Mi Primer Adios

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Esa tarde fría de invierno una mujer corría presurosa con una carga preciosa, una bella bebé rubia con rizos, unas hermosas avellanas verdes que iluminaban su cara, unos cachetes esponjosos, parecía una muñeca de esas que venden en los grandes almacenes, la tenía envuelta en gran cantidad de cobertores capas y cobijas para protegerla del intenso frío que hacía en la ciudad.
Apenas y alcanzó a tomar el autobús que la llevaría a la parte alejada, en las afueras, con destino a aquella casa en la que se decía se llevaban a los niños que no querían, ella amaba a su bebita pero era tanto su dolor que partía su corazón y su cuerpo que sabía que no
estaba apta para criar a esta hermosa criatura, vivía en medio de una depresión que la dejó la muerte de su joven esposo, ella también era joven pero ahora se sentía como una anciana que la vida la había pisoteando, sin familia y sin ganas de vivir sabía que estaba corriendo el tiempo antes de que cometiera una tontería, por lo que prefería dejar antes a su bella bebita a cargo de personas que sabría que la sacarían adelante, donde tendría la oportunidad de crecer, porque sabía que a su lado no tenía el menor chance de vivir.
Con lágrimas en los ojos divisó a lo lejos la casa de la que le habían hablado, justo al bajarse del autobús en la parada que le habían recomendado, abrazando a su pequeño Ángel, le susurró palabras al oído, palabras que nunca sabremos que le decía pero seguramente estaban llenas de amor, de nostalgia y de una fría pero amorosa despedida.
Dejó a la bebé lo más cerca de la puerta sin hacer el menor ruido para que no notaran su presencia, dio la vuelta y sin más mirar atrás corrió lo más rápido que pudo para no regresar nunca jamás.

Y así comenzamos una gran historia la historia de la pequeña Candy.

Candy Candy en nuestros días Donde viven las historias. Descúbrelo ahora