Cinco años después de Amanecer, las cosas parecen ir relativamente bien tanto para la familia Cullen como la manada de los Quileute.
Sin la amenaza constante de Aro y el resto del clan Vulturi, se podía respirar la paz y la calma en el ambiente.
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— ¿CÓMO DICES QUE SE LLAMA? — preguntó Leah mientras observaba a la chica que, sentada en el porche de la casa de los Black, pasaba las páginas de un libro con expresión serena.
— Noah — respondió Jacob desde la distancia, en su alejada posición en el bosque —. ¿Y por qué estás escondida entre los arbustos de mi casa?
Leah no respondió. No tenía ganas de lidiar con el tono exasperado de Jacob ni con sus preguntas. Se limitó a seguir observando a la chica. Había algo en ella que no le gustaba, aunque no podía precisar exactamente qué era. Tal vez era la forma en que sostenía el libro, como si no le importara nada más en el mundo, como si estuviera completamente ajena a todo lo que ocurría a su alrededor. O tal vez era su expresión tranquila, demasiado tranquila para alguien que, sin saberlo, acababa de destrozar la vida de su hermano.
Leah sintió un pinchazo de enojo en el pecho.
— No, no me agrada — dijo finalmente —. Además, ¿por qué se llama Noah? ¿Ese no es un nombre de chico?
Leah no lo vio, pero claramente pudo sentir la molestia en los pensamientos de Jacob.
— No lo sé, Leah — dijo él, y con sarcasmo añadió —: Cuando le pedí a Maryse explicaciones acerca del por qué decidió ponerle Noah a su hija, no supo qué responderme.
Leah rodó los ojos. No tenía paciencia para el sarcasmo de Jacob, y mucho menos ahora.
— Aun así, sigue sin gustarme — reiteró —. Solo mírala, ¿qué se supone que está haciendo?
— Mmmm... — Quil se unió a la conversación con un tono pensativo —. Parece que está... leyendo un libro. Si sabes lo que es un libro, ¿no, Leah? Palabras... letras... ya sabes, cosas que probablemente sean demasiado complicadas para ti de entender.
Un resoplido burlón por parte de Embry se escuchó entonces.
— ¿Alguna vez has leído un libro, Quil? — inquirió.
