XIX. Red Rover.

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—Vamos, eso no pudo haberte matado—ni siquiera podía reconocer la voz.

No era la primera vez que se encontraba en esa situación, pero no lo recordaba así, como no recordaba su nombre, donde estaba, ni como llegó a sentirse así de confundida. Tampoco se esforzaba en encontrar esa información en su cabeza. Todo le daba igual en ese momento. Todo era negro y calma. Se estaba ahogando en las aguas más tranquilas que ha estado su mente. Sus gritos internos y los externos no se escuchaban. Estaba sola. En paz.

Cada ciertos periodos de tiempo, que no sabía si eran largo o cortos, volvía a escuchar esos murmullos. Era una voz masculina. No quería ponerle atención. En ese momento nada le importaba. Estaba débil, muy poco consciente de su propia existencia. Su respiración apenas era escuchada por el resto y su corazón latía con lentitud. Parecía no querer seguir latiendo. Ninguna parte de su cuerpo quería seguir ¿Para qué? o mejor dicho ¿Por qué rendirse? ¿Por qué seguir?

Estaba disfrutando su mente en silencio. Se sentía que por primera vez estaba descansado. Sus músculos estaban relajados al igual que su alma ¿De qué estaba descansando? Adoraba no saber ni siquiera eso. Abrió la boca para respirar hondo, llenado sus pulmones lo que más podía. Lo hizo de nuevo respirando con la nariz, el olor a madera quemada, junto con el de pasto mojado y de Eucaliptus, llenaron sus sentidos. Joder. Que bien se sentía morir, ese fue su primer pensamiento, recordándole de golpe lo que estaba viviendo.

—¡Yuqi!—era Minnie quien gritaba.

Seguía sintiéndolo lejano, parecía no venir de ninguna parte, pero al mismo tiempo de todas partes. No tenía intensiones de acercarse ni de alejarse. También escuchó la sirena de los bomberos y alguien pisando hojas secas. Con la poca fuerza que tenía llevó su cabeza hacia atrás y comenzó nuevamente a hundirse a la bruma de la inconsciencia, quedándose dormida con los gritos de su mente, pero no eran sus tormentos, eran ellas. Las cinco chicas gritaban por su atención, desesperadas a que eligiera vivir.

(...)

Soñó que estaba en una cena formal. La comida se veía deliciosa, el mejor banquete que se ha imaginado. Habia de todo y mas, ensaladas extravagantes, platos en el medio con mariscos, carne y unas galletas, su mirada se fijó rápidamente en las cosas dulces, un pastel de tres pisos, una fuente de chocolate, frutas, helado, figuras de animales hechas de caramelo y chocolate, pero lo que más le gustaba era de ese lugar es que todos le aplaudían, felicitándola por su grandiosa película ¿Qué película? No tiene ni la menor idea. Solo disfrutaba como la felicitaban y la trataban bien sin ningún prejuicio. El procedimiento era tan repetitivo que no había ninguna diferencia entre cada uno. Una persona bien vestida le sonreía, estrechaban las manos, la algaba por la idea y por la edición ¿De qué? Ella tan solo asistía con la cabeza, sin saber el porqué parecía ser la Estella entre tantos famosos.

En el momento que estrechó su mano con un hombre con manos ásperas, alzó la mirada al reconocer aquellas botas negras de seguridad militar. En el momento que lo vio a los ojos, despertó de golpe. Tosiendo y botando sangre de su boca. Puede que no le doliera nada, pero su cuerpo estaba débil. Apenas podía respirar porque su cuerpo le rogaba a que no lo hiciera. Tenía una costilla rota.

(...)

Tardó un segundo en recordar todo y entender su situación. Mantuvo su cabeza agachada, enojada por estar viva, pero al mismo tiempo, agradecida por no morir. Se encontraba en el mismo árbol que había amarrado a Miyeon. Lo intuyó al tener las manos amarradas hacia arriba. Movió sus dedos. Aún conservaba sus manos. Se movió un poco. No le faltaba nada de su cuerpo. No sabía si se sentía decepcionada o aliviada.

Tragó saliva, disgustada por el sabor metálico de su sangre. Quería algo dulce, necesitaba algo dulce. Su cabeza daba vueltas mientras recordaba a la perfección todas las cosas deliciosas de su sueño. La comisura de su labio se alzó un poco al recordar un poco el sabor del algodón de azúcar. En ese momento estaba dispuesta de comerse una bolsa de azúcar, con un poco de limón para un buen sabor. Hizo una mueca al recordar el pedazo del pastel que le quedaba. Luego de todo eso tendría que comprar otro, ya que no era suficiente con el antojo que tenía.

Freak [GIDLE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora