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La noche caía sobre la ciudad, envolviéndola en un manto de oscuridad y misterio. Las estrellas brillaban intensamente en el cielo, como si quisieran iluminar el camino de los solitarios transeúntes. Entre ellos se encontraba Suguru Geto, un joven hechicero de cabello oscuro y ojos color ámbar, que caminaba con paso firme por las calles empedradas.
Su mente estaba ocupada con pensamientos sobre la próxima misión que debía llevar a cabo. Era una misión peligrosa, pero Geto estaba decidido a completarla. Sabía que era su deber proteger al mundo de las maldiciones, y no dudaría en poner en riesgo su propia vida si fuera necesario.
De repente, Geto se detuvo en seco. Su mirada había sido captada por una figura que se encontraba sentada en un banco del parque. Era una mujer joven, de cabello largo y negro como la noche, y ojos azules como el cielo. Su belleza era etérea, como la de una estrella fugaz.
Geto se sintió inmediatamente atraído por ella, y no pudo evitar acercarse. La mujer no lo miró cuando se sentó a su lado, pero Geto no se sintió intimidado. En cambio, sintió una extraña sensación de paz y tranquilidad a su lado.
"¿Cómo te llamas?", preguntó Geto en voz baja.
"Lia", respondió la mujer con una voz suave como el susurro del viento.
"¿Qué haces aquí sola?", preguntó Geto.
"Observando las estrellas", respondió Lia. "Me gusta ver cómo brillan en la oscuridad."
Geto sonrió. "A mi también me gusta observar las estrellas. Me recuerdan que hay algo más en el mundo que la oscuridad y la maldición."
Lia miró a Geto a los ojos. "Tienes razón", dijo. "Siempre hay esperanza, incluso en la oscuridad más profunda."
Geto y Lia hablaron durante horas, contándose historias sobre sus vidas y sus sueños. Geto se dio cuenta de que nunca había conocido a alguien como Lia. Era inteligente, amable y compasiva, y tenía una forma de ver el mundo que le inspiraba.
Cuando llegó el momento de separarse, Geto se sintió triste. Sabía que no volvería a ver a Lia, pero se llevó consigo el recuerdo de su sonrisa y sus palabras de esperanza.
Mientras caminaba de regreso a su casa, Geto miró hacia el cielo nocturno. Las estrellas brillaban aún más intensamente que antes, y Geto supo que Lia tenía razón. Siempre había esperanza, incluso en la oscuridad más profunda.
Fin
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Etoile (Suguru Geto x oc)
RomanceAunque creas que todo está perdido es posible que todavía exista esperanza