Ya no quedaba nada más por hacer, no podía luchar contra el destino y lo único que me quedaba era aceptarlo y sentir como pequeñas ráfagas se recuerdo inundaban mi mente, el maldito nudo en la garganta no desapareció y lloré casi toda la maldita noche hasta quedarme dormida; aunque me hubiera gustado que todo hubiera sido diferente, no lo fue, y lo único que me quedaba era salir adelante sola, aunque eso me costará.
Mi mente lo aceptaba pero mi corazón no, y dolia, dolia mucho. Sentía un vacío inmeso en el pecho y sabía que ese vacío no lo podía llenar nadie más que no fuera él, y si el no volvía, ese vacío permanecería allí y nunca desaparecería.
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El Diario Del La Poesía Y Melancolia
Thơ caPoesía que escribí cuando tenía el corazón roto.