Melo:—¿Me sirves un plato, bebe?—
La voz me sobresalta y volteo hecha un mar de emociones, todo se ha mezclado, peleo entre correr y abrazarlo o ignorarlo en su totalidad, se ve precioso. El abrigo marrón resalta el verde de sus ojos, tiene el pelo recogido en un moño desordenado y le ha crecido la barba, no es mucha pero es obvio que no se ha rasurado en todo este tiempo, mantiene las manos en los bolsillos con la vista fija en mí y con esa sonrisa hermosa que siempre tiene, me muevo por la cocina hasta quedar frente a él.
—Ray salió con Ruth; si vienes a buscarlo no lo vas a encontrar aquí.— Respondo intentando controlar mis emociones.
Ladea la cabeza observandome y da un paso hacia mi quedando a pocos centímetros, el olor me toma las fosas nasales y las ganas de abrazarlo me sobrepasan, entrelazo las manos para evitar el impulso, no pienso acercarme.
—No vengo por Ray, vine por ti mi amor; te busque en el cuarto pero no estabas... Supuse que estarias aquí. — Coloca las manos en mi cintura y tira de mí hasta dejarme demasiado cerca.—¿Puedo abrazarte? Me están matando las ganas...—
Maldita sea mi dependencia de este hombre, siento ganas de llorar con la cercanía, lo extraño, lo amo más de lo que me conviene. Lo abrazo antes de que me gane el impulso de saltarle a la boca y me envuelve en sus brazos acariciando mi espalda.
—Te extraño cada segundo bebe— me dice— vamos, tu pasta se enfría.—
Me separa de él suavemente y el corazón me duele sabiendo que ni siquiera puede tenerme cerca por demasiado tiempo, fue un maldito abrazo por lastima, debió ver la desesperación en mi rostro, ¿tan sedienta de cariño me veo? El Jeff que me ama me tendría sobre las piernas devorándome la boca, ya me habría cargado y llevado a la cama, el olor en su pecho me hace ruido, juraría que huele a azúcar, a un perfume dulce, como algodón de azúcar o donas.
Camino hasta la cocina y sirvo un plato para él, es simple pero no creo que le desagrade. No se que decirle, espero que empiece la conversación pero come en silencio y solo se levanta a servir agua para ambos.
El sonido de la puerta me hace levantarme y el perfume de quien espera en el pasillo confirma todos mis miedos.
—Hola, perdón por presentarme así; Jeff olvidó su teléfono y estos documentos en mi auto.—Extiende la mano para saludarme y la recibo de mala gana.— Soy Cristina; su asistente, Ulises me dijo que estaba aquí.—
La asistente, es justo como la describió, se que le tiene cariño. Es bonita aunque no puede pasar de los 20 años, el pelo lacio que le cae por debajo de la cintura teñido de rojo y los ojos verdes la hacen parecer dulce, tiene la cara cubierta de pecas, es delgada y no viene vestida como una asistente, trae pantalones cortos y una camiseta blanca ajustada.
—Melissa— respondo— él está en la cocina, pasa.— Forzo una sonrisa con los labios pegados y me muevo del marco de la puerta dejándole el camino libre.
Huele a ella, el olor en su pecho es el mismo perfume que carga ella, nunca he abrazado a ninguna de mis asistentes, jamás me visitan casi a las 10 PM y ¿por qué estaba en el auto de ella? carros no le faltan, si se descompuso el suyo pudo haber pedido que le llevaran otro o repararlo el mismo.
—Olvidaste la lista y el teléfono...— Le dice— A veces me pregunto quién es el jefe de quien. —
—No se donde tendria la cabeza sin usted señorita.— responde recibiendo los papeles que le extiende.
Hablan demasiado cerca... Demasiado y no puedo escuchar la conversación pero escucho mi nombre y volteo.
—¿Cómo les fue en Samaná?, ¿Todo salió como esperaban?— Me acerco articulando la pregunta y los ojos se le iluminan, realmente es muy bonita.
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Eros -Borrador
RomanceNo existen salidas si todas las puertas llevan al mismo lugar; Raymond Vargas sabe esto mejor que cualquiera, estar exiliado parecía la oportunidad perfecta para cambiar su vida. -Solo las partes que no le gustan- Pero desaparecer y dejar todo atrás...