Capítulo único

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Cada vez que pronuncies mi nombre

El texto aborda una relación entre un ser sobrenatural y un humano 

Los pies cansados de Kim Gaon lo llevaron a detenerse. Recoger aquellas hierbas que le habían encargado en el pueblo era agotador. Además, tenía que seleccionar solo lo mejor de lo mejor. Tan solo imaginar a las personas gritando que las hierbas medicinales estaban dañadas motivó al hombre a trabajar con esmero. Descansó más de lo pensado y, cuando se puso en marcha de nuevo, una planta de color verde sobre un árbol llamó su atención. Tenía una flor muy bonita y decidió que subiría para ver de qué se trataba y, tal vez, conseguir un ramillete para cultivar una en su casa. Subir fue fácil, pero bajar terminó siendo un accidente que lo dejó inconsciente tras golpearse la cabeza.

En medio del mareo, sintió movimiento, por lo que supo que alguien lo estaba cargando. Al menos no moriría en medio de la nada; afortunadamente, había sido rescatado. Los pasos pronto se detuvieron y su cuerpo adormilado fue casi lanzado hacia una habitación oscura y llena del aroma de humedad y moho. La adolorida espalda de Gaon se topó con el piso frío, y el hombre fue dejado allí durante horas.

Cuando una suave luz entró por unas ventanas diminutas, supo que había pasado un día entero. Finalmente, los pasos de alguien entraron a la habitación. En sus manos llevaba unas plantas extrañas, y su aspecto era humano, excepto por sus grandes alas negras. Llevaba solo un pantalón; su torso estaba descubierto. El ser se acercó a Gaon y, de manera brusca, le quitó las ropas, a lo que el hombre trató de negarse, pero apenas tenía fuerzas. Las plantas que llevaba el ser fueron puestas en el cuerpo del joven, y con unas maniobras extrañas, de repente el dolor de Gaon se desvaneció, su fuerza regresó y no sentía ningún malestar.

— Ahora me debes un favor —la voz del ser llamó la atención de Kim Gaon, que revisaba su torso, sin encontrar un solo rastro de heridas.

— Eres virgen, ¿no? —cuando aquel ser continuó hablando, un escalofrío recorrió el cuerpo semidesnudo del campesino. Ante la pregunta, no supo qué responder, aunque su mirada pareció delatar la verdad.

Efectivamente, era un hombre de treinta y un años que nunca había tocado a nadie, ni había sido tocado.

— Necesito sangre de alguien como tú. Estoy preparando algo que requiere sangre de un virgen —explicó el ser, dándose cuenta de que su frase pudo haberse malinterpretado. Sin embargo, si antes Gaon se había asustado, ahora temió por su vida.

Con el frío que impactaba en su piel desnuda, un toque cálido fue suficiente para captar su atención. La mano del ser se posó en la mejilla izquierda de Kim Gaon, deslizándose lentamente hacia sus labios. Los ojos rojos del ente que ahora el chico de ojos cafés pudo mirar con claridad lo observaban fijamente. El toque era cálido e íntimo; incluso el horrible olor del lugar pasó a segundo plano en su mente.

— No te asustes, no necesito mucha sangre, Kim Gaon —aún con su mano sobre el rostro del asustado hombre, el ser explicó su pedido con claridad, enfatizando el nombre del hombre que había rescatado la noche anterior, utilizando aquellas plantas tan difíciles de conseguir, que provenían del inframundo.

— Está bien, espero que con esto mi deuda quede saldada —aceptó el más joven, aunque no sabía que aquel ser tan cálido tenía cientos de años.

Al salir de la habitación, el hombre no pudo creer lo que veía; tal vez estaba muerto y no se había dado cuenta. Había plantas extrañas, animales que nunca había visto y seres con apariencia humana, pero con cuernos, alas y otros rasgos distintivos. Lo que sus ojos veían era como la tierra que conocía, pero con diferencias asombrosas. Con temor de perderse, se aferró al ser, quien, al verlo tan sorprendido, detuvo su andar y le tendió la mano.

— Este es el inframundo, el espacio intermedio entre los muertos y los vivos, Gaon —explicó el ente, sonriendo al sentir la cálida mano del campesino.

Mientras caminaban en la dirección que solo el mayor conocía, los pensamientos de Gaon intentaban discernir si aquello era un sueño o si realmente había muerto. Además, no podía dejar de preguntarse cómo aquel ser sabía su nombre, ni lo bien que sonaba ser llamado por él.

Finalmente llegaron a una casa; al entrar, había muchos frascos con diferentes etiquetas. El mayor soltó la mano de Gaon y buscó un frasco en lo más alto del estante; la etiqueta mostraba la ilustración de un cadáver. La curiosidad del más joven se notó en su expresión.

El mayor pidió su mano, esta vez para pasarle un objeto afilado que cortó la piel del pulgar de Gaon. La mano fue guiada al frasco, y en él cayeron gotas de su sangre virgen. Cuando el ente tuvo suficiente, dejó el frasco momentáneamente y buscó otro; aplicó una crema recién sacada del estante en el dedo que sangraba, logrando desaparecer la herida.

Después de aquello, el hombre mayor realizó un movimiento para sellar el envase.

— Lo que acabamos de hacer es la poción de los muertos; con esto, un cuerpo sin vida puede volver a existir —aclaró el mayor.

— Bien me has pagado el favor; podemos regresar —agregó. El hombre pensó que otra vez recorrerían el lugar; sin embargo, una mano envolvió su cintura y, antes de que entendiera lo que pasaba, las alas del ser lo elevaron junto a ambos hacia arriba.

Gaon se aferró al mayor por miedo a caerse, y en cuestión de minutos, regresaron al lugar que desentonaba con el resto del paisaje.

— Al abrir esa puerta, regresarás a la montaña —indicó el hombre al llegar a la habitación donde la noche anterior descansó el cuerpo de Kim Gaon, que no quería irse.

Solo había sido una noche y un día con su salvador, y aunque había pagado su deuda, quería saber más sobre el misterioso ser.

— Kang Yohan.

— Ese es mi nombre. Si deseas que nos sigamos encontrando, puedes regresar a la montaña y, con solo pronunciar mi nombre, estaré ahí contigo, Kim Gaon —el más joven no sabía si estaba siendo demasiado confiado, pero cada vez que Yohan lo miraba, le hablaba y lo tocaba, sentía que había algo más, como si le gustara Kang Yohan.

— Me llamas la atención, Gaon, así que no dejes de llamarme —los pensamientos del más joven obtuvieron respuesta, y aunque el sentimiento de afecto estaba presente, ambos se separaron.

Kim Gaon bajó la montaña con las hierbas medicinales, mientras en lo alto de la misma, la mirada de Kang Yohan se despidió del más joven, con la seguridad de que no sería la última vez que vería al campesino.

Cada vez que pronuncies mi nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora