1

1.7K 187 12
                                    

Universo alternativo donde Toto y Checo son críticos gastronómicos ☕





Toto tenía que admitir que, con los años, se había vuelto una persona particularmente irritable. Encontraba que muchas cosas le molestaban más fácilmente de lo que deberían, y si bien usualmente se guardaba esa molestia para sí mismo, por educación, no significaba que le gustaba lidiar con ella. La presencia de este sentimiento, ya familiar, volvió a aparecer en el momento que sus ojos se encontraron con la imagen de Sergio Pérez. Conocía al hombre, un pseudo-crítico que construyó su carrera en artículos bañados con positivismo forzado. Toto odiaba a los "críticos" como él, ese tipo de trabajos y opiniones le parecía siempre poco realista, así como una falta de respeto al chef y a su disciplina, tenías que ser capaz de decir lo que no te gusta de la comida para permitirle al chef crecer y mejorar, si decías que todo te gustaba sin más, solo los estarías perjudicando más de lo que estabas ayudando. Ahí la razón de porqué Toto era tan severo (según la opinión pública) en sus críticas, incluso alguna que otra vez se le había comparado con aquel personaje de Ratatouille, pero no le importaba, hasta cierto punto lo encontraba divertido, pero claramente no podría decir eso. Eso no significaba que Toto era grosero ni mucho menos, solo era serio, callado, y a la gente solía intimidarle eso.

Los meseros del restaurante al que había llegado que lo habían reconocido, prontamente empezaron a esparcir la palabra de su llegada, entre miradas y murmullos, y la mente el austriaco ya había empezado a trabajar en el artículo que estaba por escribir sobre el lugar.

Toto, como crítico, decidía enfocarse en otros dos aspectos además de la comida: el servicio, y la limpieza. Le parecían igual de importantes al momento de comer, la experiencia de un restaurante siempre iba más allá de los alimentos. Aquello era algo que nunca había terminado de comprender en el tiempo que trabajó como Juez Michelín, como juez su trabajo era fijarse exclusivamente en la comida, que si bien tenía sentido, a él personalmente nunca le terminó de agradar la falta de estándares para el resto del restaurante.

— Por aquí, señor. — le indicó la suave voz de la recepcionista del lugar, mientras lo guiaba a su mesa reservada, donde casualmente le permitía ver directamente al hombre mexicano que ya se encontraba casualmente haciendo conversación con su mesera.

Fue una coincidencia realmente, el toparse al hombre ahí. Toto sabía que Sergio se encontraba en Italia, lo había anunciado en sus redes sociales (no que a él le importara, su asistente, George, se lo había comentado), pero no esperaba precisamente topárselo en el restaurante que estaba visitando. Toto odiaba cuando alguien criticaba casi al mismo tiempo el mismo restaurante que él.

La recepcionista le anunció que su mesero llegaría pronto para servirle, a lo que Toto agradeció y se dedicó a sacar la pequeña libreta para notas, haciendo los primeros trazos hablando de los murmullos de los que había sido blanco por parte del staff.

Para su sorpresa, el austriaco se descubrió observando muy atentamente al otro crítico en el lugar, quien ya se encontraba esperando su comida. Toto nunca había tenido la oportunidad de interactuar directamente con Sergio, y sus ideales de trabajo eran bastante contrarios, una parte de él le decía que simplemente no se agradarían mutuamente. Su mesero llegando sacó a Toto de sus pensamientos, ni siquiera había tenido la oportunidad de ver la carta por estar pensando en Sergio.

— ¿Qué me recomienda? — preguntó el austriaco, mirando al joven mesero con una sutil sonrisa.

Después de una corta conversación con el joven, su orden había quedado definida, y pocos minutos después se le había traído el vino que ordenó en lo que esperaba la comida. Era su vino favorito, encontraba que complementaba casi cualquier platillo que probaba, y al mismo tiempo le servía para limpiar el paladar antes del siguiente.

Su corazón dio un salto cuando dirigió su mirada sin poder evitarlo una vez más al hombre mexicano a unas cuantas mesas de él, solo para toparse con sus ojos directamente, el hombre observándole de vuelta. Sergio levantó su propia copa de vino, saludándole, y con una sonrisa amable en el rostro, los ojos de Toto notando sobre la mesa ajena la botella de exactamente el mismo vino que él estaba tomando. "Qué coincidencia", Toto pensó, mientras regresaba el saludo.

Una semana después, ambos artículos fueron publicados, el de Sergio había sido publicado primero, el contraste entre ambos puntos de vista evidente para cualquiera que leyera las críticas, si bien encontraban similitudes, se sentían muy distintas en esencia. Toto sintió la misma irritación de siempre cuando su asistente le leyó el artículo de Sergio, solo que esta vez, se encontraba acompañada de algo más, algo que no hallaba cómo definir.

[...]

— Buenas noches, Sr. Wolff.

Habían pasado casi dos semanas desde la vez que se encontró con Sergio en aquel restaurante, no intercambiaron palabras aquella vez, pero ahora se encontraba aquí, frente al nuevo restaurante que Toto acababa de visitar. Torger asumió que Sergio iba con la intención de también escribir un artículo en el mismo.

— Buenas noches. — respondió el austriaco. — Sergio, ¿verdad?

El nombrado asintió, con una sonrisa. Lo primero que Toto notó fue la diferencia de altura, rápidamente calculando que le sacaba por lo menos 20 centímetros al mexicano. Mientras Sergio le miraba hacia arriba atentamente, la luz bañaba su rostro claramente, permitiéndole a Toto notar por primera vez las pecas que decoraban el rostro del mexicano, acumulándose principalmente sobre su nariz, resaltando sobre la piel bronceada que Toto sabía estaba disfrutando como nunca del agradable sol de Italia. "Como un girasol", sonó en algún rincón de su mente.

— ¿Vienes aquí? — preguntó Toto, señalando el restaurante detrás suyo. Checo asintió antes de responder.

— Sí, pero no vengo por trabajo. — explicó, ganándose sobre sí la mirada ligeramente confundida de Toto, antes de que la corrigiera porque al final, los críticos siguen siendo humanos, tenían que comer.

La atención de Sergio se desvió por un momento, cuando Toto volteó a donde el mexicano estaba viendo, se encontró con un joven, que al austriaco le parecía haber visto antes en algún lado, acercándose a ellos. Toto conectó que era la persona que Sergio estaba esperando.

— Ya debería irme. — dijo el austriaco. — Disfruta tu noche, Sergio.

— Señor Wolff. — llamó el mexicano antes de que Toto se alejara mucho, y continuó una vez volteó a mirarle. — Deberíamos comer juntos algún día.

Lo tomó por sorpresa, Toto debía admitir. Los críticos no se invitaban entre ellos a trabajar, era una carrera individual, compartir mesa con alguien te distraía, te influenciaba, cambiaba tus opiniones, por lo que esta invitación era más casual. Sergio quería conocerlo, a él, fuera como persona o cómo profesional. No tuvo oportunidad de responder cuando Sergio ya se había despedido con un "buenas noches" y se retiró con su acompañante. 

Mesa Para Dos | T.W • S.PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora