1. En Otoño

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Otoño había llegado y con ellos las hojas de los árboles adquirían un color de anaranjado brillante. Las veredas grises eran el contraste perfecto para el pequeño pueblo donde le daban un toque sombrío y fúnebre además de los postes de alumbramiento en cada esquina sobres las veredas donde también había arboles con las hojas pintadas de la estación. Era todavía mañana en ese pueblo y por ello las personas comenzaban con sus labores como de costumbre, la floristería era la primera en estar abierta, invitando a las personas a deleitarse con el olor a flores de; Jazmín, rosas, lirios, orquídeas, margaritas y entre otras. Pues ya no era raro para las personas que la floristería estuviera abierta y más cuando las flores parecía que no le afectaban el cambio de estación, sabían que quien era el encargado del cuidado de las flores hacia un buen trabajo, alguien de una bondad pura. Según ellos, otros creían que probablemente usaba alguna técnica de agricultura que ellos desconocían. Tanta era las suposiciones que ese lugar se volvió el más concurrido, más que el mercado, se podría decir.

La puerta se abrió y con ellos la campanilla tintineo con su peculiar sonido, dando así como la entrada de un cliente a la floristería. De inmediato detrás de una vitrina salió una persona de baja estatura con una regadera en la mano, tenia un semblante tranquilo y, una candida sonrisa que era costumbre que dedicaba a las personas.

—Buenos días, ¿Qué flores va a llevar? —le preguntó amablemente cuando dejo la regadera encima de una silla, a lado de una de las vitrinas donde contenía flores Jazmines.

La persona se había quedado callado, vio al muchacho que lo atendía. Mientras lo observaba, parecía que el tiempo se había detenido. El muchacho también noto que esa persona lo miraba con detención, más luego de unos momentos comenzó a sentirse incómodo. La persona era una cabeza más alta que el, pero tenia una apariencia joven pero imponente y eso le resultó curioso. Tenia el cabello hacia atrás de color blanco, una piel celeste, ojos color lila, una camisa del mismo color de su cabello y un pantalón marrón café, Un sacó del mismo color que su pantalón y una bufanda azúl.

—Disculpe, ¿Se encuentra bien? —preguntó, para hacerlo volver a la realidad. Y por supuesto el hombre no dijo nada.

Tal vez paso unos minutos, tiempo que el hombre aún seguía viéndolo y eso comenzó asustarle y de alguna forma incomodarse. Mas cuándo parecía que eso no se pondría peor, la llegada de un nuevo cliente hizo voltear su mirada a la puerta donde ingreso un ser antropomorfo a un gato egipcio, sabía quien era y no le resultaba agradable tenerlo en su tienda. Mas simplemente dio un suspiro para atenderlo, no necesitaba preguntarle que flores va a llevar ya que lo sabía perfectamente. Cuando se acercó a uno de los mostradores, no noto que aquellas dos personas se dedicaban una mirada de molestia y enojo. Pero que después hicieran como si nada hubiera pasado cuando aquel muchacho se acercaba con un ramo de orquídeas.

—Esta vez no vine por un ramo de orquídeas, shin. Vine por un ramo de Jazmines —señaló cuando aquel joven le extendió el ramo. Eso confundió al menor.

—Siempre ha llevado orquídeas, señor Bills. Mas me sorprende que ahora decidió llevar flores Jazmines, no era alérgico al polen de esas flores —dijo Shin, para guardar el ramo y cambiarlo por un ramo de jazmines.

-—Conoces mucho de mi —expusó una sonrisa cuando recibió el ramo —Me agrada, como también se que no te agrada mi presencia —reiteró.

—Nunca dije eso —espetó con molestia cuando recibió el billete y se disponía a entregarle el cambio.

—Puedes quedartelo.

—No hace falta, no lo necesito —extendió el cambio.

—Solo aceptalo, sólo por esta vez. Además... —Bills miró de reojo a la persona que estaba a un metro de ellos, ambos coincidieron miradas pero volvieron a lo suyo. —Sabes que necesitas el dinero.

—Si no le acepte en varias ocasiones, tampoco espere que esta vez valla aceptar. Por favor señor Bills, acepte su cambio por que de no de ser así, este dinero ira a parar al bote de la basura y crea me no dudare en hacerlo.

Bills dio una sonora carcajada, tiempo que a Shin no le agrado y término por acabar su paciencia. Lanzándole el cambio a su cara, Bills dejo de reír y por supuesto el otro cliente ahora se estaba riendo y eso por supuesto lo molesto. Con enojo cogió el dinero del suelo luego salió con el ramo de jazmines de la floristería justo después dando un estornudó se perdió por la esquina, la otra persona dejó de reír y Shin se acercó a el volviendo a su estado inicial.

—¿Me dirá esta vez que flores va a llevar? —preguntó Shin y la otra persona le dedicó una sonrisa.

—Me parece que la persona que ingreso no le fue de su agrado, ¿Se llamaba Bills?. No es así.

—No solo no me agrada, es un tipo muy egocéntrico y malhumorado —pensó Shin. —¿A qué viene su pregunta?.

—Curiosidad, nada más —respondió. —¿Qué flores me recomienda?.

—Es usted nuevo por este pueblo, ¿Verdad.

—No exactamente, pero ¿Cómo lo supo? —preguntó.

—Nunca lo había visto antes por aquí, Además de que conozco a cada persona y sus gustos por las flores que vienen a llevar —respondió con simpleza.

—Ya veo, bueno antes vivía aquí y por un accidente tuve que irme y nuevamente volví al pueblo. No me he presentado como debe ser, mi nombre es Daishinkan.

—Un gusto en conocerlo señor Daishinkan, mi nombre como lo escuchó es Shin.

—También es un placer en conocerte, joven Shin. Pero prefería que me digas Daishinkan y no por señor.

—No es correcto usted se merece el debido respeto y no que lo llamen por igual —respondió medio incómodo. Daishinkan le dirigió una mirada tranquila y curiosa.

La campanilla de la puerta sonó. Dando paso así a que un nuevo cliente pasará, era un joven alto. Tenía un cabello que desafiaba la gravedad de color blanco, un pantalón negro, una camisa franja de color vino y una chaqueta azul, además de una bufanda color vino. Venia agitado y con algunos sudores sobre su rostro.

—Buenos días señor Whis, ¿Qué le sucedió?, ¿Ocurrió algo? —preguntó levemente preocupado Shin al ver en ese estado a Whis.

—Buenos días shin, no ha pasado nada que deba preocuparse —le dijo Whis, al recibir un pañuelo de parte de Shin y con ello se seco el sudor y cuando vio al ser que estaba a unos metros de ellos, acabó por dar un largo suspiro —Padre, le dije que no saliera de casa y más por su salud. Vados estuvo preocupada por usted y salí a buscarlo. Me alivia que se encuentra bien.

Shin se sorprendió, pues no paso por su cabeza que aquel ser era el padre de Whis. Ya que a pesar que se conocían y se llevaban bien no le llego a comentar como era su padre, aunque incluso de ser así no era de su inconveniencia.

—Whis, soy un adulto. No voy a perderme en el pueblo, viví aquí. Pase 45 años junto a tu madre, no necesito que te preocupes por mí.

—Lo se querido padre.

—Mejor volvamos, Puede que Korn ya haya vuelto.

—Esta bien padre, Nos vemos Shin.

—Hasta luego, señor Whis.

Padre e hijo salieron de la tienda y Shin se quedó regando algunas flores. Mientras cantaba una dulce canción la llegada de una nueva clienta le hizo volver a su deber.

Lejos de ahí, Bills había llegado a su casa. Que consistía en dos pisos y que durante su caminar no dejo de estornudar y como ello su nariz de había vuelto rojo. Abrió la puerta e ingresó hasta la sala. Donde dejo su chaqueta en uno de los sillones e ingreso a otro cuarto que era el jardín, en el medio había un gran árbol que en vez de tener las hojas anaranjadas tenia las hojas verdes como en primavera. Dejó las flores encima de un florero al pie del árbol y salio de la habitación dando otro estornudo directo a la sala y recostado en unos de los sillones se quedó profundamente dormido sin antes volver a estornudar.

Continuará...

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