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Cuando era pequeña, la madre de Catalina solía leerle libros antes de dormir. Fuera de todos los libros que le había leído, su favorito siempre fue un libro francés llamado El Principito. Cada noche le rogaba a su madre que se lo lea, pero la mujer le decía que si lo leía cada noche, dejaría de ser tan especial para ella.

Catalina lo dudaba. Creía que era imposible que dejara de estar enamorada de esa historia, la cual entendía tan bien. Una historia que la llevo a ser curiosa, pero satisfecha, de este mundo a la vez. Pero como siempre lo hacia a esa edad, antes de tener morales o pensamientos que no habían sido creados para ella, obedecía los deseos de la mujer felizmente.

Cuando llego a la edad en la cual fue capaz de leer con fluidez ella sola, ya no necesitaba a su madre. Y lenta pero seguramente, el libro llego a la vida para ella de una forma que nunca pudo cuando su madre se lo leía. Entendía el libro mejor sin la voz de su madre contaminando las palabras con su propio estilo. Cada vez que lo leía, se enamoraba más de la idea del amor.

No era una historia de amor, sabia aun a tan corta edad que era mucho más que eso. Cuando le preguntaba a otros, su madre, sus amigas y otras de ese tipo lo que les gustaba del cuento, decían la Rosa. Siempre la Rosa y como el Principito la adoraba tanto por lo hermosa que era. A Catalina también le gustaba eso sobre el cuento. Ella, como todas las demás, disfrutaba la idea de ser amada por su belleza.

Pero algo en la manera en la que el Zorro permitía tener su corazón roto por el Principito la desconcertaba profundamente. Quería saber que conduciría a una persona (o a un zorro) a ser domado, solo para terminar roto y abandonado por la persona que lo hizo tan especial. Le preocupaba y confundía que alguien permitiría a la persona que cambio el significado de todo dejarlo a tan buena voluntad.

Quería ser valiente como eso. Quería ser valiente a la cara de una muerte segura. Catalina quería ser capaz de seguir de pie en el ultimo pedazo de tierra y verla desmoronarse a pedazos bajo su mirada, pero sonreír por lo que tuvo. Quería ser valiente como el Zorro y hermosa como la Rosa.

Pero mayormente, quería ser justo como el Principito y entender todo lo que aun no se entendía en el mundo.

Y mientras crecía, comenzó a darse cuenta de que tal vez no podía entender todo, pero lo suficientemente lento, estaba empezando a entender exactamente lo que era el amor.

Todo gracias a ese príncipe que la domó.

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Disclaimer: no soy dueña de los jugadores de La Roja, obviamente. Lo único que me pertenece es el personaje de Catalina Vargas, y todo lo que tenga que ver con ella.

Twitter: @obrienismyall

wild hearts » ch. aránguizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora