18. Caer

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¡Por fin listo! Lamento la tardanza, esta parte fue algo complicada, pero quedé feliz con el resultado. ¡Espero que les guste!

Como ya se hizo costumbre, tenemos ¡tres! ilustraciones cortesía de la increíble sosophalala ♡ ¡Vayan a seguirla en Facebook, Twitter e Instagram! Por cierto, hay un corto de dos partes centrado en Luzbel/Lucifer, por si quieren pasar a leerlo, también ilustrado por Soso. 

Espero saber sus opiniones sobre esta parte y agradezco su infinita paciencia. ¡Nos vemos en la siguiente parte! ♡

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Ver la nieve caer era una de las cosas que más disfrutaba.

Desde la seguridad de aquel carro que era su hogar, decorado con símbolos de colores brillantes y tirado por el bonito caballo blanco que habían tenido desde que nació, podían detenerse y asentarse donde quisieran. Eran las ventajas de vivir sin una caravana, o eso decía siempre su madre, algo que él no pensaba discutir.

Había otras cosas más importantes que ocupaban su mente a los trece años.

La principal era, por ejemplo, que cuando saliera el sol a la mañana siguiente podría reunirse con los niños del pueblo cercano para jugar. Ya se imaginaba que armarían grandiosas batallas con bolas de nieve, que podrían dibujar con las ramas de los árboles o incluso intentar jugar a las escondidas. Por el clima, tenían varios días parados en aquel sitio a las afueras del pueblo de Annesburg, cumpliendo con el recorrido que ya se había vuelto costumbre a lo largo de los años. Siempre en constante movimiento, nómadas como era la costumbre del pueblo de donde venía su madre, aunque él no lo conocía.

Y la verdad era que no lo extrañaba. Era imposible añorar algo que jamás conoció, suponía. En toda su vida sólo había tenido a su madre, el cariño inconmensurable que ella le daba y la forma tan dulce en que se dirigía a él. No conocía nada más. Apenas sabía el nombre de sus abuelos gracias a ella y en realidad nunca se había preguntado algo concreto sobre sus familiares.

Al menos no hasta hacía un par de semanas cuando cierta imagen se grabó en sus ojos y no era capaz de sacarla de su cabeza: un adolescente, de la misma edad que la suya, saliendo de cacería con un hombre.

Un lazo de padre e hijo que él no conocía y que, ahora que miraba la nieve caer, quería saber por qué no lo tenía.

—Luz, ven acá.

La voz de su madre, Zaira, lo distrajo. Cuando se giró, los adornos que colgaban de la banda en su cabello y sus ropas tintinearon, haciendo que su mamá volviera a llamarlo ahora con un gesto de la mano. Él no ocultó su molestia.

—Pero está nevando —se quejó.

Como si acaso observar ese espectáculo fuera mucho más importante que cualquier otra cosa. Para su mala suerte, Zaira no estaba de acuerdo.

—Sí, pero ya es hora de ir a dormir.

Por supuesto, Luzbel volvió a demostrar su molestia entre dientes, pero aun así obedeció. Bajó del asiento en donde estaba y se acercó hacia la mujer que le había dado la vida. El cabello de ella caía como una cascada negra hasta la parte baja de su espalda, casi igual que el suyo. Apenas estuvo cerca, la mujer le regaló un beso en la frente y le acarició por encima de la banda en color rojo que llevaba puesta.

—Mañana podrás ver la nieve y hacer todas las figuras que quieras, ya sabes.

Era obvio que ella intentaba animarlo, pero la mirada en el rostro del niño dejaba en claro que sus palabras no estaban surtiendo efecto.

Sin Descanso para los MalvadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora