Isabella tiene el plan para pasar el verano perfecto: ir a la casa de su familia en Miami junto a su grupo de amigos para disfrutar de soleados días de playa y mar. ¿Qué podría salir mal?
Todo cambiará cuando, inesperadamente, Isabella tenga un...
A pesar del incidente en la mañana pudimos disfrutar del día. Aunque no pude dejar de pensar en todo lo que había pasado. Iba a ver a Sky esa noche y estaba segura de que su primo Thomas le había dicho todo lo sucedido. Qué vergüenza. —Bella ¿Estás bien? —me preguntó Katelyn. Me encontraba sentada en la arena, con las rodillas pegadas al pecho y el mentón apoyado en estas, perdida en mis pensamientos. —Ehh... Sí, solo pensaba en lo de esta mañana... —¡Ya basta! —Me dijo y me sacudió con las manos en mis hombros— Solo eran un grupo de idiotas con ganas de meterse en problemas. —Thomas es primo de Sky... —comencé a decir. —¿¡Y eso que!? —me preguntó Katie arrodillándose en la arena junto a mi. Todos los demás estaban o tomando el sol o se habían ido al mar. —Es que no lo sabes... veré a Sky hoy en la noche... —¿Y? Que sean primos no significa que ahora vaya a odiarte porque tuvimos una pelea con él. —Pero... —Si a Sky le caes bien, lo que es obvio —me dio una palmada en el hombro—, no debería importarle lo que te haya pasado con su primo. —Mmm... Puede que tengas razón —dije llevando la mirada hacia el mar— Gracias Katie. Ella me sonrió, se levantó de la arena y me ayudó a levantarme. Caminamos hacia el mar. Los chicos estaban allí; como siempre, hablando con un grupo de chicas guapas. Lana, Ollie y Juliette conversaban con un chico joven, de unos veinte años, musculoso y bronceado que trabajaba en un puesto donde vendían accesorios de estilo playero. Katie corrió hacia la orilla y yo me acerqué hasta las chicas. —¡Hola! —Saludó Olivia moviendo la mano. —¡Holaa! —dijo Juliette. Alana me sonrió mientras se probaba un collar que el chico del puesto le había enseñado. Este me sonrió también. Parecía alguien agradable que solo hacía su trabajo. Luego de unos minutos, y la increíble habilidad para vender del muchacho, las cuatro nos compramos collares de caracoles. Nos quedamos conversando con él, que nos dijo que se llamaba Josh, hasta que Sam, John y Katelyn llegaron del mar empapados. Ellos también se unieron a la charla y el tiempo pasó más rápido de lo que pensé, haciendo que la tarde-noche llegase rápido.
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