Capítulo Dos: Imelda

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PARTE I

Septiembre 7, 2001

Todavía no me acostumbro a esta nueva vida. Extraño todo de Acapulco: mi casa, mi familia, mis amigos, la prepa, la comida, ¡la playa! En fin, que extraño todo.

Recién comenzaron las clases y no ha sido mejor, en la prepa era destacado, pero parece que acá, a este nivel y con tanta exigencia, sólo soy un estudiante promedio. Apenas he hecho un amigo: Eduardo. Por lo demás, percibo un ambiente de alta competitividad, como que todos nos quedamos con la inercia del curso propedéutico, y hay mucho nerviosismo porque este semestre llevamos una de esas materias que son conocidas como filtros porque sirven para que los que no tengan aptitud, reprueben y salgan de la carrera. La materia es Crítica Literaria, y aunque está difícil, la encuentro muy interesante, pero tendré que esforzarme porque hay compañeros brillantes como Julieta y también está esa chica, Imelda. Es la mejor de la clase.

Septiembre, 10

He estado fijándome en Imelda ¡Es tan hermosa! Además es buena en todas las asignaturas y a todos les cae bien. Sé que por lo menos tres de mis compañeros quieren con ella, y también algunos de otros semestres. Y parece que ni se enterara. La veo segura, como si fuera la directora de la facultad. Aunque también es amable, y sonríe con frecuencia. Sí, la observo, pero he guardado mi distancia tanto como puedo. Apenas y hemos platicado un par de veces, y me parece que le caigo bien.

Hoy estábamos comentando el tema de la clase y apareció el "Chief", y la abordó descaradamente robándome su atención. La vi muy risueña con él y me dio coraje. Un sentimiento que identifiqué como envidia de pensar que él le guste a ella y de que pueda conquistarla ¡porque no la merece! ¡Es que es tan perfecta! ¿Pero qué estoy diciendo? Yo tengo novia, así que no debería importarme.

La cosa es que me importa.

Septiembre, 11

¡Derribaron las torres gemelas!

Esa fue la noticia de hoy en todo el mundo. Estábamos en Antropología Cultural, y salí a echarme agua en la cara para espantarme el sueño, y al volver al salón vi a todos de pie mirando la televisión ¡Nadie podía creerlo! Dicen que alguien gritó desde la puerta del aula "¡Se están quemando las Torres Gemelas, prendan la tele!" y entonces todos perdieron el interés de seguir en clase.

Las imágenes eran escalofriantes, por decir lo menos. Los gigantescos edificios humeaban esparciendo un par de negras cabelleras al horizonte, en tanto que un helicóptero de un canal de noticias volaba alrededor y captaba en vivo el momento en que un hombre se lanzaba al vacío desde una altura de unos setenta pisos. Tal era la desesperación y pánico de aquella pobre gente, quizá tan enorme como la impotencia de todos los que mirábamos.

Hay mucha inquietud sobre el futuro, particularmente sobre la forma en que los Estados Unidos reaccionarán ante esto. Se habla de una Tercera Guerra Mundial, lo cual me parece exagerado, pero no imposible.

Llamé a Laura y nuestro tema de conversación fue el atentado. La sentí nerviosa.

Ha sido un día muy raro y entre todo lo que sucedió, ni tuve tiempo de pensar en Imelda, hasta ahorita.

Septiembre, 14

Hoy nos tocó clase en El Comentario. Como Mayté anda de visita por acá, la pude convencer de que me prestara la camioneta (quizá podría llevarme a Imelda).

La busqué pero quién sabe dónde se metió. Tan pronto acabó la hora, ella tomó sus cosas y salió como si tuviera mucha prisa (¿la estaría esperando alguien?). Pensaba en eso cuando Eduardo y Mau llegaron a pedirme el aventón (¿Cómo lo supieron?) sin un ápice de discreción porque pronto alguien más anunció en voz alta que yo tenía coche y acabé siendo chofer de transporte escolar. Lo peor fue que no supe más de Imelda hasta que la vi en el periódico.

Mirarme en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora