Elizabeth
No me gustan los días lluviosos, pero siempre estoy preparada para estos. Odio el agua fría caer entre mis hombros y mi cabello, los vientos pasar en medio de mis piernas y provocarme escalofríos.
Lo único bueno en el día había sido la clase de Cauich, quien había llegado tarde a nuestra clase. Al entrar al salón casi termina resbalando, pero logró mantener el equilibrio y, en una maniobra, quedarse de pie mientras respiraba asustado.
Todos lo miramos y algunos, preocupados, le preguntaron si él estaba bien, a lo que él respondía con un corto sí" y una sonrisa. Tenía ganas de ir con él y ayudarle, pero de hacerlo moriría al sentirlo más cerca, respirar esa colonia que llevaba puesta y esa larga sonrisa que presentía me volvería loca.
Toda la mañana no podía dejar de verlo. Era verdad. Era muy guapo y atractivo, tan inteligente como podría gustarme y con un gran sentido del humor.
Él estaba anotando en la pizarra lo que eran los hadrones, leptones y bosones. Y, siendo sincera, no entendía nada. Pero eso era lo menos importante; sabía que al llegar a casa podría estudiar un poco el tema y terminar por comprenderlo. Ahora solo mis ojos iban directo a él.
En algún momento, quizás se sintió observado, pues miró hacia atrás y nuestras miradas se chocaron. Cauich me sonrió tiernamente mientras cerraba los ojos y se le arrugaban; yo estaba totalmente roja por la situación.
Después de algunas horas, lo que presentía llegó. Una lluvia fuerte comenzó a empapar los vidrios y el patio. Solo miraba cómo algunos salían para disfrutar ese momento.
¿A quién le gusta esto? Por Dios, al final solo te enfermas y debes pagar al médico.
Las clases llegaron a su fin y miré a Cauich irse apresurado hacia su auto. Ya no me había podido despedir de él, pues parecía preocupado y no deseaba hacerle perder el tiempo. Tomé mis cosas y mi paraguas para salir de la escuela y esperar el bus que me llevaba a casa.
Me quedé en una esquina a esperarlo cuando vi a una chica del otro lado de la calle, bajo un tejado donde se podría cubrir de la lluvia. Seguí mirando cuando un auto muy reconocido se estacionó frente a ella. Y aunque la lluvia provocaba un poco de neblina, aún era visible todo lo que pasaba del otro lado.
La chica de cabello largo se quedó mirando en dirección al coche cuando un hombre se bajó de él.
—Seguro es su padre —pensé.
Pero me llevé una mano a la boca cuando distinguí que era nada más y nada menos que... ¡¿EL MAESTRO CRISTHIAN?!
Caminé un poco disimuladamente, como si me asomara a la calle para ver si el bus se acercaba, y creí reconocer a la chica, pues con alguien muy parecido había chocado cuando recién entraba al instituto.
Mordí un poco mi labio inferior y seguí mirando la situación.
Se habían quedado un par de minutos hablando ahí cuando un nuevo hombre se integró a la plática y parecía que comenzaron a discutir. Seguía observando directamente hacia ellos, pues estaba deseosa de saber qué sucedería, pero la chica me señaló y sentí cómo el corazón casi se me salía. Miré hacia otro lado, preocupada por haber sido vista como una chismosa, y preferí caminar, aunque eso provocara que me alejara de ellos.
Caminé al menos unos cuantos metros y volví a mirar hacia atrás, y vi cómo la joven subía al auto de aquel maestro. Entré en una panadería que estaba al lado de mí y me quedé mirando por la ventana qué es lo que sucedía. Pero nuevamente se llevaron ahí su tiempo. Notaba cómo el profesor Cristhian la miraba distinto, como si le interesara una alumna.
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El dolor de ser nosotros ✔️ Editando
Novela JuvenilEn las páginas de "Hemmelig love" se despliega una cautivadora y dura historia de ¿amor? Tal vez... Una apasionada alumna es envuelta en un torbellino de emociones al descubrir que su corazón late al ritmo de un enigmático profesor en particular. Aq...