CAPITULO 86:

45 5 5
                                    

Con el favor de Dios, como si Él estuviese de parte de ambos y quisiera hacer de cupido en la relación, los papeleos para llevar a la notaría, marcharon la mar de bien. Los tres: Paulina, su amiga y él, partieron temprano en la mañana rumbo a Belmira por ser el destino más cercano. Desayunaron en carretera, y fue parada obligatoria una vez en el pueblo, visitar el cementerio para que su pequeña se despidiera para siempre de su madre y un poco a regañadientes, le anunciara que la perdonaba por todo el daño hecho, pues ella no quería cargar con el odio dentro del corazón. Y fue la mejor decisión que pudo tomar, porque el rencor era como un veneno que en lugar de perjudicar a la persona que se odiaba, intoxicaba a quien lo portaba; el no quería que su avecilla siguiera albergando esos malos sentimientos. Detrás de ella junto a la tumba, la vio despedirse también de su abuela Edilma a quien consideró una segunda mamá; y la recibió en brazos, besándole la sien, susurrándole lo orgulloso que estaba de ella.

Con un documento dado de la notaría como comprobante, fueron al registro civil del pueblo para sacar los registros civiles de los tres y demás documentos necesarios para el matrimonio. A una sugerencia de Milena de ir a su anterior hogar, Pao se rehusó, teniendo tantísimos recuerdos en ese lugar que no quería revivir, y a él le pareció la mejor decisión. Solo antes de marcharse rumbo a Yarumal en busca de los papeles que a él le faltaban, hicieron una parada en una casita del parque, donde una mujer igual de joven que Paulina la estrechó en brazos emocionada. Para luego darle lo que se vio como una mala noticia.

FLASHBACK:

—¿Cómo es que Estrella ya no está, Maryuri? ¿Qué fue lo que pasó?—escuchó él, mientras Paulina parecía contrariada.

La mujer que estaba junto a ella, sostenía de la mano a una pequeña posiblemente de la edad de Jero.

—¡¿Qué?! Tu padrastro, eso fue lo que pasó. O eso creemos todos en el pueblo. Según rumores se encontraron rastros de él en la casa de Estrella y señales de violencia antes de matarla. La policía lo anda buscando porque parece que era su amante y la visitaba demasiado. Están cien por ciento seguros de que fue él quien la mató.

Vio a su avecilla llevarse la mano a la frente.

—No puedo creer que las cosas terminaran así, solo por pedirle ayuda.

Milena le señaló con la mirada la conversación de ambas, sin comprender, y él no pudo hacer más que alzar los hombros. Porque tampoco comprendía de qué iba y quién era la tal Estrella.

—Mírale el lado bueno, Paulina. Conseguiste huir de él y estás a salvo. El remedio sirvió.

—¡Sí! ¿pero a qué costo? Jesús descubrió a quien le había pedido ayuda y fue a cobrársela cara. Ahora Estrella no está.

La otra mujer chasqueó la lengua.

—Fue él, o habría sido alguien más. Si tu padrastro no la hubiese matado, alguien igual de ardido lo habría hecho. Y ella lo sabía. Es una lastima todo esto. Y peor que ni la dejen descansar junto con el resto de difuntos porque la consideraban hija del diablo.

Eso captó su atención.

¿Pao había hecho algún trato con brujas?

—Dios es más misericordioso que el resto de nosotros, esperemos que el si la haya recibido en su Santa Gloria—la mirada de la mujer se encontró con la suya y sonrió amable—tu por otro lado... te veo muy bien acompañada y muy hermosa.

Paulina entonces volteó a verlo y extendió la mano para que se acercara.

—Con la persona que Dios fue misericordioso fue conmigo—él la rodeó con el brazo—Maryuri, te presento a mi prometido Abel Cardona—extendió la mano cordial—mi amor, ella es una amiga. Me ayudó mucho para escapar de Jesús. Le compraba el revuelto a mi madre y después a mi, aquí en el pueblo.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora