Capítulo 7.

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Mai movió la lavadora; intentó hacer el menor ruido para no alertar a Nataniel. Entró por el agujero de la pared; la oscuridad la envolvía.

Observó el altar; en la pared estaba un gran símbolo de color rojo y algunas velas encendidas.

Mai se acercó a una mesa, en la cual estaba un recipiente con sangre. Estaba segura de que era eso porque Nataniel ya le había quitado a ella. La sangre en el recipiente estaba seca y oscura, con un olor fétido que llenaba toda la habitación. Pero el olor no solo venía del recipiente.

Giró lentamente hacia la izquierda, y ante sus ojos apareció una escena horripilante. Evangeline, o, mejor dicho, las extremidades de Evangeline, estaban colgadas en la pared, sin orden específico.

Mai aguanta las arcadas. La piel de las extremidades estaba de un color grisáceo y una textura quebradiza y apergaminada debido a las condiciones de temperatura y humedad en el lugar. Además, podían verse venas y tendones expuestos.

—Que asco. Esto es inhumano —susurró con ira.

—Lo sé, pero así lo quiso mi colega.

Nataniel estaba detrás de ella, con una escalofriante sonrisa. Los ojos, antes marrones, ahora parecían tener un brillo rojo.

Mai lo miró con valentía. No se mostró débil ante él.

Mientras tanto, en la penumbra del pasillo, la cuerda colgaba del techo como una serpiente en espera. Gale, con la respiración contenida, se acercó y sus dedos rozaron la textura áspera. Con un tirón firme, el mecanismo oculto en las sombras del ático cobró vida y la trampilla se abrió con un quejido, revelando la escalera plegable que ascendía hacia el ático.

—Sube pues —exclamó Leysi.

Gale subió las escaleras, con una sonrisa, ya que por fin podría sacar a su hermana de este maldito lugar. Al entrar en el ático, todo estaba oscuro.

Leysi, detrás de ella, sacó el encendedor que tenía en su bolsillo para prender los cigarrillos, e iluminaba un poco.

—Huele horrendo —dijo asqueada.

—Enciende esto —Gale tenía suerte; pudo encontrar una vela apenas entró.

La vela ilumino el área en la que estaban, dio un paso al frente y su pie chocó con algo duro. Se agacho con curiosidad de saber con qué casi tropieza.

Gale quedó paralizada al ver el rostro de su hermana, ausente de ojos y una expresión vacía. Se llevó una mano a la boca para ahogar un grito de horror y sorpresa, y sintió que el estómago se le revolvía por la combinación de emociones que la invadieron.

Leysi abrió la boca con sorpresa. Sin embargo, no tenían tiempo que perder.

—¡¡ESCONDANSE!!, ¡VA POR USTEDES! —gritó Mai, alto y rápido, con desesperación.

Gale entró en shock, sus lágrimas salían y su cuerpo temblaba. Leysi con velocidad cerró la puerta del ático junto con la escalera, agarró a Gale y la jaló hasta estar detrás de un montón de cajas polvorientas. Leysi la abrazó con fuerza.

—Silencio, silencio —susurró acariciando su cabello.

Leysi se percató de una grieta pequeña en el suelo; se agachó lo suficiente para ver por esta, solo uno de sus ojos podría ver lo que sucedía en el piso de abajo.

Vio como Nataniel abría de una patada la puerta de una habitación, buscándolas con furia; luego siguió entrando a las siguientes habitaciones.

Tenía en el rostro un rasguño; la marca empezaba desde la parte superior de su párpado y bajaba hasta una esquina de sus labios, dejando un rastro de sangre a su paso.

—Mai rasguño a Nataniel. Sabía que esas uñas largas podían servir para algo más que solo lucirlas —murmuró.

—Puede que esté muerta —sollozó.

Leysi la abrazó; Gale escondió su rostro en el cuello de ella. Lloro en silencio, con el cuerpo de Nova a solo un metro de distancia. El hedor putrefacto se metía en sus fosas nasales.

—Estaremos bien... yo te cuido, tonta.

Esas mismas palabras usó la madre de Leysi el día que su padre la asesinó. Los recuerdos llegaron a su mente como un golpe al oír el sollozo de Gale.

Esa vez, su padre iba por ella, no por su madre, pero ella se atravesó en el enfrentamiento, y murió desangrada. Fue su culpa, y no dejaría que alguien más se sacrificara por ella.

—Pensaba que el olor era por algún animal muerto...

—Lleva días muerta, el olor es muy fuerte, su piel está pálida, está empezando a descomponerse... y la sangre está seca —recalcó Leysi.

—El día que llegue, la sangre goteaba de las orillas de la puerta. Después de contarles que yo vendría, no la vieron más.

—Supongo que la mataron ese mismo día.

—Entonces, ¿con quién hablaba por la puerta? Tú... tú la escuchaste también —dijo temblorosa.

—Si yo escuché su voz ronca... no era ella...

Laysi la apretó en sus brazos. Solo esperaba que Mai, con aquel rasguño que le hizo a Nataniel, pudiera huir. Pero no fue así.

Mai tenía las manos y los tobillos atados con una cuerda. Los párpados oscurecidos y la mirada fija hacia adelante transmitían una atmósfera sombría.

—Te matare, Nataniel.

—No. Yo te mataré a ti.

Nataniel agarró el cabello de Mai, arrastrándola por el suelo de tierra. Aunque el lugar era pequeño, Mai sintió que la arrastraba por mucho tiempo.

—Él ya no quiere tu sangre, quiere verte sufrir —sonrió mostrando los dientes.

La puso de pie; ella, manteniendo la mirada en alto, recibió un golpe en la mandíbula que la tiró al suelo. La fuerza de Nataniel era excesiva.

Sintió una intensa punzada de dolor en la mandíbula; la dislocó; aún así, Mai, no mostró la agonía que experimentaba.

—¡Que comience el espectáculo, Mai!

Mientras ella estaba en el suelo, Nataniel la pateaba en el abdomen repetidas veces. Se veía feliz haciéndolo; él y la sombra que estaba detrás, disfrutaban verla sufrir.

Nataniel pateó su costado; lo hizo tan fuerte que le rompió algo. Mai gritó con dolor al sentir como se rompía un par de sus costillas.

Lo peor era ver que el rasguño que le hizo en el rostro desaparecía lentamente. Se estaba curando.

Apretó los dientes y se levantó con velocidad. Aun con las manos y tobillos amarrados, se lanzó a Nataniel.

Con sus antebrazos le golpeó la cabeza, y hábilmente le dio un codazo en el estómago. Él extendió su mano, y Mai clavó sus largas uñas en su piel.

—Ve con tu madre, Mai —murmuró la sombra infernal.

—¡Ve tú con tu padre! 


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Nota de la autora: ¡Holiss! Quiero compartir que el próximo capítulo marcará el final de esta Historia corta.

Un abrazo gigante a la primera persona que lea esto. ¡Gracias por estar aquí!

El Hedor Del ÁticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora