Irremediablemente comprometido

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Capítulo III:

Sakura se despertó al notar la brisa en su rostro. A juzgar por la vista que se colaba por la ventana, el barco había izado las velas. Miró a su alrededor y se descubrió sola en el dormitorio. Sasuke no había vuelto la noche anterior y al parecer tampoco lo había hecho después de que ella se quedase dormida.

Sonó un golpe en la puerta y el corazón se puso a palpitar. Corrió a abrirla, impaciente por ver a Sasuke, pero en su lugar se encontró con Matsuri. La doncella entró con una sonrisa de oreja a oreja, ajena a la decepción de su señora. Sakura intentó morderse la lengua, pero al final la curiosidad pudo más que ella.

-¿Has visto al capitán Sharingan esta mañana?-

-Sí -contestó Matsuri, contenta-. A primera hora, antes de que se fuese al Seawitch. Estamos yendo hacia nuestro destino, mi lady. La tripulación me ha dicho que llegaremos a Barbados dentro de unos cuantos días.-

El Seawitch. A Sakura le dio un vuelco el corazón. Era dolorosamente obvio que Sasuke se había instalado en el barco de su padre para estar lejos de ella. Le ardió la cara de vergüenza. Seguro que pensaba que era una descarada de la peor clase. ¿Y acaso no era verdad? Abatida, sacudió la cabeza. El deseo le había hecho ser una inconsciente, y era evidente que él pirata no sentía lo mismo por ella. Al menos había tenido el detalle de no arrebatarle la virginidad, algo que demostraba que no tenía ningunas ganas de que ella fuese su esposa. La acompañaría a Inglaterra, conseguiría la nulidad del matrimonio y después volvería a alta mar. Ella, sin embargo, se pasaría los días echando de menos a un marido que al principio no había querido y que ahora no podía evitar desear.

La vida podía ser demasiado injusta y desabrida, pensar que el bochorno de la temporada anterior había sido sufiente para su vida y resultaba no ser cierto.

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Sakura se pasó los tres días que tardaron en llegar a las Barbados encerrada en el camarote de Sasuke. Estaba aburrida y se ponía a llorar cada vez que recordaba lo atrevida que había sido con él, así que al final optó por curiosear y distraerse un poco. Escudriñó los cajones, el escritorio, los armarios, y descubrió un montón de cartas atadas con un lazo procedentes del marqués de Konoha y dirigidas a Sasuke Uchiha.

Encontró documentos legales que llevaban el sello de Sasuke y órdenes de busca con su alias de pirata. Ella ya lo sospechaba, evidentemente; si no no se habría atrevido a estar con él de esa manera. Cuando esos tres días llegaron a su fin, ya no le quedaba la menor duda. Estaba casada con un pirata. Y le gustaba. Ahora tenía que averiguar cómo quedarse con él para siempre, porque claro estaba que ese hombre la tenía que querer de esposa. Aunque se resignara a un esposo ausente que le quisiese a ratos.
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Sasuke esperó a Sakura al final de la pasarela de desembarco con vergonzosa impaciencia. Llevaba dos semanas sin verla y éstas le habían parecido demasiado largas. Antes de instalarse en el Seawitch le ordenó a Juugo que se encargase de buscarle alojamiento a Sakura en cuanto atracasen, pues estaba convencido de que estaría impaciente por dormir en una cama normal después de haber pasado tantas noches en una hamaca. Con toda probabilidad estaría exhausta. Él lo estaba, se había pasado esos días ocupando el camarote de Sakura del Seawitch, con cortinas de tercipelo y cama con dosel.

Las noches habían sido una tortura, pues las sábanas de seda estaban impregnadas del perfume de Sakura, que le hacía arder las venas. Se había pasado horas soñando con ella desnuda y lista para recibirlo, se había imaginado penetrándola hasta lo más profundo mientras le lamía un pezón y mordía su pecho.

Las ganas que tenía de follar le habían obligado a acudir al puerto en busca de una prostituta. Al final encontró a varias, tocó a unas cuantas, besó a un par y se fue sin hacer nada. Ni siquiera la mejor de las cortesanas podía besarlo como Sakura. Ella le había besado como si fuera a morir si no lo tenía. En resumen, estaba loco por ella, completamente enamorado. Sasuke echó los hombros hacia atrás para ver si así se le aflojaban un poco. Se frotó la nuca y miró hacia el hostal dando gracias por el bastón que llevaba. Así no cayó de rodillas al suelo cuando vio aparecer a su esposa.

RE II: Placeres robados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora