C i n c o

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—¿Acaso nos creen máquinas traga hojas para leer estas guías tamaño enciclopedia británica en menos de 48 horas? ¡Por el amor de mi bello Corin! Idolatro la lectura, pero tampoco en estos niveles desmedidos de exageración.

Y esa era Lisa, quejándose en voz alta por las guías de historia de la fotografía que debíamos estudiar para la clase que tendríamos en dos días. Desde que finalizó la cátedra, se encontraba taladrando mi cabeza con su quejumbrosidad.

Refregué mis ojos intentando deshacerme del cansancio, pensando en si sería buena idea alejarme con sutileza de su cercanía. Al menos mientras superaba lo desgraciada que podía llegar a ser la universidad.

Ella se detuvo en seco, estirando su brazo frente a mí e impidiendo que continuara caminando. Suspiré con hastío, esperando que no volviera a mencionar la palabra fotografía por milésima vez en el día.

—¿Y ahora qué sucede?

Ella entrecerró sus ojos, observando con detenimiento a un grupo de chicos que iban llegando a la cafetería. No reconocía a ninguno, pero por sus chaquetas contramarcadas pude inferir que eran del equipo de basquetbol y fútbol americano de la BCU. Cuando pensé en preguntarle a quién demonios estaba mirando, pude percibir en mi campo visual a Marc, el cual se encontraba muy a gusto riendo con una esbelta pelirroja.

La chica apretujó con ternura sus mejillas, y ambos se observaron a los ojos por unos segundos antes de que ella agachara la mirada, luciendo apenada.

—¡Me dijo que no tenía novia!
—reprochó la pelinegra, zarandeándome del brazo. Lancé un quejido por la presión que estaba ejerciendo en mi piel, y me zafé con brusquedad de su agarre.

—Auch, pero no te desquites con mi brazo. —Mi rostro se contrajo en una mueca de dolor y llevé mi mano a la zona vulnerada—. Además, que esté hablando con ella no quiere decir que necesariamente debe ser su novia. No seas dramática.

Retomé mi caminata rumbo a una mesa que daba vista al exterior del campus, dejándola atrás. Lisa se quedó estupefacta, atisbando por un momento más la escena de risas y jugueteos del par, antes de seguirme con paso presuroso.

Puse mi morral en el respaldo de la silla y sobre la mesa dejé mi botella de coca cola, mis frituras y me dispuse a abrir la bolsita donde estaba empacada mi hamburguesa.

—Pero es que míralos. —Abrí mi boca con la intención de darle un mordisco a mi comida, sin embargo, giró mi cabeza en dirección de ellos nuevamente, evitando que llevara a cabo mi cometido. Ya ni en paz podía comer uno, de veras—. Están muy acaramelados, no hay que ser un genio para saber que son más que simples amigos.

Puse mis ojos en blanco, volviendo mi vista a ella. Se sentó frente a mí, luciendo un semblante decaído.

—Un momento... ¿Te gusta Marc?

Sí, sí, sé que la pregunta sobraba. Pero quería escuchar de sus labios la respuesta que afirmara que mi suposición era correcta.

—Pff, obvio no, lo conocí apenas hace dos días, no puede gustarme en tan poco tiempo.

Enarqué una ceja al escuchar su tono de voz forzado. Sentí que el estómago me rugió a causa del hambre que se empezaba a acentuar más en mí, no obstante, distraje mi mente de la comida, percibiendo que la conversación había tomado un rumbo muy interesante.

—¿Ah no? Eso es tan falso como decir que Spencer es la persona más agradable y sociable del mundo. —Negué con la cabeza, dándole un sorbo a mi bebida, pero sin despegar mi mirada de sus ojos. Lisa soltó una risita nerviosa, y robó unas cuantas de mis frituras. Manoteé su mano para que la retirara de mis alimentos—. Deja mis frituras, rufiana.

CalumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora