CAPITULO 81:

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Una taza con café humeante apareció frente a sus ojos, e hizo un ruido sordo en la mesa. Miró a la morena que se lo había dejado no sin cierta indiferencia.

—Lastimó de la peor forma a mi ahijada. ¿Qué le hace pensar, padre, que le diré dónde está?

—Mi deseo de resarcirme. Que tendrá misericordia y permitirá que yo repare el daño hecho de esta forma—rió con sequedad, mientras se sentaba frente a él en la mesa de la finca.

Un precioso terreno que él nunca se había dado la oportunidad de conocer. Bien cuidado por manos femeninas. Manos verracas y echadas pa' lante. Milena no era cualquier mujer debilucha. Era de armas tomar y franqueza de hierro.

—Eso bien puede hacerlo con el Señor, siguiendo su preciosa vocación y no volviendo a seducir mujeres que luego dejará tiradas.

Él bebió del tinto no muy amargo, pero si caliente.

—Sé muy bien el daño que le hice a Paulina, no tiene porque restregármelo en la cara. Vine aquí porque de verdad preciso su ayuda y ella también. De lo contrario no la molestaría con mi presencia.

Milena apretó los dientes.

—Bien me dijo Pao que usted poseía arrogancia y soberbia por su alto puesto, cuando le convenía.

Dejó la taza en la mesa.

—Solo uso recursos para conseguir lo que necesito. Llámelo abusar de mi título de párroco si le place—tomó aire—yo no vine a pelear con usted.

—Yo tampoco. Pero mi amiga está por encima de usted y su papel de cura que merece respeto por la comunidad. Y la defenderé a capa y espada. Llámelo pelear si le place.

Le devolvió la pelota y recargada. El prefirió desarmarle el corazón.

—Esta mañana cuando salí a confesar, se me acercó un hombre—Milena lo miró muy seria—buscaba a Paulina muy desesperado.

Eso pareció captar su interés.

Y que por favor lo hiciera. Porque si Milena no le ayudaba para encontrar a Pao y advertirla, nada podrían hacer, salvo emprender la misma búsqueda que Jesús como si llevara los ojos vendados. Andando por terreno desconocido.

—El nombre del señor es Jesús Pulgarín—la mujer se llevó la mano a la boca—sí. Tuve la misma reacción que usted. Porque supongo que tanto como a mí, Paulina le contó quién fue ese imbécil en su vida.

—Claro que lo hizo—apoyó la cabeza en las manos—el muy desgraciado.

—Quiere a Paulina y no creo que por la forma en que se refirió a ella, sea para amarla. Si tanto daño le hizo espera vengarse y de forma pesimista, matarla. Por eso recurrí a usted. No le di su paradero al hombre aunque sé que ella está en Medellín y en el barrio La América. Pero desconozco donde. Jesús Pulgarín atinó por su cuenta, que ella está donde su tía Ismenia aunque cree que sigue en el barrio antiguo en que residía. No tenemos tiempo.

—Por supuesto que no.

Milena miró a la nada, angustiada. La misma preocupación que él albergaba en el corazón, y es que de solo pensar que ese infeliz le robara la paz y la sonrisa de su rostro, se le congelaba la sangre, y le ardían las manos de anhelar matarlo.

—Le pido que me ayude, Milena. Sé que no merezco nada suyo ni de Paulina. Porque la lastimé de la peor forma. Pero necesito que entienda que yo la amo y si no impidiera que la encuentren.... si a ella le pasa algo...

Le ardieron los ojos.

Muerto en vida quedaría si algo le pasaba a su avecilla. Con dolor podía soportar que lo dejara por estar en paz y porque no podían estar juntos. Pero jamás soportaría perderla a manos de la muerte.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora