Mi nombre es Malih, mi vida entera ha girado entorno al pueblo en el que me crie, y en el cual no había sido capaz de ver más allá de sus fronteras. Si tuviese que definir mis días en aquel pueblo pequeño y lejano de Turquía, seria "Confusión" ya que siempre sentí cierta duda hacia las costumbres que regían el estilo de vida del mismo.
Mi padre, un erudito musulmán ortodoxo, siempre había sido un pilar de sabiduría y fe en nuestro hogar, un hombre serio y tan terco como una mula, los pocos recuerdos que tengo asociados con él, vienen acompañados únicamente de consejos y charlas con respecto a nuestra religión. En contraparte, mi madre, una mujer colombiana que dejo su país natal por el amor que sintió al conocer a mi padre. Suena bastante alocado y arriesgado, pero así era ella, una persona extrovertida, con un espíritu indomable, que irradiaba alegría y emoción a cualquier sitio que visitaba, lo que ocasionaba ciertas miradas de prejuicios del resto de habitantes del pueblo, pero a diferencia de mi padre, a mi madre nunca le importaron. Crecí atrapado entre esos dos mundos, en admirar la forma espontanea de mi madre, y en seguir las normas y devociones enseñadas por mi padre.
Mi hermana menor, Farah, era tan alegre y extrovertida como su nombre lo indicaba, ella era la viva imagen de mi madre. Desde que nació, su risa resonaba con intensidad y alegría por los pasillos de nuestra de casa. Y aunque nuestro padre en muchas ocasiones le reprochaba su forma de ser, Farah era el tipo de persona que era capaz de sacarle una sonrisa a un viejo amargado como lo era nuestro padre. Mi hermana sin dudarlo, era mi persona favorita en el mundo, aunque éramos muy diferentes, compartíamos un vínculo que iba más allá de las palabras. Yo, insípido e introspectivo y lleno de preguntas sin respuestas, y ella, pura y despreocupada, confiando en el mundo con una fe ciega que a veces yo envidiaba.
Desde que tengo uso de mi razón, para pensar por mi mismo, sentí una especie de voz en mi interior, era silenciosa, pero ahí estaba, cuestionando todo lo que me rodeaba. Sin embargo, nunca había dejado que esas dudas que invadían mi mente, fuesen mayor al respeto que sentía por nuestras creencias y tradiciones. Mi padre me enseño a rezar, y no hubo día que no hiciera con mi total fe, mi padre me enseño del Ramadán, y a seguir las normas del Islam, y no hubo día que no intentara imitar cada acto que él me enseñara.
Estaba lleno de preguntas y cuestionamientos, y creo que en el fondo no era del todo feliz, pero era una vida bastante cómoda para mi. Pero todo cambio aquel maldito día que no acompañe a mi hermana a la escuela de danza...
Era una mañana como cualquier otra, llena de la monotonía familiar y la calma antes del bullicio diario. Yo me encontraba en pleno Ramadán, junto a mi padre. Cuando Farah se acerco a nosotros para pedirme que la acompañara a su escuela de danza, lo cual molesto a mi padre, ya que a este no le gustaba que lo interrumpieran en sus oraciones. Yo dude acerca acompañarla, pero decidí quedarme a completar el Ramadán, y también, porque sabia que el no hacerlo, traería molestias y discusiones en mi hogar. Farah, sin más alternativas, se despidió de nosotros con su usual alegría, con la promesa que nos veríamos más tarde. No se como explicar lo que sentí al momento que mi hermana se despidió de mi, quizás era mi intuición, o una premonición oscura, pero algo adentro de mi, me pedía a gritos que no la dejara ir sola, pero yo no la escuche, y al día de hoy, aun me odio por eso.
Esa tarde, la angustia recorrió las paredes de mi hogar, cuando mi madre gritaba con desesperación, Farah no había vuelto de sus clases, lo cual no era típico de ella, y ni siquiera respondía las llamadas, fue entonces que aquella voz en mi interior me pidió... no, me suplico que corriera a buscarla, y eso hice. Corrí lo más rápido que pude hasta su escuela, pero esta se encontraba cerrada, y el vigilante me dijo que las clases habían terminado hace horas. Esto hizo que mi preocupación se incrementara, y seguí corriendo por las calles del pueblo gritando su nombre.
Entre la multitud de personas, que se encontraban en el centro del pueblo, mi abría paso con las pocas energías que me quedaban, fue entonces cuando lo escuche, aquel grito que se distinguió entre el bullicio de la multitud, era débil y silencioso, pero aun así logro llamar mi atención.
- ¡Malih! - Grito mi hermana con las pocas fuerzas que le quedaba, dijo mi nombre antes desmayarse enfrente mío. Sin pensarlo corrí a auxiliarla, su estado era deplorable, su cuerpo estaba sucio, lleno de heridas y sangre. Su ropa estaba totalmente rasgada y no tenia ropa interior, tome camisa y con ella tape el cuerpo malherido y desnudo de mi hermana, Farah había sido violada. La tome en mis brazos, y con lagrima en mis ojos, la cargue para llevarla al hospital. Todos ahí miraban fijamente, y lo que yo pensaba que eran miradas de preocupación y terror por lo que había sucedido, tiempo después me entere que en realidad sus miradas de juzga y deshonra.