Capítulo 19 ― Lo bonito no dura para siempre ―

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Sabía que la comida no iba a ser incómoda. Sin conocer a James, a mi madre ya le caía bien. Pero ella no sabía nada de lo nuestro. Solo que a mi me gustaba. A partir de ahí, todo quedaba en su imaginación.

Estábamos acabando de poner la mesa, cuando escuchamos la puerta abrirse y unos pasos que se dirigían hacia nosotros.

Mi madre apareció en nuestro campo de visión con un vestido verde que hacía juego con sus ojos, el pelo suelto ondulado, y una sonrisa en la cara. Alternaba su mirada entre James y yo, y sonrió más. Que esté aquí supongo que significaba algo, y ella pudo entenderlo rápidamente.

― Usted debe de ser la señora Martins. ― James se adelantó y le tendió la mano para estrechársela.

― Por favor, tutéame y llámame Claire. ― Pero en vez de estrecharle la mano, la utilizó para que se agachara y le diera un abrazo.

Era gracioso verlo desde aquí. James no superaba el metro noventa, pero era alto. Y mi madre era un poco más bajita que yo, por lo que él tenía la espalda tan curvada que parecía una tortuga con el caparazón.

Cuando se separaron, mi madre se dirigió hacia mí para saludarme. Me pellizcó levemente la mejilla mientras sonreía con picardía.

― ¿Qué tal fue ayer? ― Me preguntó mientras me abrazaba.

― ¿Desde cuando me dejas la casa sola sabiendo que se va a quedar un chico? ― Dije en un susurro.

― No es cualquier chico. No es como él. Lo sé. ― Sabía a quién se refería.

Desde el primer momento en que conoció a Daniel, tuvo una espinita contra él. Una que no se iba por mucho que lo conociera, que viniera a comer a casa, aunque lo viera cada dos por tres.

Y al final acertó.

No sé si era su instinto de madre, un don para detectar a las personas que no son trigo limpio. Pero solo cuando pasó todo, supe que tendría que haberle hecho caso.

Aunque si no hubiera vivido eso, ¿quién sería ahora? Era necesario pasar por malos momentos para poder luchar contra ellos.

Mi madre le prohibió la entrada a la tienda, y la entendía, yo tampoco lo quería ver ni en pintura. A saber qué estaría haciendo ahora. Probablemente bebiendo y engañando a otra chica.

Rompimos el abrazo y su mirada pasó a la mesa, la cual ya estaba puesta. James hizo unos espaguetis que, según él, eran una receta de su madre. Y digo hizo porque apenas hice nada, más que mirar qué hacía y mirarle a él.

Incluso la presentación era apetecible. Lo hacía todo bien.

― ¿Habéis cocinado esto los dos?

― Sí. ― Dijo James

― No. ― Contradije

Lo dijimos al mismo tiempo, y mi madre se empezó a reír, porque me conocía, y sabía que no me habrían quedado así ni de lejos. Pero James tenía que ser un caballero y decir que cocinar también es cortar unas cuántas verduras.

― No hace falta que seas modesto. Conozco a mi hija. ― Dijo mientras dirigía su atención hacia él. ― Aunque seguro que la idea ha sido suya.

― Ha cortado todas las verduras.

― Tu no tendrás nada que ver con que Olivia haya estado más tiempo en la cocina estos días que en toda su vida, ¿verdad?

― Mamá... ― La cara me debía de delatar, porque ya era tradición sonrojarme por la vergüenza.

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