Jueves, 5:50 AM
Melo:
Golpeo el saco que Antonio sostiene para mi con tanta fuerza que empiezo asentir calambres en los brazos; dos semanas, dos malditas semanas desde que salimos y a los dos días se largo a trabajar fuera de la ciudad.
Dos semanas sin siquiera besarme, estoy harta de los besos en la frente, de los malditos abrazos, de que se la pase comprándome comida y ni siquiera se siente en la mesa conmigo y ahora se desaparece. Se que tienen negocios pendientes en Samaná con todo el asunto de los incendios pero Ray mando a buscar a Ruth al día siguiente y este hijo de la gran puta que se fue cuatro días antes que el, nada.
Ya se canso; lo emocionante era tener que perseguirme, le abro el corazón y se va, sabia que no debía confiar, maldito hijo de su perra vida, lo extraño demasiado, se que hablo con Ruth del diagnostico el día del incendio y se asusto, se espanto, tenia claro que no me vería igual después de saberlo, no debí contarle tanto. A nadie le gustan los juguetes rotos, y para colmo lo remate contándole lo de David.
Golpeo con todo o que tengo hasta que Antonio me pide cambiar de equipo, para ser completamente honesta; lo único que no odio de esto es pasar tiempo a solas con él, solo las Musas nos acompañan pero no intervienen, no hablan, puedo entrenar con él tranquila y ya lo extrañaba, extrañaba las conversaciones y las historias, los chistes y el cariño de mi padre.
—¿A quien estabas golpeando, mi amor?— Pregunta secándose el sudor de la frente.
—A Jeff.—
Sonríe mientras agrega peso a la barra y me mareo tan pronto bajo la cabeza para levantarla.
—Toma agua— dice extendiendo la botella.—¿Estas comiendo mejor?—
—Comer es todo lo que hago Pa— respondo recostando la cabeza en su hombro, mientras me toca la espalda.— No se me quita el hambre.—
No se si es la ansiedad de mi situación, el estrés por las llamadas y los ataques de David o la maldita distancia que ha marcado Jeff, pero no puedo cerrar la maldita boca últimamente, me despierto con dolor de estomago en las madrugadas y tengo que zamparme toda la fruta del refrigerador o llenarme de pan.
Escucho los tacones de Jannett resonando en la madera fuera de los colchones, abre los brazos para abrazarme e intento mantener la distancia, estoy cubierta en sudor y ella está tan impecable como siempre; pocas veces la veo vestir jeans, pero la combinación con los tacones y la camisa a rayas es perfecta, parece una barbie.
—¿Lista para ejercitar las piernas amor?—
Ha estado entrenándome con los tacones de las Musas y aunque las patadas no me molestan pero me he lastimando los tobillos intentando cortar el cuello de los maniquíes, es horrible, me duele hasta caminar y mas de una vez se han enterrado en los postes de madera, dejándome con las piernas abiertas en la posición mas incomoda del mundo.
—No quiero— respondo apelando a su empatía—¿Podemos saltarnos eso por hoy?—
Me recorre con la vista antes de responder y toma mi mano envolviéndola con la suya.
—¿Te pasa algo? Estas pálida.—
—Me marie con las pesas pero ya estoy bien.—
La mirada que le lanza a Antonio es mortal y suelta mi mano delicadamente antes de caminar hasta el, no quiero mas enfrentamientos por mi culpa entre estos dos, se han peleado demasiadas veces en las ultimas semanas, Jannett negándose a que Antonio me entrene y Antonio negándose a retroceder.
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Eros -Borrador
RomanceNo existen salidas si todas las puertas llevan al mismo lugar; Raymond Vargas sabe esto mejor que cualquiera, estar exiliado parecía la oportunidad perfecta para cambiar su vida. -Solo las partes que no le gustan- Pero desaparecer y dejar todo atrás...