Taeyong ya estaba sonriendo mientras estacionaba su auto frente a la pintoresca casita que él y Jaehyun habían comprado juntos hacía tres semanas atrás. Era mucho más pequeña que la anterior –la que él les había dado a Miyeon y a su hijo– pero se sentía más como un hogar. Taeyong siquiera podía explicar por qué esta casa le gustaba mucho más que su antigua casa. Sospechaba que podría ser porque él y Jaehyun la habían comprado juntos, para ellos. La idea lo calentaba tanto por dentro que ni siquiera sentía el viento frío de febrero.
Joder, a veces se sentía tan culpable por ser feliz alejado de su hijo y de Miyeon. Parte de él los extrañaba, pero vivir con Jaehyun era todo lo que él ni sabía que deseaba. Había algo sobre compartir una casa con Jaehyun que se sentía dolorosamente bien y perfecto. Incluso el pensar en que estaba esperándolo en casa mejoraba su humor enormemente. Jaehyun por lo general llegaba a casa después que él, pero esta vez el entrenador había hecho un entrenamiento más largo.
Taeyong abrió la puerta y entró en la casa. Se deslizó fuera de su chaqueta y pateó sus botas antes de entrar en la sala de estar.
Jaehyun estaba tumbado en el sofá, un par de gafas de montura fina reposando en su nariz mientras leía algo en su tablet, un pequeño surco entre sus cejas oscuras. Llevaba un grueso suéter azul que parecía cómodo y pantalones de chándal grises. Taeyong quería treparse en él.
Así que lo hizo. Taeyong corrió y saltó sobre él.
Jaehyun no parecía impresionado. —Jodido infierno, casi me rompes las costillas.
—Oh, Cállate. ¡No peso nada! —Taeyong enterró su cara en el suéter de Jaehyun y suspiró feliz. Realmente era tan suave e increíble como él había esperado.
Jaehyun soltó un bufido. —Sí, setenta y dos kilos y medio de nada.
—Setenta y dos kilos y medio de fabulosidad.
Aunque no podía ver a Jaehyun, sabía que estaría rodando sus ojos.
—Yo estaba trabajando —Jaehyun dijo enfáticamente.
—Estás en casa y mañana es tu día de descanso.
—Sabes que estamos cortos de personal por la crisis de lesiones.
Taeyong hizo una mueca. Era un eufemismo. El club nunca había tenido a tantos jugadores lesionados al mismo tiempo.
—Tae, yo estaba trabajando —Jaehyun dijo de nuevo.
—Sí, pero ahora estoy aquí.
Jaehyun se rio, sus fuertes dedos acariciando la nuca de Taeyong. —Eres imposible.
Los dedos de los pies se le cerraron por el afecto y el amor no disimulado en la voz de Jaehyun. —Enserio, —murmuró y levantó la cabeza para mirar a Jaehyun—. Apenas te veo en el centro médico. Siempre estás ocupado. Y a la impostora no le gusta cuando voy por allí.
—No la llames así, —Jaehyun le reprendió suavemente, quitándose las gafas—. La Dra. Sharon es una excelente médica. —Jaehyun hizo una mueca ligera—. Ya es bastante malo con el personal. Todo el personal médico sabe que ella se va a ir al final de la temporada y que yo voy a volver a ser su jefe.
—Ah, —Taeyong dijo, cruzando los brazos sobre el pecho de Jaehyun y descansando su barbilla en ellos—. Es bastante raro para todos, ¿eh?
—Eso también, —dijo Jaehyun, pasando los dedos por el cabello de Taeyong—. Pero por sobre todo, yo no quiero socavar su autoridad.
—Ellos te tienen en mayor consideración.
Jaehyun asintió.
—Bueno, deberían hacerlo, —dijo Taeyong—. Nunca tuvimos tantas lesiones cuando tú eras el médico principal del Club. En serio, ¡nos estamos volviendo peores que Arsenal! La mitad del equipo está fuera por lesiones. Ella debe haber estado haciendo algo mal. Eres mejor doctor, y más inteligente, y–