CAPÍTULO 31

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Subiendo de Nivel

Amelia

Me paro de la cama emocionada, llego al baño y me cepillo los dientes lo más apurada posible. Estoy en mi cuarto, el que me dieron el día que llegue, Luiciano se había ido hace dos días para la Ciudad y a pesar de que le jale mil veces para que me llevara con él, este último se rehusó y bueno, termine encerrada aquí en su residencia otra vez. Papá vino a visitarme de vez en cuando, hicimos galletas juntos, hablamos por horas y horas hasta cansarnos.

Tal y como lo hacíamos antes, como en los viejos tiempos, ayer en la noche se fue ya que tenía que irse al Círculo. Me pude dar cuenta que sin la presencia de Luiciano todo es más calmado, hasta las respiraciones les cambia a todos sus hombres. Pero cuando él está presente literalmente es todo como una base militar, todos cuidan hasta su manera de parpadear.

Si supieran todos esos hombres que Luiciano duerme con un peluche que tiene un lazo rosado bellísimo.

¡Si! Duerme con el peluche que le obsequie, aunque cuando se lo pregunte me lo negó rotundamente:

“¿Yo? Deja de decir incoherencias. Es malditamente absurdo que un hombre que mide dos metros duerma con un oso de peluche. Eso es de críos, por eso te lo presto.”

El recordar sus palabras me hacían reír cada que me sentía sola. Él tiene una hombría muy obvia y aunque a veces me es insoportable, me encanta, lo quiero tal y como es. Me veo por última vez en el espejo, traigo una pijama de seda manga larga y de mono largo, es de color blanco con marchitas negras.

Hace referencia a una baquita.

Lo único que no combinan son mi crocs de sapito ya que son verdes, es que las amo son mis favoritas… ¡Por Dios! Tienen hasta dos orejas de sapo, son verdaderamente preciosas.

Hoy llega Luiciano, por eso estoy emocionada, pasar casi tres días sin verlo me fue una tortura y más en estar en cuatro paredes. Bajo las escaleras casi a la velocidad de la luz, llego a la cocina y acomodo todo lo que le preparé esta mañana.

Le hice un desayuno, le hice panqueques con chocolate, fresas un poco de azúcar en polvo para decorar. También le hice huevos en forma de corazón y ayer le pedí a uno de los hombres de seguridad que me comprara un ramo de rosas. Esto le va a gustar. Estoy muy emocionada, acomodo todo muy bien.

Mi pulso se acelera cuando siento el típico pitido de la puerta, salgo corriendo con una gran sonrisa en el rostro la cual inmediatamente se desaparece ya que no es Luiciano el que entra por esa puerta, si no Esteban.

—¿Ahora no soy bienvenido?. Que triste. Estaban triste. —llego hasta él riéndome de las cosas que dice, lo abrazo —Extraño hablar contigo bella dama, no he tenido tiempo. Tu novio me tiene las bolas azules. —me carcajeo como loca dándole un leve golpe en el hombro.

—¡Por Dios! ¡Esteban! —con el es así, cada que dice algo hace que se me salga un sonrisa totalmente natural y genuina —Si, eres bienvenido. Siempre lo eres, solo que le hice… —me acerco más a él —Una sorpresa.

—¿Otra?. —asiento —¿Hasta cuando? Me cabrea ser espectador, soy el poste que menos mean y eso me está molestado. —me río de nuevo.

—Me gusta hacerle regalos para que así siempre se sienta especial —el asiente —Sus hombres suelen ser muy chismosos así que supe que ya estaba en vía para acá. ¡Hoy llega de la ciudad!

—Si, en realidad me llamo y me dijo que me quería ver aquí para conversar algunas cosas del Círculo. —le hago seña para que me siga hasta la cocina —¡Carajo! De verdad que te botas  haciendo estas sorpresas. —sonrió

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