CAPITULO 87:

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A causa de un aguacero durante la tarde y parte de la noche, más derrumbes en el camino, se vieron obligados a quedarse amaneciendo en Yarumal en compañía de la familia de Abel. Los documentos habían quedado hechos, pero era mejor no arriesgarse, cuando tenían donde descansar, y una oportunidad también de que su prometido estuviera con la familia a la que por la vocación de antes no podía ver mucho. Cenaron todos juntos y se habían quedado hasta las once compartiendo chistes en la sala, para que al final la cuñada de Abel les mostrara donde dormirían. Los niños de la pareja en el cuarto con sus padres para que la habitación quedara libre a su amiga Milena. Y la habitación de Abel para ellos dos.

Todos fueron amables con ella durante la velada, acogiéndola como si fuese parte de la familia desde siempre. Les sirvieron una cena deliciosa, los sobrinos de Abel la hicieron partícipe de sus juegos y aventuras, y hasta pudo conocer secretos sobre su novio y la infancia que había tenido, a través de fotografías. Pudo comprobar que de verdad aunque él era un hombre muy serio, conservaba todavía un poco de ese niño travieso que entre risas le dijera William que era.

Solo cuando la lluvia arreció con más fuerza se retiraron a descansar, poniéndose una pijama que Luz Marina le prestó, y arreglándose los cabellos enredados en el espejo. Se metieron entre las mantas y él sin más se foquió. ¿Pero ella? Completamente despierta a pesar del cansancio. Sintió dar las doce, las doce treinta, la una de la madrugada, y ahora también la una y treinta. La loca de la casa se le desviroló sin dejarla conciliar el descanso. Y era que infinidad de cosas la preocupaban concerniente a ese matrimonio tan anhelado y aún tan lejano. Como el si estarían haciendo lo correcto, que pensaba Abel de todo lo que se les venía encima, y si al final... acabado el entusiasmo por la reciente renuncia y el deleitarse en su amor sin impedimentos, no se volvería todo una monotonía y él se aburriría.

Un movimiento de la cama, le avisó que él se había girado en su dirección, y que a su vez, había descubierto que ella estaba desvelada mirando el techo y el bombillo en ese momento apagado.

—Mi amor, ¿te encuentras bien? ¿Qué haces despierta?

Paulina sonrió levemente cuando él le besó el hombro con ternura y la rodeó con el brazo en la cintura.

—Pensaba. Pensaba en todo lo que se nos avecina con la boda. No he podido dormir nada—susurró.

Afuera ladró un perro tras el sonido de un trueno.

—¿Por qué? ¿Qué te preocupa?

Se dio la vuelta para verlo de frente, sintiendo sus ojos esmeralda contemplándola en la oscuridad. Sus fuertes brazos la rodearon más, luego de cubrirla mejor con las cobijas. Ella tomó una de esas manos, besándole los dedos.

—¿Tu de verdad estás seguro de lo que vamos a hacer? De todos los papeles que se reúnen para ese gran paso. Lo que se nos viene.

—¿La boda?

Suspiró.

—La boda. ¿Lo estás?

Él apoyó la cabeza en el brazo, completamente despierto.

—¿Qué clase de pregunta es esa y a la una de la mañana? ¿Qué es lo que te inquieta de que vayamos a casarnos?

Pao eludió verlo y se mordisqueó un uñero del dedo pulgar. Costumbre que desde niña tenía cuando estaba nerviosa y que no había dejado a pesar del tiempo y las circunstancias. Sin embargo le confesó sus temores.

—Es que cuando nos retrasaron un poco en la registraduría de Yarumal, te vi frustrado. Como impaciente. Y me supuse que algo no iba bien—le acarició el brazo, donde la camiseta no cubría—debe ser duro para ti cambiar de la noche a la mañana. Dejar la iglesia atrás. Los días de confesiones y ceremonias. Todo volcado solo para seguirme a mi. A esto.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora