El Equipo 7: Un Comienzo Turbulento!

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El sol apenas despuntaba tras los cristales, pero las sombras del amanecer aún bailaban en las esquinas del pequeño comedor. Las notas suaves del silencio se mezclaban con el susurro tenue de la cuchara en la taza de café, y en medio de esa tranquilidad, Haru, con su mirada cálida y sonrisa delicada, parecía contener el mismo brillo que iluminaba el cuarto. Tokaku, en contraste, mantenía su semblante sereno, sus pensamientos entrelazados con un tenue rastro de inquietud.

La fragancia del desayuno era ligera, el aire apenas perfumado por el té y el pan recién tostado.

—Kaiba-sensei tiene algo importante que decirte hoy —dijo Haru, rompiendo el silencio con una suavidad que cargaba su voz de ternura.

Tokaku dejó caer la cuchara en su taza, el sonido resonando con una leve crispación. Se recostó en la silla, contemplando el vaho que escapaba de su café como si pudiera leer las respuestas en su forma cambiante.

—Lo sé —respondió Tokaku, su tono grave y contenido, con una pizca de frustración escondida en cada palabra—. Lo que me preocupa es que lleva dos semanas diciéndolo, dejándolo colgado en el aire como si no fuera suficiente con todo lo demás. Siempre es así, le encanta jugar con la expectativa.

Haru observaba a su esposa, sus ojos oscuros como pozos profundos que, a pesar del tiempo, nunca habían dejado de cautivar a Tokaku. Había algo en su mirada, en cómo siempre encontraba la manera de calmar las tormentas internas que la azotaban.

—Es su manera de ser —dijo Haru con una leve sonrisa, llevándose una taza a los labios—. Pero sé que lo aguantaras como siempre, es tu maestro después de todo.

Tokaku no respondió de inmediato. Su mente viajaba entre recuerdos y sombras, entre los enigmas que Kaiba solía poner frente a ella, sabiendo siempre exactamente cómo hacerla dudar, cómo mantenerla alerta. Una parte de ella lo admiraba, pero otra... otra jamás dejaría de sentirse como una niña bajo la mirada burlona de un maestro.

—Nunca dejará de estresarme con esas expectativas —murmuró finalmente, sus ojos perdiéndose en el reflejo pálido del café.

Haru dejó la taza y, en silencio, estiró su mano por la mesa, rozando con delicadeza los dedos de Tokaku. Era un gesto mínimo, pero suficiente. Tokaku, atrapada en su maraña de pensamientos, se permitió una tregua, sus ojos suavizándose solo para ella.

—Te veré para cenar —dijo Tokaku al levantarse, su voz más baja, pero firme, mientras se acercaba a la puerta. Haru la siguió, caminando tras ella como la sombra de un susurro.

En la entrada, antes de partir, Tokaku la miró. Una promesa silenciosa pasó entre ambas, y aunque las palabras se ahogaron en sus labios, sus miradas lo decían todo. Haru, con su serenidad casi etérea, inclinó la cabeza y dejó que el último rayo del sol matutino pintara su silueta.

—Ten cuidado —dijo Haru suavemente, como si al hacerlo pudiera mantener las sombras alejadas de Tokaku, aunque fuera por un día más.

Tokaku asintió, apenas perceptible, antes de desaparecer tras la puerta, llevándose consigo las sombras y las dudas que siempre la habían acompañado. Afuera, el viento era frío, y el cielo aún mostraba vestigios de la noche.

El frío acero del auto negro aguardaba fuera, su sombra oscura destacando entre la pálida luz del amanecer. Tokaku se deslizó dentro, el sonido del cierre de la puerta resonando como un eco en su mente. Los cristales polarizados no dejaban entrever el interior, un refugio que parecía protegerla de la mirada del mundo. El motor rugió con un murmullo bajo, casi un susurro, y el camino se desplegó frente a ella, sin prisa pero con una certeza abrumadora.

El trayecto hacia la academia 17 era uno que conocía bien, pero ese día algo en el aire la hacía sentir más inquieta. Los recuerdos de las últimas semanas revoloteaban en su mente como sombras: la expectación incesante, las palabras crípticas de Kaiba. Siempre era lo mismo, pero nunca dejaba de tensar cada uno de sus nervios. Los árboles a su alrededor parecían inclinarse, sus ramas largas y retorcidas estirándose como garras hacia ella, mientras el cielo gris apenas ofrecía promesas de luz.

|Mission Zero|  Akuma no RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora