THURSDAY

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Se alejó de ella con lentitud, sin la más mínima intención de ser descortés, su labial de cereza había quedado impregnado en sus labios dejándole un mal sabor, no sentía lo mismo. No, eso no era lo que quería. No quería haber llegado a eso, ella lo había besado, y ahora no sabía cómo rechazarla sin que se sintiera mal. 

—Ryujin. Yo… no puedo, lo siento —apartó la mirada hacia un lado, chocando su mirada con una en especial. 

Jungkook lo veía sin expresión alguna. Ni tristeza, ni molestia, ni nada. Lo vió darse la vuelta y caminar con rapidez al estacionamiento. Ella lo distrajo pidiendo una explicación, solo fueron unos minutos para perderlo de vista. Él dejó a la chica en ese lugar, caminó al estacionamiento, pero al llegar él no estaba, ni su auto tampoco. Ahora sí la había cagado. 

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Se había debatido por horas si debía o no debía ir, había pasado girando la llave de su casa entre sus dedos con intranquilidad ¿Y si lo echaba de su casa? 

Bajó del autobús, ya no había forma de arrepentirse estando a dos cuadras de su destino. Ir en su auto hubiera sido mucho más fácil, pero daba el caso que su amado padre se lo había quitado por bajar las notas el año anterior, quizás si lo tuviera, se hubiera replanteado más veces ir hasta él. 

Quizás si no sintiera el puto remordimiento en su interior, no estuviera caminando para darle una explicación a Jungkook. 

«Quizás, quizás, quizás…», se repetía sin cansancio. 

Abrió la puerta con cuidado, al entrar no había nada más que un desorden horrible en la sala, la música alta que provenía de la habitación de Jungkook le advirtieron que nada estaba bien. 

Caminó con cautela. Varias latas se encontraban en el pasillo, vacías y chatas, otra más fue lanzada al lugar, sumando una más al basurero a medio camino hacia su habitación. Se asomó con lentitud, observando la escena. 

Jungkook se encontraba sentado, apoyado en el borde de la cama, con la cabeza gacha y una nueva lata de cerveza en su mano. 

Pensó más veces si debía interrumpir, él no era de pensar muchos las cosas, pero ese día al parecer era la excepción para que su osadía saliera a flote. Se dirigió con cautela al parlante y apagó la música que hacía sus oídos quejarse por el volumen tan alto, caminó hacia él con lentitud, agachándose frente a él, y con más temor que otra cosa tocó su mano con cuidado. 

—Jungkook

—¿Qué haces aquí? —el pelinegro alzó su cabeza, con una de sus manos tocó su mejilla sonriendo —. Tan lindo, pareces real. 

—Lo siento, yo no quería…

—No tienes porqué disculparte, está con una chica, son sus gustos, yo jamás podré complacerlo.

—Eso no…

—Él nunca va a quererme. 

Su corazón se quebró en mil pedazos ¿Era lo que pensaba?, él estaba borracho, jodidamente borracho al punto de creer que era solo una visión producto de su estado alcohólico. Si tan solo hubiera decidido ir unas horas antes, hubiera impedido eso. 

Acarició con suavidad su mano, yendo después a su rostro para alzarlo. Los mechones de su cabello caían desordenados por encima de sus ojos, casi cubriendo su mirada oscura y llorosa. 

Su labio temblaba, y pudo apreciar por primera vez la falta de aretes en su labio e incluso en sus orejas. 

—Kookie, perdóname.

Seven Days A Week (KT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora