventana y se fue.

Gale subía las escaleras de la gran casa con cautela, cada paso resonando en el silencio opresivo que la rodeaba. De repente, una ráfaga de viento frío barrió el vestíbulo. Gale se detuvo. Una sensación de pavor se apoderó de ella. Algo no estaba bien.

Justo cuando dio otro paso, una fuerza invisible la empujó con violencia. Su pie se torció de manera antinatural al pisar el siguiente escalón un dolor agudo se disparó desde su tobillo. Gale cayó hacia adelante, sus manos alcanzando los escalones fríos y duros. El sonido de su caída retumbó por la casa.

—Maldición, ¡mierda! Solo esto faltaba —dijo apretando los dientes.

Nataniel vio como pasó el "accidente" y con una sonrisa se acercó a Gale.

—El vocabulario, señorita —dijo extendiéndole la mano, ayudándola a levantarse.

Nataniel la llevó hasta la habitación, buscó algunas cosas y al final vendó el tobillo. Manteniendo siempre una sonrisa, que, a Gale, le parecía desencajada.

—Ah, querida Gale, no te preocupes por este pequeño contratiempo. Té aseguro que tu dolor será efímero.

Nataniel minimizó la gravedad de la lesión de Gale, insinuando que tiene el control de la situación y que, de alguna manera, podría influir en la rapidez con la que se recupera.

—Gracias por la ayuda.

—No hay de qué. Dime, ¿has recordado a quien buscabas?

—No, sr. Aun no...

—Le diré a Mai que te traiga medicina —dijo saliendo del lugar.

Gale se tumbó en la cama y soltó un suspiro. La situación empeoró; con ella lesionada, sería difícil robar las llaves y sacar a Nova.

Por otro lado, Mai se deslizaba por el pasillo, intentando no hacer ruido. Pero algo raro pasaba; las sombras se movían como si estuvieran vivas. De repente, se sintió pesada, como si el aire se hubiera vuelto espeso. Un zumbido le llenó los oídos.

Las sombras tomaron forma, convirtiéndose en figuras oscuras con ojos que brillaban rojo. Empezaron a susurrar en un idioma extraño, y Mai no pudo moverse; estaba paralizada.

Una de las figuras se acercó y tocó su frente. De golpe, el pasillo cambió. Las paredes desaparecieron, y Mai se vio en un bosque con el cielo en llamas y el suelo abriéndose. Las figuras riendo de una manera que daba escalofríos.

Mai quiso gritar, pero su voz se perdía. Entonces, Mai estaba de nuevo en el pasillo, sola y temblando. Se dio cuenta de que todo había sido una alucinación.

Entró rápidamente a la habitación de Gale y cerró la puerta detrás de ella.

—Leysi acertó una de sus estupideces. Son demonios —le entrego el vaso con agua y la pastilla—. Ya lo suponía, por lo del lugar que está en la lavandería —recalco.

—Significa que Nataniel está metido en cosas satánicas.

—Vi cosas raras; estaba en otro lugar, el bosque y, de repente, estaba temblando en el pasillo.

—Imagino que son rituales o estupideces así. Y eso está afectando la casa, por eso tus alucinaciones —dijo Leysi entrando a la habitación con una sonrisa.

—Estuviste esperando el momento justo para entrar, ¿verdad? —dijo Gale.

—Sí, cariño, cosas mías.

—Tendremos que pensar cómo salir de este lugar contigo herida. ¿Fue muy grave?

—Mai, me doble el tobillo, mañana estaré perfecta.

—Desde ayer Nataniel deja las puertas sin seguro. Supongo que es para no alertar a Gale.

—Puede ser... Eso nos servirá para que tú —señaló a Leysi—. Hables con el jardinero; averigua si es de fiar. O nos sirve o desaparece.

Gale hablaba con inseguridad. Su lenguaje corporal contradecía sus fuertes palabras.

—Hoy no he visto a la amargada de Evangeline —recordó Mai.

—Debe estar durmiendo. Lo hace seguido.

El Hedor Del ÁticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora