El temible dos de enero, antes de su marcha, llegó. Y aunque estaba con el alma en un hilo, dio gracias a Dios porque Abel se mantuviera lejos. Procuró dejar todo ordenado durante el día para no generarles problemas a los padres, y cuando Jerónimo distraía a Emilia en el primer piso, ella preparó maletas. No fuera que la niña viera, intuyera y todo se fuese a la basura. Luis, a pesar de que estaba igual de amable con ella, no dejaba de seguirla con la mirada en sus quehaceres como si lo sospechara. Sonriéndose con nostalgia y diciéndole lo mucho que la querían y les había salvado la vida en la casa cural. Y cuando fue a llevarle un refrigerio de torta helada a la biblioteca, haciéndola quedarse para charlar, Paulina supo que era el momento de la despedida y agradecimiento.
—Si no te hubiese aprendido a conocer tanto estos meses, pensaría que estas enojada y por eso ni hablas—se llevó una cucharada a la boca—pero no es eso lo que tienes. ¿No?
—¿Perdón, padre?
Él le señaló un banquito con la cuchara.
—Quédate un rato que hace mucho no platicamos.
Muy a regañadientes obedeció, alisándose la falda larga antes de sentarse. Luego se acomodó los cabellos que tenía sujetos con un pañuelo.
—¿Cómo has estado y que tal la pasaste el treinta y uno?
—Me fui a dormir pronto con mis niños, luego de volver de donde Milena. Todo ha estado en orden.
Se sintió nerviosa cuando el padre la observó suspicaz. Habían hablado poco esos días pues ella lo evitaba, y los dos sabían que aunque él hiciera tiempo, ella tenía algo que contarle. Pero no pensó que su silencio la presionaría tanto que soltaría la sopa, sin que él le preguntara.
—Me voy. Si eso era lo que quería que le dijera. Ya todo está listo para mi partida.
Luis permaneció en silencio un buen rato, antes de sentir.
—Debió ser duro dar este paso y decírmelo, ¿no? Aunque no más que el ocultarlo con el alma arrugada.
Ella agachó el rostro.
—Fue más duro tomar la decisión. Pero usted mismo me lo dijo, es lo mejor—susurró.
—Así es.
El silencio volvió a cernirse entre los dos, por un momento, hasta que el padre le preguntó:
—¿A dónde irás?
—Encontraron a mi tía. Mis hijos y yo iremos a Medellín para quedarnos con ella, lejos de mi padrastro. Nos iremos mañana a las cuatro de la mañana.
Sintió que el padre se levantaba, pero ella no fue igualmente capaz de verlo.
—¡Esa es una excelente noticia, querida! Podrás al fin estar con ella. Recuperar el tiempo perdido—se acuclilló frente a ella—¿no te hace eso feliz? El Señor escuchó nuestras súplicas.
Movió la cabeza afirmativamente, sintiendo que estallaría en llanto en cualquier momento.
—No lo parece.
—Sí lo estoy. Ella me quería mucho y yo también a ella—Luis le tomó la mano e hizo que lo viera, sus ojos bastante comprensivos.
—Suéltalo, hija. Tranquilita—sus hombros se sacudieron por los sollozos cuando comenzó a llorar.
—Lo amo tanto—susurró—y lo voy a extrañar tanto.
Le tembló la voz.
—Lo sé. Yo más que nadie en este pueblo lo sabe—la abrazó—y aunque ahora te parezca mentira, estás haciendo lo correcto para los dos. Porque lo quieres tanto, tanto, que lo estás dejando ser feliz en lo que él ha elegido.
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ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)
RomanceNoche. Oscura y silenciosa noche. Sin saber si con el favor de ese Dios que ella no conoce, o guiada por el diablo... Paulina se ha valido de ella para huir de su casita de campo en Belmira, Antioquia con sus dos pequeños de seis y diez años, lejos...