Corazones en Confrontación

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Pasaron los días y, a pesar de la rutina de misiones y entrenamientos, algo había cambiado entre Sanemi e Iguro. En público, mantenían su comportamiento habitual, sin dejar entrever su creciente cercanía. Sin embargo, en privado, los momentos de afecto, besos y caricias se volvieron una parte constante de sus interacciones.

Una tarde, mientras descansaban en una habitación de la sede de los cazadores, Sanemi acariciaba suavemente el cabello de Iguro.

—¿Sabes? —dijo Sanemi en voz baja—, nunca pensé que algo así podría suceder entre nosotros.

Iguro sonrió, sus ojos brillando con afecto.

—A veces, las cosas más inesperadas son las que más valen la pena —respondió, acercándose para darle un beso suave en los labios.

Sanemi correspondió el beso, disfrutando del momento de intimidad antes de que la realidad volviera a llamarlos. Sin embargo, sabían que no podían vivir en esa burbuja de afecto para siempre.

Unos días después, los Pilares decidieron reunirse para almorzar juntos, un intento de fortalecer su camaradería. Todos aceptaron la invitación, y el restaurante elegido estaba animado con risas y conversaciones.

Durante la comida, Iguro y Sanemi estaban sentados uno al lado del otro. A pesar de su comportamiento reservado en público, Iguro no pudo evitar el impulso de mostrar un pequeño gesto de afecto. Se inclinó hacia Sanemi y, con una sonrisa, trató de darle un beso en la mejilla.

De repente, Sanemi lo empujó bruscamente, haciendo que Iguro cayera de la silla con un golpe sordo. El ruido atrajo la atención de todos en la mesa, y las conversaciones se detuvieron.

Con los ojos llenos de lágrimas y el corazón dolido, Iguro miró a Sanemi desde el suelo.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué me empujas? —preguntó Iguro, su voz quebrada por la emoción.

Sanemi, con una expresión de disgusto, se levantó y lo miró con frialdad.

—No soy gay, Iguro. No te atrevas a intentar besarme otra vez. Odio a los gays —dijo, su tono cortante y lleno de rechazo.

El silencio que siguió fue abrumador. Los otros Pilares miraban a la escena con sorpresa y confusión. Iguro se levantó lentamente, las lágrimas deslizándose por sus mejillas. Sin decir una palabra más, salió corriendo del restaurante, dejando atrás a sus compañeros y el dolor de la traición.

Sanemi se quedó allí, su expresión rígida mientras trataba de contener las emociones que lo consumían. Aunque no lo mostró, una punzada de dolor atravesó su corazón al ver a Iguro irse de esa manera. Sabía que lo que había dicho y hecho estaba mal, pero el miedo y la confusión lo habían llevado a reaccionar de esa forma.

Iguro corrió sin detenerse hasta llegar a su finca, el único lugar donde se sentía seguro. Cerró la puerta tras de sí y se dejó caer al suelo, abrazando sus rodillas mientras sollozaba. El dolor de las palabras de Sanemi era insoportable, un golpe directo a su corazón. Había creído que lo que tenían era real, que Sanemi lo aceptaba tal como era.

Mientras tanto, en el restaurante, los otros Pilares trataban de entender lo que había sucedido. Shinobu fue la primera en hablar.

—Sanemi, ¿qué diablos fue eso? —preguntó con el ceño fruncido—. Nunca te había visto comportarte así.

Sanemi apretó los puños, sintiendo la culpa y el remordimiento arremolinándose en su interior.

—No quiero hablar de eso —respondió, su voz dura.

Giyuu, quien había estado observando en silencio, se levantó y se dirigió a Sanemi.

—Lo que hiciste fue cruel. Iguro no merecía eso —dijo con firmeza.

Sanemi no respondió, su mirada fija en la mesa. La tensión en el aire era palpable, y los otros Pilares intercambiaron miradas preocupadas.

—Tenemos que hablar con Iguro —sugirió Mitsuri, su voz llena de preocupación—. No podemos dejar que esto quede así.

Sanemi asintió ligeramente, sabiendo que tenía que enfrentar las consecuencias de sus acciones. Mientras se dirigían hacia la finca de Iguro, su mente estaba llena de pensamientos contradictorios. Sabía que había cometido un grave error, pero también tenía miedo de enfrentar sus verdaderos sentimientos.

Al llegar a la finca, encontraron la puerta cerrada. Sanemi dio unos pasos adelante y golpeó suavemente la puerta.

—Iguro, por favor, déjame entrar. Necesitamos hablar —pidió, su voz cargada de arrepentimiento.

Desde el interior, escuchó los sollozos de Iguro, y su corazón se rompió aún más.

—¡Vete! —gritó Iguro, su voz llena de dolor—. No quiero verte. No quiero escucharte. ¡Aléjate de mí, Sanemi!

Sanemi apretó los dientes, sintiendo la desesperación invadirlo.

—Iguro, por favor. Lo siento. No quise decir esas cosas. Estaba asustado y confundido —dijo, intentando controlar el temblor en su voz.

La puerta permaneció cerrada, y la respuesta de Iguro fue un llanto aún más fuerte.

—Me hiciste daño, Sanemi. No puedo perdonarte tan fácilmente. Vete antes de que empeores las cosas.

Sanemi dio un paso atrás, su cuerpo temblando con la mezcla de emociones. Sabía que tenía que respetar los deseos de Iguro, aunque le doliera profundamente.

—Lo siento, Iguro. De verdad lo siento —dijo en un susurro antes de darse la vuelta y alejarse lentamente, sintiendo que cada paso lo alejaba más de la persona que amaba.

Los otros Pilares lo observaron en silencio, sabiendo que el camino hacia la reconciliación sería largo y doloroso. Mitsuri se acercó a Sanemi, colocando una mano reconfortante en su hombro.

—Dale tiempo, Sanemi. El amor verdadero puede superar incluso los errores más grandes —dijo suavemente.

Sanemi asintió, con los ojos llenos de lágrimas que se negaban a caer.

—Lo sé. Pero me duele tanto haberle hecho esto. Solo espero que algún día pueda perdonarme —respondió, su voz quebrada por el remordimiento.

Con el corazón pesado, Sanemi se alejó, dejando que el silencio de la noche lo envolviera mientras pensaba en cómo podría enmendar el daño que había causado. Sabía que tendría que demostrar con acciones, no solo con palabras, que estaba dispuesto a cambiar y a luchar por el amor que había encontrado con Iguro.
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Si yo sufro, ustedes igual🫣🫣

Batalla & Deseo (Saneoba) (Sanemi x Obanai)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora