Los agitados pasos de Alexander Hall resonaban a lo largo del pasillo de la mansión. Llegó con rapidez a su despacho con el ceño fruncido encontrando que la estancia no estaba vacía. Noah se encontraba sentado en su enorme sillón, sosteniendo un ancho vaso que contenía un poco de su carísima bebida.
—Acabo de descubrir que no me gusta que me hagan esperar.—dijo Noah sin mirar al señor Hall.— Sobre todo si tengo algo importante que decir.
Alexander alzó el mentón con superioridad mirando al joven con arrogancia.
—Yo hace tiempo sé que no me gusta que agarren mis cosas sin permiso.—dijo Alexander acercándose a su mueble bar.
—¿Quién es la chica?—preguntó Noah antes de tomar todo el contenido del vaso de un trago.
—¿De qué chica me estás hablando?
—Lo sabes perfectamente, la chica a la que renegaste de esta manada desde que nació.—dijo Noah mirando por primera vez a Alexander.
—Desde que nació no, ya tenía varios años. No sé muy bien cuántos y tampoco me interesa.—contestó el hombre mientras se servía un vaso de coñac.
—¿Por qué? —dijo Noah acercándose a él.
—Has dejado que se transforme, y gracias a ti ahora pertenece a esta manada. Realmente no sabes lo que has hecho. Esa aberración no debería formar parte de nosotros.
En cuanto Noah lo escuchó, golpeó con fuerza la mesa con el vaso, haciendo que se rompiera en pedazos. Algunos de los cristales cayeron al suelo, y otros quedaron clavados en la mano del joven, que ni siquiera se inmuto en cuanto la sangre comenzó a brotar por sus heridas.
Noah gruñó con furia contenida al escuchar las palabras despectivas que Alexander había proferido sobre la mujer que ocupaba su corazón. Sus ojos ambarinos centelleaban con una mezcla de dolor y rabia mientras se acercaba a su predecesor. La tensión en el aire era palpable.
—¡No tienes derecho a hablar así de ella, Alexander!— exclamó Noah, con un gruñido profundo que resonaba en la oscura habitación.
Alexander, con su mirada llena de arrogancia, respondió con una risa burlona.
—¿Y qué vas a hacer al respecto, cachorro? ¿Atacarme?
La ira rugía en el pecho de Noah, pero luchaba por mantener el control. Se esforzó por recordar la responsabilidad que cargaba como líder de la manada y la necesidad de evitar un conflicto innecesario. Sin embargo, la deshonra a la que Alexander había sometido a su amada hacía arder su sangre.
El joven licántropo se adelantó con determinación, pero en lugar de lanzarse descontroladamente sobre Alexander, Noah respiró profundamente.
—No caeré en tu provocación. La manada merece un líder que no se deje llevar por la ira ciega.—murmuró entre dientes, intentando contener la bestia interior que rugía para ser liberada.
La mirada desafiante de Alexander se encontró con la intensidad decidida en los ojos de Noah. A pesar del deseo de desatar su furia, el joven alfa demostraba ser más fuerte, controlando el impulso salvaje que clamaba por salir.
—Responde a la pregunta. ¿Por qué no dejabas que se transformara? Ella nunca supo nada de nuestra manada. ¿Por qué es una amenaza para ti?—preguntó Noah con determinación.
—Es una amenaza para toda la manada. El simple hecho de que fuera engendrada fue algo que está completamente fuera de las normas. Es una mestiza. Las relaciones con humanos están prohibidas como bien sabes, y eso es lo que ocurre si esa relación produce un ser como ese.
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Renegados de la manada©
Werewolf¿Qué pasaría si descubres que vives rodeada de hombres lobo? ¿Y si descubrieses que ellos tienen mucho que ver con la desaparición de tu madre? ¿Qué harías si te enamoras del lobo destinado a ser el Alfa? ¿Te aceptarían o estarás renegada de la man...