36. Andrew

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El ensayo había salido fatal

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El ensayo había salido fatal. Estaba avergonzado por todo. Por mi actitud hacia Abril, por el ridículo que había hecho en el ensayo, por haberle gritado a Lío... estaba perdiendo el norte y eso podía ser fatal. Así que cuando huí del local, me fui directo hacia el puerto, ya que el mar siempre me daba esa tranquilidad que necesitaba en mis días más complicados. Observé los barcos, las gaviotas intentando robar los peces de los barcos pesqueros, los ferris que se iban hacia el Reino Unido... en unos días cogeríamos una de esas embarcaciones y dejaríamos Irlanda atrás. Iba a echar muchísimo de menos ese país, sobre todo a mi familia, ya que estar con ellos en Dublín fue como un soplo de aire fresco. Un soplo que necesitaba como el respirar.

Me habría encantado volver a esos días en Dublín, en concreto, me habría encantado volver al día de la fuga, cuando nos fuimos a la playa y nos pasamos la noche observando las estrellas. Bueno, en realidad era Abril quién miraba las estrellas porque yo tan solo tenía ojos para ella.

—Soy un puto imbécil —espeté mientras observaba los barcos que dejaban el puerto.

Me sentía horrible por estar tratando a Abril de esa manera pero es que me jodía tanto verla con el atontado que... encima tuvo los ovarios de llevarlo al ensayo y eso me cabreó muchísimo más de lo que esperaba. Después de confesarle a Lío lo que sentía realmente, pensé en intentar actuar con naturalidad y no hacerle ver a Abril que me dolía toda esa situación. Sin embargo, al verla besándose con el atontado en el desayuno, deseché cualquier idea de actuar con naturalidad. No podía fingir que no me importaba, era imposible hacerlo porque sí que me importaba que ese tío estuviese allí. Me importaba y me jodía. Y por culpa de mi actitud de mierda, la estaba perdiendo otra vez.

No negaré que toda esa situación me la había buscado yo solito. Había empezado un juego peligroso al que Abril parecía dispuesta a jugar; quizá si yo no hubiese empezado a jugar, ella no me habría seguido, no se habría dejado llevar tanto. Habíamos empezado a jugar con fuego y nos estábamos quemando, sobre todo yo.

Mientras estaba en el puerto, no podía dejar de pensar en los ojitos llenos de pena que me miraban como si le estuviese arrancando el corazón. Me dolió verla así, tan triste, tan perdida, sin entender la razón de mi actitud. Le habría gritado que la quería, que lo único que me pasaba era que no había podido superar lo nuestro y que seguía amándola como el primer día. Pero no lo hice, me callé porque allí estaba el atontado y sabía que dijese lo que dijese ella correría a sus brazos. Porque yo ya no tenía derecho a decirle esas cosas. Así que debía callarme, debía tragarme todos mis sentimientos y fingir que todo estaba bien cuando en realidad me estaba muriendo por dentro. O quizá lo mejor era ignorarla tal y como había estado haciendo durante el día anterior. Porque al ignorarla, podría construir un caparazón para mi corazón y así evitar que se volviera a romper en mil pedazos.

Ya estaba oscureciendo cuando volví al hotel, miré a lo lejos el restaurante y los vi todos allí, incluida Abril, que estaba charlando animada con Keyla. Ya no parecía tan triste como horas antes, se reía de algo que le estaban contando; mostrando una sonrisa fantástica que me ablandó el corazón. Keyla levantó la vista y me vio; me hizo un pequeño gesto con la mano para que me acercara pero no estaba de humor, así que negué con la cabeza y subí a mi habitación. Tenía que concentrarme para el concierto del día siguiente, porque si salía tan mal como el ensayo... iba a ser mi funeral; no podía fallar a nuestros seguidores, a ellos no.

Siempre nos quedará Edimburgo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora