Fue una detonación. Un arma fue disparada, y hay sangre fresca en el piso; no necesitas tocarla para saber que sigue tibia, alguien se está muriendo y nadie pide auxilio.
Y rojo corre cuesta abajo, y absolutamente nadie viene en camino.
Se ha perdido una vida en el frente de la trinchera, una bala ha sido la causante de acabar con su martirio. Las lágrimas corren por sus mejillas, y los sollozos provienen de todos lados, suenan 5 campanadas, pero no sucede nada. Y rojo corre cuesta abajo, y llora al compas el cielo divino.
Hay dos jóvenes mirándose desolados en la avenida de las despedidas, en sus brazos ya hace un cuerpo sin vida. Las lágrimas siguen corriendo de los ojos de ambos, la sangre escurre de sus manos, el cielo no da consuelo, y la calle se hace más angosta, tan angosta que cada vez el aire entra menos, pero nadie dice nada, y si se dijo algo fue tan indiferente que se perdió en los recuerdos.
Hoy se cumple el primer año de los sucesos, y el panteón abre las puertas para ambos testigos, nunca se supo quién de ellos fue el culpable, otros dicen que fue un tercero, pero la realidad es que nadie lo sabe; hoy ya nadie llora, ni habla al respecto, porque simplemente ya no hay necesidad de hacerlo. Solo cruza por las puertas uno de ellos.
Ella limpia la lápida con nostalgia, deja un ramo de crisantemos blancos, sonríe al aire, hace a un lado su largo cabello, y lee una carta en voz alta. Para absolutamente nadie, que a pesar de ya no poder verlo, sabe que está atento a sus palabras.
Dice muchas cosas difíciles, se atreve a aceptar algunas culpas aunque ofrece disculpas tan rápido como ha admitido sus penas, habla de lo que absolutamente nada ya no pudo ver debido a su repentinamente anhelada partida del mundo. Le informa, por si acaso un fantasma quiere saberlo, que ha vuelto a vivir alegre otra vez, aunque sus risas ya no las escuche el difunto, le dice que recién se enteró que aquel es feliz también, aunque no lo ha visto desde los rosarios de agosto.
Él había desaparecido... o quizá fue ella quien se había fugado. Aunque a estas alturas daba enteramente lo mismo.
Absolutamente nada, era lo único que los seguía manteniendo unidos. Aunque posiblemente él ya nunca regresará al cementerio, y quizá ella tampoco lo haga de nuevo, pero este año decidió que era lo correcto, es lo que absolutamente nada hubiera querido.
Una vez fueron concluyentes sus palabras, volvió a guardar el sobre en su bolso y abandono el lugar, no sin antes depositar un beso donde estaba inscrito su nombre.
De aquel, no existe certeza si se presentó ese o los años siguientes, aunque eso fuera lo menos relevante.
Las campanas sonaron de nuevo esa noche, pero esta vez no hubo detonación, ni sangre o lágrimas, mucho menos un cadáver en la avenida de las despedidas. Ambos las escucharon, las cinco sin duda, mientras reían en mundos apartes, y sonaron de nuevo, y la sonrisa no se apartaba de sus rostros, ni de su mente, ni de sus vidas.
Porque cuando absolutamente nada, terminó siendo su última conexión, ya no habían razones reales para buscarse, solo sonrisas eternas y recuerdos brillantes. Porque a veces tomar caminos aparte para nunca jamás volver a coincidir, también es un final feliz. Aunque no este escrito en todos los libros.
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El inesperado regreso de June
PoesíaEl proceso es largo, pero el arcoíris siempre vuelve a brillar.