xix. Gravestone

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AL DÍA SIGUIENTE, antes del amanecer, sentí a alguien tocar la puerta de mi celda.
Ya se podía ver un poco de luz, aunque aún seguía bastante oscuro. Mis papás, con quienes había dormido esa noche, ya no estaban.

Miré alrededor y vi que ambos se habían llevado su ropa, así que supuse que se fueron a bañar temprano.

—Disculpa que te despierte—Escuché la voz de Carl, quien estaba rascándose la nuca afuera de la celda. Traía unas flores y ya estaba vestido. Mi corazón se aceleró un poco—Es que...quería dejarle estas flores a mi mamá.

Me sonrojé ligeramente. Claro que eran para su mamá.

—Glenn y Daryl terminaron de cavar su tumba ayer—se le cortó la voz. Podía notar que el ojiazul todavía tenía ganas de llorar. Deseaba poder ayudarlo de alguna forma—Y mientras exploraba encontré sus flores favoritas, así que pensé...

—¿Que hora es?—pregunté frotándome los ojos, el sueño aun queriendo apoderarse de mí.

—Las 5:30, creo.

Vete a saber porqué Carl andaba despierto tan temprano. Igualmente me levanté y me hice una cola alta rápidamente—Vamos.

Una sonrisa se asomó por los labios de Carl, aunque intentó ocultarla.

Mientras íbamos al patio, Carl me entregó la mitad de sus flores. Eran unos lirios rosados, color fucsia por el interior y rosado bebé en las afueras.
—¿Donde las encontraste?—pregunté. No era muy común encontrar ese tipo de flores en una prisión, y mucho menos en otoño.

—Eh...afuera—miró al piso.

Paré en seco.

—¿Saliste de la prisión?—le observé el rostro, buscando algún rasguño. Una cosa era explorar la prisión, a pesar de que sea algo peligroso, y otra completamente diferente era aventurarse en el bosque, donde podía encontrar una horda de caminantes listo para comérselo.

—¡No me fui muy lejos! Solo quería pensar a solas, ¿ok?—aceleró el paso, aunque no lo suficiente como para que no lo alcanzara.

No insistí más sobre el tema. Lo último que Carl necesitaba era una niña reclamándole como si fuera su madre. En todo caso lo que el menor necesitaba era una amiga.

Además, no veía la manera en la que cualquier cosa que dijera lo haría parar, así que no había mucho punto en intentarlo. Felizmente no había ninguna mordida ni herida en su cuerpo.

—No le dire a nadie—prometí.

—Gracias—murmuró Carl, tan bajo que casi no lo pude escuchar.

Cuando llegamos a la tumba de Lori, el sol estaba empezando a salir, iluminando su lápida perfectamente.

Heaven || Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora