19. Sospechas.

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Kurt despertó lentamente, sintiendo la calidez de la mano de Yukishiro entre las suyas. Lágrimas brotaron de sus ojos, incapaz de contener la emoción que lo embargaba. En ese instante, la puerta se abrió de golpe, revelando a una doctora que se quedó paralizada en el umbral. Kurt la miró confundido, pero pronto la reconoció: era la tía de Yukishiro, la misma mujer que había aparecido en la escuela tras la pelea.

La mujer se acercó con pasos lentos y tomó la otra mano de Yukishiro.

—¡Oh, por Dios! ¿Qué le ha pasado a mi niño? —exclamó, dejando escapar un torrente de lágrimas.

—Un... un accidente, creo —murmuró Kurt, bajando la mirada, con un nudo de incomodidad en el estómago. No sabía dónde poner sus manos ni cómo sostener la mirada de la tía de Yukishiro. Su corazón latía con fuerza, y una punzada de culpabilidad injustificada lo recorrió de pies a cabeza.

—Esto... esto es tu culpa —masculló la mujer, apretando los puños, su rostro deformado por la ira—. No debí dejar que se juntara contigo.

Kurt levantó la mirada, sus ojos llenos de sorpresa y dolor. —¿Qué? —preguntó con voz temblorosa, apretando los dientes—. Lo dice como si yo hubiese sido quien lo atropelló.

La doctora se paralizó, tragó saliva y suspiró profundamente. —Si tan solo él se hubiese quedado en casa como siempre, esto no habría ocurrido.

Kurt apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaban en las palmas de sus manos. —Maldición, esto no es mi culpa —dijo en voz baja, antes de mirar a Yukishiro y sentir que su pecho se oprimía aún más.

—Hazme el favor y vete. No vuelvas a acercarte a él nunca más —ordenó ella, fulminándolo con la mirada, una mano apoyada en la cadera.

—Me voy a quedar hasta que despierte —espetó Kurt, con las cejas fruncidas—. Alguien tiene que estar con él, y usted seguramente debe estar muy ocupada.

Ella lo miró con una expresión vacía, cruzando los brazos con desdén. —No es necesario, yo asignaré a alguien para que lo cuide.

Kurt no podía permitir que Yukishiro se quedara solo con esta mujer. Recordó el extraño y sospechoso momento en que ella había entrado en la habitación, con una ligera sonrisa en los labios. La desconfianza crecía en su interior como una enredadera espinosa.

Tenía la sospecha de que el sufrimiento de Yukishiro tenía algo que ver con ella. Así que, aferrándose a la mano de su amado, Kurt se prometió que no se movería de allí.

—No me iré. Yukishiro necesita a alguien que realmente lo quiera a su lado —dijo con firmeza.

La tía, furiosa por su resistencia, se dirigió al teléfono de la habitación y marcó el número de seguridad. —Necesito que saquen a un intruso de la habitación 304, ahora mismo —ordenó con voz temblorosa.

En cuestión de minutos, dos guardias de seguridad entraron en la habitación, observando a Kurt y luego a la tía de Yukishiro, quien señalaba a Kurt con indignación. —Él no tiene ningún derecho de estar aquí. Sáquenlo.

Kurt se levantó, con el rostro enrojecido por la frustración. —¡No me iré! ¡Yukishiro necesita a alguien que lo apoye! —exclamó con vehemencia.

Uno de los guardias trató de calmar la situación. —Señor, por favor, acompáñenos sin causar problemas —dijo con tono conciliador.

Kurt dio un paso atrás, su mirada firme. —No puedo dejarlo solo. No con ella —dijo con convicción.

La tía de Yukishiro alzó la voz, intensificando el caos en la habitación. —¡Es suficiente! ¡Llévenselo! —gritó con furia.

Los guardias se acercaron a Kurt, quien trató de resistirse. La situación se volvió caótica, con los guardias intentando sacarlo de la habitación mientras él luchaba por quedarse.

En medio del forcejeo, Kurt sintió un fuerte golpe en la nuca y cayó al suelo, desorientado y aturdido. Los guardias aprovecharon la oportunidad para esposarlo y sacarlo de la habitación a la fuerza. Kurt se resistió con todas sus fuerzas, gritando el nombre de Yukishiro, pero sus palabras se perdían en el eco del pasillo.

La tía de Yukishiro observaba la escena con una mezcla de satisfacción y rencor. Finalmente se había deshecho de ese intruso. Se acercó a la cama y le acarició la frente a su sobrino con ternura.

—No te preocupes, mi niño —susurró—. Estarás bien. Yo me encargaré de todo.

Sin embargo, la expresión de la tía de Yukishiro no era del todo sincera. En sus ojos brillaba una chispa de malicia que Kurt pudo percibir. Un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar en las oscuras intenciones que podrían esconderse detrás de esa falsa amabilidad.

Mientras tanto, Kurt era conducido a una sala para ser interrogado, donde un detective lo esperaba con una mirada inquisitiva. El hombre le hizo una serie de preguntas sobre el accidente, pero Kurt solo pudo responder con fragmentos de información, su mente aún nublada por el golpe en la cabeza.

El detective lo observaba con atención, buscando alguna señal de engaño en sus ojos. Sin embargo, Kurt parecía sincero, confundido y angustiado por la situación de Yukishiro.

—Deberemos investigar a fondo este accidente —dijo el detective, anotando algo en su libreta—. Por ahora, es mejor que permanezca aquí hasta que se aclare todo.

Kurt asintió con la cabeza, sintiendo una ola de impotencia recorrerlo. Estaba encerrado, lejos de Yukishiro, sin poder hacer nada para protegerlo.

En la habitación del hospital, Yukishiro seguía inconsciente, conectado a una serie de máquinas que monitoreaban su estado. La tía de Yukishiro permanecía a su lado, observándolo con una mirada fija e indescifrable. De repente, una leve sonrisa se dibujó en sus labios, revelando una satisfacción enfermiza que contrastaba con la fragilidad del joven tendido en la cama.

En ese instante, la puerta de la habitación se abrió y un médico entró con expresión seria.

—El estado del joven es bastante delicado —dijo el médico, dirigiéndose a la tía de Yukishiro—. Las lesiones son graves y no podemos garantizar su recuperación.

La tía de Yukishiro fingió una expresión de dolor, pero sus ojos brillaban con una alegría mal disimulada. Finalmente, su plan estaba funcionando a la perfección. El accidente había sido solo el primer paso, y ahora, con Yukishiro al borde de la muerte, ella estaba a punto de conseguir todo lo que siempre había deseado.

Incurable ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora