Notas de un Amor infinito

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Era una tarde gris en la pequeña ciudad costera de San Andrés. El cielo estaba cubierto de nubes y una brisa salada soplaba desde el mar. En este rincón del mundo vivía Emma, una chica de diecisiete años con una pasión por la música y una sonrisa capaz de iluminar cualquier habitación. Emma era conocida por su habilidad para tocar el piano y por su carácter alegre y vivaz. Su vida, sin embargo, estaba a punto de dar un giro inesperado.

En el instituto de San Andrés, un nuevo estudiante había llegado ese año. Lucas era misterioso, con un aire melancólico que atraía la curiosidad de todos. Sus ojos verdes y su pelo oscuro lo hacían destacar, pero lo que más llamaba la atención era su talento para la guitarra. Aunque muchos intentaron acercarse a él, Lucas mantenía las distancias, como si un muro invisible lo separara del resto del mundo.

Emma y Lucas se conocieron por primera vez en la clase de música. Fue una coincidencia que los asignaran juntos para un proyecto de fin de curso: escribir y presentar una canción original. Al principio, la relación entre ellos fue tensa. Lucas no hablaba mucho y Emma no estaba segura de cómo romper el hielo. Sin embargo, a medida que pasaban las tardes juntos en la sala de música, algo comenzó a cambiar.

Un día, mientras practicaban en la playa al atardecer, Emma notó una tristeza profunda en los ojos de Lucas. Sin poder contenerse, le preguntó qué le pasaba. Lucas, después de un largo silencio, comenzó a abrirse. Le contó sobre su vida antes de llegar a San Andrés, sobre cómo había perdido a su madre en un accidente de coche y cómo su padre, incapaz de lidiar con la pérdida, se había sumergido en el alcohol. Lucas había llegado a San Andrés para escapar de su dolor, pero el dolor lo había seguido.

Emma, conmovida por su historia, decidió ser su amiga. Comenzaron a pasar más tiempo juntos, no solo por el proyecto, sino porque disfrutaban de la compañía mutua. Emma lo hacía reír y Lucas le enseñaba a tocar la guitarra. Poco a poco, lo que empezó como una amistad se transformó en algo más. Ambos se dieron cuenta de que estaban enamorados.

Sin embargo, su felicidad no duró mucho. El padre de Lucas, al descubrir su relación, decidió intervenir. Estaba convencido de que Lucas necesitaba concentrarse en sus estudios y no en una relación. Además, planeaba mudarse de nuevo, esta vez a una ciudad lejana donde pudiera empezar de nuevo. La noticia devastó a ambos jóvenes. Emma y Lucas sabían que su tiempo juntos estaba contado.

A medida que se acercaba el día de la partida, decidieron aprovechar cada momento. La última noche antes de que Lucas se fuera, se encontraron en la playa donde todo había comenzado. Bajo el cielo estrellado, tocaron juntos la canción que habían escrito. Sus voces se entrelazaron en una melodía que hablaba de amor, pérdida y esperanza.

Cuando la última nota resonó en el aire, Lucas le prometió a Emma que no importaba la distancia, siempre la llevaría en su corazón. Se despidieron con un beso, prometiendo que algún día se reencontrarían.

El día de la partida llegó y Lucas se fue. Emma quedó destrozada, pero decidió seguir adelante. Se dedicó a la música con más pasión que nunca, cada nota era un homenaje a su amor perdido. Pasaron los meses y luego los años. Emma se graduó y se convirtió en una pianista reconocida, viajando por el mundo con su música.

Un día, cinco años después de su despedida, Emma fue invitada a tocar en un prestigioso festival de música en la ciudad donde Lucas se había mudado. Emocionada y nerviosa, aceptó la invitación. La noche del concierto, mientras tocaba en el gran escenario, reconoció una figura familiar entre el público.

Lucas estaba allí, sonriendo, con los mismos ojos verdes que tanto había extrañado. Al terminar su presentación, corrió hacia él. Se abrazaron, sintiendo que el tiempo no había pasado. Lucas le contó cómo había luchado contra sus demonios y cómo había encontrado la manera de seguir adelante. Se había convertido en un guitarrista profesional y había estado buscándola desde entonces.

El amor que sentían el uno por el otro no había disminuido. Decidieron no dejar que nada los separara de nuevo. Se mudaron juntos a una pequeña casa cerca del mar, donde continuaron escribiendo música y viviendo su amor. Contra todo pronóstico, su historia de amor imposible tuvo un final feliz, inesperado pero merecido. Y cada noche, bajo las estrellas, tocaban su canción, recordando siempre que el verdadero amor encuentra su camino, sin importar las dificultades.

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