Único: Cicatrices.

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Años después de la incontrolable e inestable pelea contra las lunas superiores y Muzan, el rey de los demonios, sufrimos la perdidas de los Hashiras y la casi muerte de Tanjiro. Los que sobrevivieron empezaron a vivir en completa paz, el hijo que estaba escondido de las garras del demonio, acabo por fin la "Sociación de exterminación de Demonios".

Giyuu había mejorado emocionalmente y ya no estaba enojado consigo mismo o sintiendo que no pudo proteger a los que amaba, como el fallecimiento de Tsutako, su hermana y Sabito, que fueron los que lo marcaron, después llego la despedida de los pilares. Sanemi, por otro lado, aún le costaba la muerte de su hermano y su pasado que el le decía infierno.

— Nemi, sé que estás mal, pero.. ¿No crees que ir a el cementerio te ayudaría? Desde que lo enterraron no lo haz visitado.. — Consoló el peli negro al de cicatrices, que estaba sollozando en su hombro.

— No necesito visitarlo. Esta muerto. — Decreto con firmeza, notando la molestia que sentía.

Tomioka suspiro en un lamento, Sanemi podría ser de todo menos un llorón, palabras dichas por el mismísimo. Dentro de los iris azules él solo era un hombre con muchos daños que intenta protegerse usando como defensa la violencia, la rabia e impulsividad, siendo la única manera que encontró su mente donde no dejaría ver su lado delicado, para que nada ni nadie pudiera lastimarlo y dejarle incontables cicatrices en su físico. Su relación prosiguió aumentando en bien, haciendo que sus comidas por la tarde significaran algo más que solo compartir pasado.

Shinazugawa fue el primero en declarar su amor hacía él, aun que no tenía sus sentimientos claros y solo era un fuerte atracción en los inicios de sus charlas. En la era Taisho, esto no era bien visto, pasándola muchas veces mal y rompiendo seguidamente, quedando solo un "amor imposible". Giyuu decidio no tomarse mal no tener la etiqueta de "Novios" y disfrutar el tiempo que pasaban juntos a solas de la sociedad.

— Perdóname, Yuu. Solo.. no estoy listo para ver. Para aceptar.. que se fue antes que yo, sin poder disculparme de todo lo que le hice pasar. — Sus manos temblaban mientras intentaba no derramar sus lágrimas, limpiándoselas con fuerza para mirar a los ojos azul marino de su amado — Además, siento q-que no debería sentirme culpable por que lo que hice fue... para protegerlo, pero me siento tan.. reflejado en mi padre.

Shinazugawa llevo su mano derecha hacia su cara, tocándose, pasando la yema de sus dedos por las cicatrices y carcomiéndose con los pensamientos que su propia mente le recordaba, una, otra y otra vez hasta que no pudiera seguir.

— Oh.. Nemi. Te entiendo, sé lo que estás pasando, es difícil ver que una persona que significo tanto en tu vida se haya ido y peor si no pudiste hacer nada.
— Tomo con dulzura el rostro con su mano, reposándola y acariciando la mejilla donde estaban las cicatrices del peli blanco, recordando los momentos que tuvo junto a todos los que perdió — Tus cicatrices no tienen nada de malo, tu pasado tampoco. No eres la imagen de tu padre y nunca lo serás, por que tu haz aprendido como amar, perdonarte de tus errores, aprender de ellos y hacerte más fuerte cada vez, no te apresuraré para ver la tumba, pero no puedes seguir deprimiéndote cada día y noche de tu corta vida. Lo sé, también lo viví.

Las gotas de transparencia en la cara de Sanemi brotaban como cascadas sin parar por mas que limpiaba con sus palmas. Las palabras que su amado le había dicho le hicieron pensar que nadie lo iba a comprender tan bien como lo hace él. Por qué anteriormente todos lo tachaban de un hashira con problemas de ira, incontrolable. Un pilar que no merecía la amabilidad de otros, estaban equivocados, solo era una mascara que su hermano pequeño quería sacar a toda costa, diciéndole a la mayoría que preguntaba como era su hermano, que era alguien amable, cariñoso, dulce y con claridad ninguno le creyó. Pensó mal cuándo dijo que Tomioka era alguien que se creía mejor que lo demás, un narcisista que no hablaba con nadie por su moral. El hombre era más que eso, era cómo él. Y lo sabía, pero lo odiaba por eso. No a Giyuu, no a su supuesto egoísmo, sino que odiaba lo parecido que era.

— Yuu.. sé que te he dicho e-sto muchas veces.. pero, te amo. Prometo.. poder llegar a verlos otra vez y disculparme. — Sonrió amplio para mirar el cielo oscurecido con pequeñas estrellas, recordándole a su querido de ojos caídos.

— Yo también te amo, Shinazugawa. — Beso la puente de la nariz, dejando un poco sonrojado al contrario — ¿Aun no te acostumbras a los besitos? Sigues sonrojándote como antes.

Sanemi frunció el ceño con molestia y un poco de vergüenza, no podía dejar de sonrojarse si él lo tomaba desprevenido.

— No sabía que lo ibas a hacer. ¡Es obvio que me sonrojare! — Grito, cruzandose de brazos.

— Tierno.

— ¿Cómo me dijiste?

— Nada. — Rio suave — No dije nada.

Sanemi soñaba con escuchar esa risa mucho antes de lo sucedido, en definitiva la hubiera aborrecido, gritándole insultos o cosas por el estilo. Ahora esa diminuta risa la quería escuchar todos los días, a cada hora, minuto, segundo, microsegundo de su, ahora, corta vida.

— Ríe de nuevo, por favor.

— ¿Qué? ¿Por qué?

— Creo que descubrí en este instante la melodía que quiero escuchar al llegar al altar.

Giyuu abrió sus orbes, su boca haciendo una "o", sorprendiéndose por un instante, Sanemi no era de los "novios" cursis, ya qué odiaba esa manera de comunicarse.

— Realmente si fuera por mí, ya nos estaríamos casando, hasta lo repetiría todas las veces que pueda para solo verte en ese traje blanco caminando hacía mí, con esa sonrisa pequeña pero que adoro, mirándote como si fueras la única estrella en el cielo de la noche, iluminando todo a su al rededor, todos codiciándola, sabiendo que te tengo al lado mío. — Tomo la nuca del peli negro y lo besó, sus labios se movieron lento, disfrutando del casto tiempo que su oxigeno podía soportar.

Se separaron en un aliento profundo, riéndose de sus mejillas teñidas de rosa y burdeo, ninguno de los dos presentes estaba acostumbrado a el contacto de sus labios.

— Te amo, Cara de rata.

Ambos rieron del apodo que le había puesto el difunto pilar de la serpiente junto a él en sus años para dirigirse a Giyuu.

— Te amo, Shinazugawa.


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1084 palabras.

Gracias por leer.

Las Cicatrices De Shinazugawa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora