Lucía nunca había sido una gran aficionada a las fiestas. A sus 18 años, prefería pasar las noches en casa, sumergida en un buen libro o viendo alguna serie. Sin embargo, aquella noche, su mejor amiga Ximena había insistido tanto en que la acompañara a una fiesta de un conocido que finalmente accedió. Lucía era alegre, con mucha chispa, y aunque le gustaban las cosas tranquilas, también disfrutaba de bailar y divertirse de vez en cuando.
La casa estaba llena de gente y la música retumbaba en cada rincón. Lucía se sentía un poco fuera de lugar, pero se alegraba de ver a Ximena divirtiéndose. Mientras se dirigía a la cocina por una bebida, sus ojos se encontraron con los de un chico alto, de cabello desordenado y ojos oscuros. La mirada de Samuel la atrapó de inmediato.
Samuel, a sus 25 años, era una persona con muchas habilidades. Sabía tocar la guitarra, componía canciones y tenía un trabajo interesante como mezclador de música en un estudio de grabación local. Sin embargo, era muy reservado. Sus amigos siempre decían que tenía un aire de misterio que lo hacía aún más atractivo. Aquella noche había decidido ir a la fiesta para distraerse un poco, sin imaginar que encontraría algo más que simple entretenimiento.
Lucía sonrió tímidamente, sin poder evitarlo. Samuel, sorprendido por la chispa en los ojos de la chica, le devolvió la sonrisa. Se cruzaron varias veces durante la noche, siempre intercambiando miradas y sonrisas. Cada vez que los ojos de Lucía brillaban al verlo, sentía un calor reconfortante que no había experimentado en mucho tiempo.
Cerca de la medianoche, Lucía decidió que era hora de tomar un descanso de la pista de baile. Se dirigió al jardín trasero, donde la música se escuchaba menos y el aire fresco le ayudaba a calmarse. Se apoyó en una barandilla y cerró los ojos, disfrutando del momento. De repente, sintió una presencia a su lado. Abrió los ojos y allí estaba Samuel, mirando el cielo estrellado.
No intercambiaron palabras, pero ambos sintieron una conexión especial en aquel silencio compartido. Samuel le sonrió y Lucía le devolvió la sonrisa. La noche continuó con ambos regresando al bullicio de la fiesta, pero siempre conscientes de la presencia del otro.
**Ximena:** (riendo y acercándose a Lucía) "¡Veo que encontraste algo interesante en esta fiesta!"
**Lucía:** (riendo también) "¿De qué hablas?"
**Ximena:** "Ese chico, el alto de cabello desordenado. No parabas de mirarlo y él a ti."
**Lucía:** (sonrojándose) "Solo intercambiamos algunas sonrisas. Nada más."
Ximena se encogió de hombros, pero le lanzó una mirada de complicidad. La noche avanzó, y aunque Lucía y Samuel no hablaron, ambos sabían que algo había cambiado en sus vidas. Al final de la fiesta, cuando Lucía y Ximena se iban, Lucía se volvió una última vez. Samuel estaba en la puerta, observándola. Le sonrió una vez más y ella le devolvió la sonrisa, sintiendo que esa no sería la última vez que se verían.
Con esa última sonrisa, ambos se despidieron, pero no de la posibilidad de volver a encontrarse. En ese momento, Lucía no sabía que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
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"Sombras y Destellos"
RomansaEn "Sombras y Destellos", seguimos la historia de Lucía, una joven de 18 años que, en una fiesta, conoce a Samuel, un hombre misterioso y carismático de 25 años. A través de miradas y sonrisas, comienzan una conexión inesperada que los lleva a larga...