Capítulo 1 Mijaíl

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Cuando pierdes tu todo ...

La luz del sol se mostraba, el mundo humano es algo extraño, pero hermoso a la vez, claro dejando de lado todo lo malo, deberían de estar esas personas en el infierno ¿no?, destruyen el mundo a su antojo y los malos ¿somos nosotros?

Me levanté de la cama en la que estaba, vi a la mujer que con la que ayer estuve, su cuerpo en el piso y ningún rastro de sangre. Recibí un mensaje de Arthur, se encargaría de investigar el caso, fácil, muerte por sobredosis.

- Vamos Mijaíl debes regresar al infierno

Me estiré y me acomodé la ropa, por suerte no tiene cámaras y puedo irme rápido, agarré una manzana roja del frutero y abrí el portal al infierno.

Revisé mi celular, todo estaba tranquilo, pisé el suelo de la planta baja del palacio *estrella roja* lugar donde regularmente vivimos los siete y Lucifer, aunque este regularmente no se encuentra a la vista. Mi dulce infierno, quiero mi hogar, de alguien insignificante pasé al chico más sublime y con mayor poder.

El palacio era grande con tonalidades rojizos, algunas flores se podrían ver en la entrada, el piso como un tablero de ajedrez, las escaleras se reflejaban desde la entrada principal, una de cada lado, mostrando el segundo piso, en el techo había un vitral donde se podía ver flores negras alrededor de un hexágono con una estrella de síes picos, alrededor de aquella estrella se encontraba algunas formas parecidas a flores, ocho tallos sobresalían de la figura, desde el se podía notar la luz que se reflejaba por el cielo rojo.

Pude escuchar voces en el piso de arriba, me dirigí hacia esas voces, lo más probable es que fueran de mis hermanos. Subí la escalera de la izquierda y logré distinguir las voces, Len, Svart y Jung. Decidí dejarlos para ir a mi habitación y cambiar mi ropa, pero el increíble de mi hermano, Len, abrió la puerta y me vio.

-Qué bueno que llegas - dijo

Len era un chico, media aproximadamente 1.70, su cabello era rubio, sus ojos color cafés algo pequeños y con cara ovalada, algunas pecas se veían en su rostro, claro es así cuando está en casa, pero al salir solo muestra su cola y alas que afortunadamente pudo conservar, al igual que reluce sus dos cuernos, y sus ojos pasan a un carmín.

- Hola

- ¿Cómo te fue con la zorra? - preguntó de una forma donde se podía ver diversión - ¿Qué tan bueno fue el...

- Cállate - puse una cara de asco

- Jajaja, toma - me dio una carpeta - Una súcubo te buscó, ya sabes Amy, madre mía no sé por qué no la matas, es tan molesta. En fin, ahí están los datos de los íncubos y súcubos que necesitas, revísalos.

- Está bien - tomé la carpeta y fui a mi habitación

Abrí la puerta, todo estaba oscuro, ya que las luces no estaban prendidas y la ventana se encontraba cerrada y cubierta por una cortina. Encendí las luces, mi habitación era roja con figuras de alcatraces decorando las paredes. Mi cama con cobijas negras, un armario, mi escritorio y mi baño. Al lado de mi cama se encontraba mi violín.

Me dirigí a la ventana, abrí la cortina y pude ver la entrada de mi hogar, un jardín con flores negras y en el portón, dos demonios de clase noble. Me separé de ahí, deje la carpeta en el escritorio y busqué ropa en el armario, eligiendo un traje vino junto con camisa blanca, me vestí, acomodé mi cabello negro y vi que las puntas eran de color rosa, tal vez luego las pinte. Una flecha salió de mi espalda para que buscará si por alguna razón uno de mis hermanos había hecho algo en mi cuarto, guarde la flecha, está regresando a mi espalda, no duele, dejó de doler hace cuatro mil años. Tomé la carpeta y me dirigí al tercer piso donde se encuentra mi despacho.

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⏰ Última actualización: Sep 06 ⏰

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