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Una semana había pasado desde que supo que Samantha se había marchado para Londres. Se atiborraba de trabajo, de ocupaciones, mientras resolvía la situación con su hermana que resultó ser mucho más sencilla de lo esperado.

Kasha comenzaría en un par de semanas el trabajo comunitario que la mantendría ocupada de varias maneras durante un año. Además, su padre había decidido mudarse a la casa de la familia que estaba en las afueras para poder estar cerca, pues aunque la joven mostraba cierto recelo para con él, Káran esta vez se mantuvo firme a su lado, tanto que la joven pronto comenzaría a recibir ayuda psicológica, tal como su padre determinó y que para asombro de Kylian, su hermana aceptó sin objetar.

La sabía nerviosa, triste, muy ansiosa todo el tiempo, reactiva y a la defensiva. De repente tenía arrebatos de furia para luego esconderse en predicciones numéricas de manera obsesiva.

Era tanto que ya la habían tenido que medicar en un par de ocasiones, por lo mismo un psiquiatra había tomado el caso, recomendado por el mismo Londo. El especialista sugirió que no viviese sola por el momento.

La realidad era que su padre estaba mostrándose, como nunca antes, fuerte y dueño de la situación, apoyaba a su hija sin dudarlo, pero con Kylian era diferente pues este huía de su presencia, lo evitaba de manera deliberada y si se topaban, tan solo intercambiaban monosílabas. Por su asistente era que sabía cómo iba todo.

Kylian sentía coraje, tanta ira que ya no encontraba la manera de ignorarla. No pasaba una noche completa, tan solo pensando en esa mujer que estaba ahora tan lejos, a la que tanto daño le había hecho, aferrado a aquel suéter que nunca le devolvió y que cada día olía menos a ella.

Esa tarde, finalmente había llegado el momento de hablar con el que aún era su suegro. No podía postergar más esa situación y tenía muy claro que limpio no se iría de ese lugar.

Llegó a la hora acordada, Londo lo recibió tan cortés y cálido como siempre. Se le ofreció algo de beber, gesto que declinó para enseguida tomar asiento, aspirando con fuerza.

—¿Cómo va todo? —preguntó el hombre, sentándose en uno de los sofás individuales, después de darle un trago a su café vespertino.

Lucía sereno, lozano, eso lo tranquilizó pues la confesión que estaba por hacer no lo haría sonreír estaba seguro, pero tampoco quería afectarlo. De alguna manera Londo, durante todo ese tiempo, le había demostrado lo honorable y gran hombre que era, sus principios, lo involucrado que estaba con el bienestar de esa familia que construyó a lado de su esposa, una que jamás imaginó llegar a ser parte, aunque hubiera sido por tan corto tiempo.

Llenó de aire sus pulmones, recargando los codos en las rodillas y asintió, serio. Lo cierto es que mentía, las cosas iban de la mierda. Se sentía caer y caer, seco por dentro, enojado consigo, decepcionado y añorando cada maldito día más aquellos ojos índigo que solían ver en él mucho más que cualquiera, de los que nunca logró esconderse.

—No ha sido sencillo, pero siempre agradeceré tu apoyo en esto.

—Tranquilo, tu hermana aprenderá y lo que haga no es tu responsabilidad.

Sus palmas sudaron, necesitaba saber de Samantha, pero no se atrevía a preguntar nada.

—Bueno, eso es una manera de verlo. Trabajaba para mí, le di acceso a... En fin, no vine a hablar de eso —concluyó.

Londo aguardó, examinándolo.

Durante esos días había notado el deterioro del joven, el aturdimiento y dolor. Estaba arrepentido eso era evidente. Por otro lado, al estar un poco más cerca que antes, comenzó a hilar ciertas cosas que ayudaron a comprenderlo.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora