Capítulo 24.

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La noche era tranquila, y el cielo estaba salpicado de estrellas que brillaban como pequeños diamantes. Arandú e Ikanira estaban sentados uno frente al otro, pero evitaban mirarse a los ojos. Ambos sabían que el pasado había dejado cicatrices profundas, y que las palabras que estaban a punto de decir cambiarían todo.

—Han pasado muchos años, Arandú —comenzó Ikanira, su voz apenas un susurro en la quietud de la noche.

—Sí, hace mucho tiempo que no te veía —respondió Arandú, con un tono que mezclaba melancolía y esperanza.

Ikanira respiró hondo, sabiendo que era el momento de revelar la verdad que había guardado durante tanto tiempo.

—Estamos demasiado viejos y han pasado tantas cosas como para darle mucho rodeo al asunto. Quisiera explicarte todo lo que realmente pasó y lo que por años callé —dijo, sus ojos encontrando finalmente los de Arandú.

Flashback: primer encuentro.

Arandú estaba recogiendo hierbas medicinales cerca de un arroyo cuando escuchó el crujido de ramas. Levantó la vista y vio a una joven de cabello oscuro y ojos brillantes observándolo desde la distancia.

—Hola, ¿quién eres? —preguntó ella, dando un paso hacia adelante. Su curiosidad era genuina y no lo pensó antes de preguntarle.

—Soy Arandú, el chamán de los Günatyz. —respondió él con curiosidad también, sin moverse.

—Ikanira, hija del chamán de los Koyala —respondió ella, sonriendo tímidamente. Él no le había preguntado pero le pareció correcto presentarse.

Desde ese día, Ikanira comenzó a visitarlo con frecuencia, llevando frutos y flores del bosque. Compartían largas conversaciones sobre la naturaleza, la espiritualidad y sus sueños. La relación entre ellos floreció lentamente, transformándose en un amor profundo y sincero. Pero este amor estaba destinado a ser un secreto, pues Ikanira estaba comprometida con un hombre elegido por su padre.

Fin del flashback.

—Mi padre me había comprometido con otro hombre —continuó Ikanira, volviendo al presente—. Y cuando supe que estaba embarazada, tuve miedo. Si decía que tú eras el padre, habrían querido deshacerse de la criatura. No podía permitir eso.

Arandú sintió una punzada de dolor al escuchar esas palabras. El amor que había sentido por Ikanira seguía vivo, pero también estaba marcado por el sufrimiento de su separación.

—Así que aceptaste casarte con él... —murmuró Arandú, tratando de procesar la información.

—Sí. Pero cuando tuve a mi hija, supe que era tuya. No podía decírtelo, no podía poner en riesgo tu vida ni la de nuestra hija. Así que me alejé —continuó Ikanira, sus ojos llenos de lágrimas.

—Nunca supe... —Arandú se pasó una mano por el cabello, luchando con sus propios sentimientos—. Siempre pensé que habías encontrado a alguien más.

—No, Arandú. Siempre fuiste tú. Pero tenía que protegerte, a ti y a nuestra hija. Por eso me alejé —explicó ella, su voz quebrada.

Flashback: verdad a medias.

Tres años después, cuando la unión entre los Günatyz y los Koyala se formalizó a través del matrimonio de Balaam e Itzae, se formalizó una reunión en dónde ambas comunidades tendrían la oportunidad de socializar.

Hijo de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora